viernes, noviembre 26, 2004

NOCHE CURIOSA

Mañana me voy a de viaje a España. Después de haber comprado el billete de autobús al aeropuerto en el último momento, me he acercado a una tienda de cómics a babear un rato y hacerme un pequeño regalo. Luego, he llegado a casa, me he zampado el regalo recostada en mi querida silla de ordenador y con los pies apoyados en la cama y me he dicho "¡Carajo, que bueno es Neil Gaiman!" una vez más. Ya me lo dijo Kurt, pero me lo tuvo que decir el Calvo otra vez. Si es que soy dura de mollera con avaricia.

Y estaba sentada leyendo comentarios en el blog de Odyseo, cuando me he dicho, "Zirbêth, son las ocho de la tarde y todavía no has hecho nada por preparar el viaje de mañana...". Al salir de la habitación, había un hombre en mi cocina. Dado que casi soy vegetariana por osmosis, he decidido no cocinarlo, aparte que el horno es pequeño y mis habilidades con hojas se limitan a las de gomaespuma en los roles en vivo, y ni esas, vamos. El caso es que, como no soy La Chica de los ojos hambrientos, he entablado una civilizada conversación.

Un rato más tarde, estábamos los tres Cedric (que nombre tan bonito), Tiia y una servidora en la cocina, él y yo escuchando y consolando, ella comentando sus problemas sentimentales. Unos minutos después, estabamos los tres en mi habitación, él sentado a mi ordenador modificando su curriculum vitae y ella despotricando como sólo se hace cuando se está muy enamorada y muy herida.

En fin, se supone que yo me iba a leer un cómic, me iba a meter en la cama e iba a dormir horas extras para el tirón de mañana, que van a ser unas doce horas entre unas cosas y otras. Pero no va a ser posible. Ella va a dormir conmigo y, ahora mismo, nos vamos a meter dos pizzas entre pecho y espalda y a ver una película. Osea, que mañana me voy a morir por los rincones.

Bueno, al menos se han ofrecido como mulos de carga, así que los vaya usted a saber cuantos kilos no los voy a tener que llevar todos yo. Gracias, Eru, por los pequeños favores.

Zirbêth.

ÉXITO

Creo que al fin me he deshecho de la gripe. A ver que otro sourvenir me traigo esta vez de mi visita a España.

Zirbêth.

FANTASMA

Otro de los motivos por los que no escribo es porque "tengo un asunto pendiente", como si fuese un fantasma en vida tratando de superar una tarea inacabada que me ata a este estado de bloqueo mental. Ya veremos que pasa.

De este evento, por llamarlo de algún modo, saldrán cambios y decisiones. Estoy impaciente, esto de no saber que va a pasar me tiene de los nervios.

Zirbêth, in a hurry.

EDGAR ALAN POE IN... TERROR?

Me leí ayer, de camino al trabajo, uno de los relatos de vampiras, que forma parte de la antología sobre dichas pseudomujeres, titulado "Cuando había luz de luna", de Manly Wade Wellman, y me acordé de la película titulada Shakespeare in Love, y del corto títulado Lucas in Love, porque este es un sano y terrorífico precedente de los planteamientos de las mismas (al menos, intenta serlo), donde el autor trata de imaginar cual fue la situación que pudo vivir Edgar Alan Poe que le llevó a escribir su relato titulado "El gato negro".

Está curioso, aunque, la verdad, no me imagino a Poe encontrándose con una vampira y no descubriéndolo inmediatamente, aunque Wellman trata de hacernos ver que Poe no estaba loco y que no se creía la base de sus propias fantasías, es decir, todas las supersticiones más o menos románticas de las que tanto le gustaba escribir. Lamentablemente, no conozco a Poe tanto como para poder afirmar que sus reacciones podrían haber sido las que describe el relato, aunque sí que me lo imagino haciendo lo que acaba haciendo al final del mismo.

Está claro que para Wellman, Poe era un héroe de la literatura.

Zirbêth.

PORQUE ME GUSTA

Creo que maneja el lenguaje con verdadera magistralidad, que sus metáforas son de las mejores que he tenido en placer de leer, por visuales, por sorprendentes, por originales, por estar llenas de belleza incluso cuando lo que describen no lo es en absoluto.

Me gusta porque es escatológico muchas veces, sin perder la elegancia ni el buen arte, porque tiene un sentido del humor muy peculiar, sobre todo si pensamos en que tiempo vivió y escribió. Porque es impertinente y se ríe de los prejuicios y la falsedad de la sociedad que conoció.

Porque, aunque cómo dices, escribiese en otro idioma por ambición, el condenado escribía maravillosamente en inglés, al igual que en su idioma natal, y eso me deja con la boca abierta y la baba colgando.

Porque en el prólogo de Rey, Dama, Valet (c¿o era en Ada o el ardor), hace una reflexión sobre la autolectura al cabo de los años y cómo el escritor adulto y maduro, ya veterano, no quiere reconocer que fue en algún momento ese otro pretendiente al título y mira hacia otro lado, y me encantó su sinceridad.

Porque por depravado que sea y se reconozca Humbert Humbert, uno no puede evitar cojerle cariño, preocuparse, desear que conquiste el amor, compadecerle, todo eso sin dejar de aborrecerle ni un instante. Y exáctamente lo mismo con Lolita.

Porque utiliza el lenguaje con absoluta maestría sin perderse en pedanterías, en vicios imitativos, sin dejar de ser él. Porque puedo reconocer su modo de escribir tan sólo leyendo un párrafo suyo sin que me digan que es él.

Porque me hace reir y llorar, aborrecer y amar, compadecer y odiar. Y no hay otro igual, como no hay dos Cervantes o dos Tolkien, por más imitadores que les salgan.

Zirbêth, en respuesta a la pregunta ¿por qué te gusta Nabokov?, de Lukas.

jueves, noviembre 25, 2004

RECUERDO TRAUMÁTICO

Una experiencia traumática puede llevarnos a un olvido terapéutico. Puede que no volvamos jamás a devolver a la memoria ese recuerdo perdido, pero también es muy posible que algún acontecimiento lo haga saltar al primer plano de nuestra existencia. En el caso al que me refiero, lo que no consigo recordar en este momento es cual fue ese acontecimiento que me devolvió ese retazo de mi vida poco agradable.

Vivía en Gerona, muy cerca de la catedral, tal vez el nombre de la calle fuese Clavel, pero tal vez mi memoria no sea muy de fiar, pues debía contar con unos cinco o seis años. Habitaba con mi madre y su novio (el Capullo ya mencionado, cuando todavía sólo era un capullo amateur y sus técnicas de maltrato psicológico no estaban demasiado desarrolladas) en el tercer piso, y ático, de un bloque pequeño de apartamentos. En la misma calle había un edificio que, no me hagáis mucho caso, creo que había sido un convento. En alguna fecha olvidada, empezaron a demolerlo y aquello se convirtió en una fiesta para los niños del barrio. Cada día desaparecía una sección del edificio, y nosotros aprovechábamos los fines de semana para explorar las interesantísimas ruinas que iban quedando. En uno de los agujeros que exploramos, dimos con una habitación llena de escombros en la que debió de haber habido una sala de costura o algo similar, y había botes llenos de botones, bobinas de hilo y demás útiles de costura. Menudo descubrimiento, os haréis una idea. Supongo que, si nuestros padres hubieran sabido de nuestras exploraciones, le hubiera dado un síncope, pues quién sabe si pudiese haber habido algún desprendimiento que nos accidentara a alguno de los avezados exploradores. Pero no se enteraron, imagino.

El caso es que, uno de los días en que estábamos explorando, se nos unió un chico mayor que se dedicó a ayudarnos a subir y bajar de muros, paredes y escaleras a medio desmoronarse. Fue el día que indagamos por los lugares más remotos de aquella fortaleza imaginaria en ruinas (lavabos y cocinas, nada apasionante en sí mismo, la verdad). El caso es que, en el segundo o tercer empujón, la mano del chico me impulsó tomando como base mi trasero. En fin, no se lo tuve en cuenta, pues podría haber sido un desliz o un mal cálculo, a fin de cuentas él estaba sobre cascotes y su posición no era muy firme. Pero la siguiente vez que hizo lo mismo, me escamé. Eso sí, como se puede escamar una niña que se lo está pasando divinamente y que, como está rodeada de los demás niños de la pandilla, pues no se preocupa demasiado. Conociéndome, probablemente le solté algo al respecto. El caso es que ya no se volvió a repetir en el resto del día de aventuras.

No sé si habría anochecido, no recuerdo la época del año, aunque dudo mucho que fuese verano, pues los veranos los pasaba casi siempre íntegros con los abuelos. El caso es que nos fuimos separando y al final sólo quedamos Oscar, que vivía en la la puerta de enfrente a la mía, en el mismo edificio, y el chico mayor, que nos acompañó a casa. ¿Estaría ya con la mosca tras la oreja? Quien sabe, no tengo ni idea. El caso es que no contento con acompañarnos al portal, se empeñó en subir con nosotros hasta el tercer piso. Oscar iba delante, varios peldaños delante, yo detrás, hablando con el chico aquel, que me seguía. En un momento dado, me hizo parar cogiéndome de la muñeca y, a continuación, me metió la mano bajo la falda y trató de pasar de las bragitas.

Mi madre me había comprado un libro ilustrado que se llamaba ¿De donde venimos?, que explicaba todo acerca del sexo y la reproducción, y otro que se llamaba ¿Qué me está pasando?, sobre los cambios de niño a adulto y todo lo que conllevaban. Ni que decir tiene que me los sabía de memoria, porque el sexo me llamaba mucho la atención, ya que me había dado perfecta cuenta de que niños y niñas éramos diferentes y de que tocarse unos a otros daba mucho gustito. Las cuestiones que los libros no aclaraban, se las preguntaba a mí madre y ella, con total tranquilidad y naturalidad, me las explicaba.

Así que, cuando aquel chico me metió mano, porque eso es lo que hizo y no hay que andarse con florituras, no me cupo ninguna duda de que aquello era un abuso y, para su sorpresa, porque seguro que me imaginaba totalmente ingenua al respecto, me giré y le arreé una patada en el pecho que hizo que me soltara, momento que aproveché para salir corriendo escaleras arriba llamando a Oscar y gritándole ¡Mi papá es policía y te va a meter en la cárcel por meterme mano! (sí, conocía la expresión ya, al igual que era muy consciente de estar mintiendo en lo que respectaba a la profesión de mi "padre"). Le oí correr escaleras abajo y yo me metí en casa.

No tengo ni idea de si le conté eso a mí madre, pero sí que tengo vaga memoria de sentirme mal por lo que había pasado, vergüenza y rabia. ¿Me sentí cúlpable? No lo sé, pero me cuesta imaginarme sintiendo culpa, siendo como era ya entonces atéa y, en general, por mi relación con sentimiento tan destructivo cuando se vincula con esa palabra que sería tan sabrosa sólo con una letra más: pecado.

Bueno, pues esto estuvo oculto en mi mente durante años y años, hasta que un día lo recordé con precisión abrumadora, tanto en cuanto a imágenes como en cuanto a sentimientos y sensaciones. Cuando se me pasó esa primera sorpresa y la consternación que lo acompañó, ¿sabéis qué fue lo que sentí?

Me sentí muy orgullosa de mí misma, de cómo reaccioné aún siendo tan pequeña en aquel momento. Y me reconocí a mí misma, la Zirbêth que era y soy, y que parece ser que siempre fuí. Le tengo que dar las gracias a mí madre y a todos los que me enseñaran a distinguir tan claramente cuando el enfrentarse a alguien es necesario, cuando hay que defenderse de las agresiones, sean del tipo que sean. Y a distinguir la diferencia que hay entre defenderse y atacar, es decir, entre usar la violencia cuando es necesaria, y nunca, nunca, hacerlo para abusar de otros, o gratuítamente.

Odyseo me ha hecho recordar esta "aventura" al escribir en su último blog sobre la pedofília y sus víctimas. Yo he sentido que compartir esta experiencia puede ayudar a alguien en algún momento. Y que, ¡qué balrogs!, hay que hablar de estas cosas para evitar el riesgo de culpar a quien no se debe e ignorar a los malvados, dejándoles seguir con sus ultrajes. Aquel chico tenía dieciseis años. Tan sólo, era un crío. Y sin embargo ya se estaba convirtiendo en un pedófilo. ¿Habría sido víctima él también de esos abusos? Tal vez, pero no debemos olvidar que esa puede ser una razón, pero no una excusa.

Zirbêth.

TIEMPO Y ENERGÍA

No escribo por falta de tiempo y de energía. Pero trato de leer, y eso me quema la energía que me queda. Creo que en parte se debe a que el sitio en que trabajo tiene ese tipo de iluminación que te deja los ojos cansados y sin ganas más que de penumbra. En veinte minutos tengo que estar trabajando y llegaré a casa a eso de las nueve y media o más. Y con hambre de leer. Y sin que me haya pasado nada que merezca la pena contar o que me inspire la más mínima historia. Que espanto.

Zirbêth.

lunes, noviembre 22, 2004

AMOR

Que calorcito, que sueño y que alegría. Me gusta que mi respiración se agite por los motivos adecuados. Te quiero.

Zirbêth.

FUERA DE JUEGO

Ya sé que no estoy escribiendo demasiado, pero es que estoy agotada. Tengo una resaca emocional del quince y cargo de conciencia por todo lo que no he hecho y debía hacer a causa de la gripe y de otros asuntos. Necesito unos días para recargar pilas, para dormir horas de más y darme duchas relajantes (no tengo bañera en esta casa). Ver pelis, leer libros agradables y recuperar mi ritmo de lectura y trabajo. Soy una completa nulidad cuando el corazón se me escapa.

Pero mi corazón a regresado a su sitio. Todo está de nuevo bien ajustado. Incluso mi habitación empieza a estar más ordenada (ejem). Supongo que lo de que el Calvo se haya llevado las cosas suyas que quedaban ha ayudado a dar esa impresión...

Sin embargo, a partir de mañana empiezo con el horario salvaje de diez horas al día, entre cincuenta y sesenta horas a la semana, de trabajo. Todo sea por la pasta para poder prepararme las oposiciones sin estreses. Así que, lamentablemente, deberé reducir el tiempo dedicado a escribir en el blog. Seguro que algún día se me desatan los dedos y acabo acostada a las tantas de la noche por contar vaya usted a saber qué, pero tengo que moderarme. Y no sólo por lo de las horas de trabajo. Tengo que empezar a estudiar, a regularme y repartirme las horas de estudio y ocio, o mal iré.

La luna brilla tan hermosa esta noche, que las nubes no pueden ocultarla del todo. Corren y corren frente a ella, dejando un halo misterioso e inasible. Pero aunque fuese noche cerrada de luna nueva, yo vería el camino frente a mí claramente marcado por la voluntad que me guía.

"Que quien dirige mi rumbo, guíe mi nave". (Shakespeare, Romeo y Julieta)


Zirbêth.

domingo, noviembre 21, 2004

UNA DE CAL

Hace unos días, envié a muchos amigos el texto de La opinión alternativa titulado Estafadores Unidos, del 19 de octubre del 2004 (indicando claramente autoría y enlace). Uno de ellos, Alejandro, me contestó con lo siguiente:

La palma en éso se la lleva el Fondo Monetario Internacional. Pongamonos en situación:

Estas tranquilamente sentado en el salón de tu casa y, de repente, alguien derriba la puerta. Es un tipo con una pistola que te lleva encañonado hasta un rincón. Al ratito, como haciendo que pasaba por allí, aparece un tipo con corbata que te pone delante los papeles para que solicites un crédito por varios millones de euros. El tipo de la pistola dice que firmes, y tú vas y firmas. Entonces el del banco saca un fajazo de euros y se lo da al de la pipa.

Cuando el tipo de la corbata se ha ido el pistolero asalta tu nevera, viola a tus hijos y se echa al bolsillo tu colección de Magic. Luego se va, pero antes tienes que firmarle un papel que dice que no ha hecho nada malo, que le exoneras de toda responsabilidad y que en agradecimiento por sus atenciones le pasarás una pensión vitalicia.

Cuando por fín se larga y tú te has sentado para pensar en cómo denunciarle, notas que están llamando al marco de la puerta. Son los del banco: que ya te toca empezar a pagar los intereses.

Pues eso es el FMI, solo que industrializado. En vez de pistoleros sueltos usan ejercitos y en vez de casas particulares asaltan países completos. Que no deja de ser una muestra de gran eficacia.

Me recuerda a aquello, leido en el mismo blog, que dijo Noam Chomsky:

"Imagínese que va caminando por la calle y ve a un niño sentado en la esquina, en harapos, con un trozo de pan en la mano, y usted tiene hambre. Mira alrededor y ve que no hay ningún policía. ¿Le quitaría usted el pan a ese niño? Si alguien hiciera eso, sería un lunático patológico. Pues eso es lo que hacemos todo el tiempo en el mundo. E intentamos no verlo. Yo le digo: véalo y no lo ignore".


Pues eso mismo. Seamos responsables para ser más libres. No hay libertad sin responsabilidad.

Zirbêth.

LA BAÑERA

Mi bañera vuelve a tener el tapón puesto. Así que, poco a poco, se volverá a llenar, hasta desbordarse. Perseverar.

Zirbêth.

"TÚ LO QUE TIENES QUE HACER"

Creo que uno de los motivos por los que me llevo bien con gente más joven que yo es porque casi siempre consigo evitar la frase de marras: "Tú lo que tienes que hacer".

La odio. No soporto que me digan que tengo o debo hacer. Cuando quiero consejo, lo busco. Pero eso de "Y a continuación, la lista de lo que tú vida ha de ser y de lo que debes y no debes hacer", me pone enferma. A lo mejor soy testaruda como una mula, pero mejor que se sepa que soy así. Yo vivo mi vida y lo hago como mejor, peor, buenamente creo. Hay aspectos en los que me adapto a los patrones sociales, y otros en los que no.

Y, si alguna vez mando a alguien a la mierda, mal asunto. Porque eso quiere decir que algo se ha roto. Algo muy difícil de arreglar.

Zirbêth.

viernes, noviembre 19, 2004

LO SIENTO

Me he quedado vacía. No tengo nada que decir.

Zirbêth.

jueves, noviembre 18, 2004

GATITOS Y BEBÉS

De pequeña una de las razones por las que me encantaba ir a casa de mis abuelos era porque casi siempre había camadas de gatitos. Me encantaba verlos, acariciarlos, observar como la madre los cuidaba y amamantaba, escuchar los ronroneos. Me fascinaba. Y ver como crecían. De niños, el tiempo pasa mucho más lento, así que darte cuenta de como tus hermanos crecían era casi imposible sin mirar fotos. De hecho, creo que supe que me había hecho "mayor" cuando fui consciente de como los demás crecían a mi alrededor y yo ya no...

Como decía, me parecía fascinante verles crecer, moverse, ir desarrollando habilidades motrices. Y les cogía de las patas para hacérselas flexionar, les apretaba los dedos para hacerles sacar las uñas. Les soplaba en las orejas para ver como las movían. Me parecían milagrosos. Más de una vez lo he hecho también con gatos adultos, que te miran como diciendo "¿Es que no te cansas?, que ya me lo has hecho cuarenta veces.", hasta que, claro, te dan una "tarascá" o un mordisco de aviso.

Bueno, todo esto me sigue pasamdo, pero ahora me fascinan más otro tipo de cachorros. Los cachorros humanos. Hay que ser más paciente para ver los cambios, pero son increibles.

En la pasada Mereth en Edhellond, tuve la oportunidad de babear largo y tendido con dos bebés, aunque una era muy pequeñita y, lo admito, me da miedo que mis manazas hagan algo incorrecto. Apenas tenía un mes, Silmarill, y Tauron ya cuatro meses. Aproveché todas las oportunidades que se me presentaron para cojerle en brazos, para arrullarle y para, sencillamente, observarle. Y aunque, como dice Baya de Oro, su pletórica mami, el crío no pisa en suelo ni el carrito en estas reuniones, hubo tiempo para que todos los interesados tuviéramos nuestro achuchón babeante de Tauron. Me partí de risa cuando Snaga, con su muy conseguido y horripilante traje de orco, se plantó delante y le rugió como un poseso, a lo cual Tauron sólo dijo "¡Agaaaghga!", sonriente y feliz, lo cual nos llevo a la carcajada a todos los que estabamos pendientes del proceso. Llega a llorar e igual hay sopa de orco para cenar...

Y hubo un momento concreto en que mi babeo llegó al paroxismo. Estabamos en la clausura de la mereth, viendo unas últimas representaciones (El club de la Comarca, que buenos, leñe) y esperando a que, como ya es tradicional, alguien hiciese llorar a Lorinlor, y estaba sentada al lado de Isildur, Tauron y Baya de Oro (padre, hijo y madre, respectivamente). Isildur se fue y Baya me pasó al bebé. Sobra decir que no me enteré de nada de lo que pasaba en la sala durante un buen rato, mis disculpas a Elbeanor, que tengo entendido que fue genial. Yo estaba concentrada en sostener y manosear a tan dulce criatura, mientras Baya le hecía carantoñas. Ver como el bebé la miraba me dejó en extasis, con la piel de gallina. "Debe ser genial eso de saber que ya nunca más estarás sola", le dije. "Ya no estaba sola con Isildur. Pero esto es diferente. Él es mío", y mientras, Tauron le miraba embelesado, sólo amor en su mirada.

No quiero una sola broma sobre relojes biológicos e instintos maternales, que los veo venir. Pero sí, quiero ser mirada así. Al menos por un tiempo, quiero ser la persona más importante en la vida de alguien.

Zirbêth.

¿CUÁNDO?

¿Cuándo es el momento de darse por vencida? ¿Cuándo dejar de luchar? ¿Cuándo es mejor resignarse que perseverar?

No tengo ni idea. Rhiwen me decía ayer que, si por cada buen momento, hay tres malos, ya le parecía que la cosa no compensaba. Estamos ambas de acuerdo en que queremos un prícipe azul, de esos que dan diez buenos por cada uno malo.

Zirbêth.

MARCADA POR EL CAOS

Este cambio de vida que me sobrevuela está marcada, me temo, por el caos. A lo peor es siempre así, para todos, pero es de esas cosas que sólo percibes cuando te pasa a tí. Vino Raquel a casa el domingo. La primera vez que viene a mi casa, pues hasta ahora cuando había venido a Brighton nos habíamos limitado a pasear por el centro. Le gustó mi habitación, me dijo que ahora entendía porque no me quiero ir de ella. Pero me dijo que no se la imaginaba así. "¿Así cómo?", le pregunté yo. "Así tan caótica".

La había ordenado y limpiado porque existía la posibilidad de que ella viniera. Aún así, con tanta cosa en tan poco espacio, con tanta maleta preparada para el inminente traslado, con cajas y papeles que ya no caben de manera ordenada, es verdad, podía resultar caótica. Ella sabe que soy una maniática del orden, casi siempre, y que me gusta que cada cosa tenga un lugar y ordenar los libros por autores, por países de origen, por alturas y colores. Leí una vez en algún sitio que los piscis ordenamos las cosas por aspectos singulares. Puede ser, a veces lo hago, tal vez no con los libros, pero sí con la ropa, por ejemplo. Aunque, en general, los colores son uno de mis sistemas favoritos.

También le sorprendió no ver más libros. "Están empaquetados, y algunos ya están en España". Me gusta que identificase un lugar mío como un lugar lleno de libros.

Ahora mismo, mi dormitorio es un absoluto caos. Ropa seca amontonada sin doblar, restos de paquetes de galletas, pipas, pastillas, caramelos. Artilugios de cocina, medicinas, vasos con posos secos en el fondo. Un montón de libros con los que me voy a dormir cada noche están repartidos desde la almohada hasta los pies de la cama, algunos abiertos, otros cerrados. También hay un paquete de galletas. Creo que mi cuarto es fiel reflejo de mi estado caótico interior y mi pereza. Tengo que ordenar antes del lunes, vienen a casa a...

Socorro.

Zirbêth.

miércoles, noviembre 17, 2004

TANTO, TANTO

Tengo tanto que aprender, tanto. Leo cada cosa por ahí escrita en blogs y pienso "Dónde vas, Zirbêth, bonita, si se te nota la "inculticia" a kilómetros...". Creo que por eso estoy escribiendo menos. Tengo un ataque de "no sé nada" que me deja helada.

Zirbêth.

POR CIERTO

Por cierto, que salvo este incidente, mis recuerdos de las maestras y monjas y del colegio entero son geniales. Un gran colegio, con patios enormes llenos de columpios y árboles y unas monjitas dulcísimas, la mayoría. Y creo que eran buenas maestras. Yo aprendí mucho y no me recuerdo aburrida, cosa que sí me pasó en otros colegios. Eso sí, yo ya era atea por aquel entonces y las traía por la calle de la amargura, discutiéndoselo todo y diciendo a cada rato "eso es mentira". Pero nunca me castigaron por ello. Sólo me pedían que no interrumpiese demasiado a menudo la clase.

Zirbêth.

YA APUNTABA MANERAS

Gonzalo, en uno de sus Pliegos, me ha hecho evocar un recuerdo infantil.

Estaba repitiendo segundo de párvulos, así que debía rondar los cinco años. Me hicieron repetir porque no tenía la edad para entrar a Primero, aunque puede que en parte también porque yo acababa de llegar a Gerona y pensaron que aprender catalán hablado antes que escrito me vendría bien. No sé, se me acaba de ocurrir.

Yo comía en el comedor del colegio, unas habitaciones sin ventanas donde nos sentábamos en mesas que para muchos eran demasiado pequeñas. Un aula que recuerdo oscura, amarillenta por la luz de las bombillas. Mi colegio era de monjas y era, además, un asilo de mayores. Era un edificio enorme y precioso, aunque apenas sería capaz de describir dos o tres sitios, pues no guardo memoria de su arquitectura, solo impresiones estéticas. El caso es que nos hacían formar una fila para entrar al comedor, y ese día yo necesitaba ir al baño.

Yo era una niña muy buena, muy charlatana pero muy buena, porque mis juegos eran tranquilos y de imaginar, me podía pasar horas dibujando o haciendo muñecos de plastilina y era, supongo que por haber repetido y por aquello de que mi abuelo me había enseñado a leer con tres años, de las más aplicadas. Me recuerdo disfrutando muchísimo del cole, como una loca. Pero, ay, las monjas tenían sus "manías", y una de ellas era no cambiar sus planes, así que si tocaba hacer cola para entrar a comer, no te dejaban ir al baño. Me moría de ganas de ir al baño, me hacía un pis enooooooorme.

Pedí permiso, me dijeron que no. Volví a pedir permiso, negativa por respuesta. Se me saltaban las lágrimas, y pedí permiso de nuevo. Ya no podía parar de moverme en la fila. Me regañaron por insistir y por moverme tanto. Se me cortaron las lágrimas y me sentí invadida por una rabia fruto de la sensación de injusticia que debió colorearme las mejillas de un rojo virulento. Miré a la monja y le dije, muy seria: "O me deja ir al servicio o lo hago aquí mismo." Debió contestarme algo así como que no dijera tonterías y volvió a no dejarme ir. "Muy bien", dije yo. Y cumplí mi amenaza.

Cumplí mi amenaza. Sin sentir el más mínimo embarazo, la más mínima culpa ni vergüenza. Se armó un revuelo enorme, me regañaron y discutieron entre ellas y, finalmente, llamaron a mi casa. Recuerdo la cara de satisfacción de la monja diciéndome "Verás cuando tu madre se entere de lo que has hecho". Pero yo estaba muy tranquila y, como imaginaréis, bastante relajada. Me molestaba estar mojada, pero como teníamos babi de cuerpo entero, me quité lo mojado y me quedé semidesnudita debajo de mi babi de cuadros azules.

Cuando mi madre vino por mí, unos quince minutos más tarde porque vivíamos muy cerca, la monja me tenía de la mano con cierto gesto en la cara, mitad satisfacción, mitad asco, que le duró lo que mi madre tardó en alcanzarnos a ambas. Porque en cuanto lo hizo, tras darme un beso y preguntarme cómo estaba, le cantó las cuarenta a la monja. Os podéis imaginar más o menos lo que le dijo: qué era una vergüenza, que cómo podían tratar así a una niña de cinco años, que eso era un colegio, no el servicio militar o la guerra y nosotros niños, no adultos y...

Mi madre, aún muy enfadada, me cogió de la mano y me llevó a casa. Nunca más me prohibieron ir al baño, ni a mí, ni a ningún otro niño.

Zirbêth.

INCONGRUENCIAS

Se supone que lo de mandar una carta por correo certificado lo haces para asegurarte de que llegará, de que no extraviará, y pagas más exactamente para tener esa certeza. Bueno, hoy me ha llegado la segunda carta de mi madre, esta vez por correo ordinario. La enviada por correo certificado no ha aparecido.

¿A quién culpo yo, al Servicio Postal español o al de Su Majestad?

Zirbêth.

martes, noviembre 16, 2004

DEFINIENDO EL AMOR

DEFINIENDO EL AMOR

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.


Quevedo


Muy hermosa, aunque con eso yo definiría el enamoramiento, que no el amor.

Zirbêth.

ECONOMÍA Y EDUCACIÓN: CITA

Hablando sobre el efecto de los factores económicos en la educación, Bertran Russell considera que el quinto de estos es la tradición.

"Pero no me refiero a la tradición en general, que es una cosa muy amplia, sino a la tradición que se deriva de algún factor económico que operaba en el pasado y que ha perdido su vigencia en el presente. Las normas morales relativas a la sexualidad, que suelen ser de carácter muy conservador, nos ofrecen un buen ejemplo. Antiguamente, cuando el mundo estaba menos poblado y había una mortalidad infantil muy elevada, los matrimonios prestaban un gran servicio a la comunidad teniendo muchos hijos. Hasta que la educación obligatoria y la prohibición del trabajo de los niños convirtieron a los hijos en una fuente de gastos, éstos habían representado una ventaja económica para los padres. El sentimiento en contra del control de la natalidad y del aborto tenía entonces una justificación económica de la que hoy día se carece, pese a lo cual el sentimiento sigue existiendo por estar asociado con la religión.

La familia patriarcal tuvo claramente un origen económico, puesto que las mujeres no podrían dedicarse a cazar durante los periodos de gestación y lactancia. Hasta hace muy poco, las mujeres no tenían muchas oportunidades de ganarse la vida, y esto las obligaba a depender de sus maridos o de sus parientes masculinos. La familia patriarcal, que implica mantener a la esposa y a la descendencia de la línea masculina, tuvo como consecuencia natural la exigencia de la vitud de la esposa y la imposición de severas sanciones de carácter ético y religioso que, en sociedades primitivas, podrían llegar a significar la muerte de la adúltera. Mientras que las sanciones legales fueron haciéndose cada vez más leves hasta desaparecer -excepto en zonas aisladas, como en el estado de Nueva York-, la censura ética y la religiosa se han mantenido. Como ya hemos comentado, esta parte del código moral es incompatible en la práctica, aunque no en la teoría, con la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres. Cuando la mujer es capaz de ganarse la vida por sí sola, su exigencia de igualdad es incontestable. Se han hecho desesperados esfuerzos para impedir que las mujeres casadas puedan acceder a puestos de trabajo, pero no es de suponer que tales esfuerzos tengan éxito a largo plazo. Con el tiempo, la mujer encontrará cada vez más modos de ganarse la vida sin ser lo que convencionalmente se entiende por "un modelo de virtud". El código moral está, pues, a punto de derrumbarse por motivos puramente económicos."

(Bertrand Russell, La Educación y el Orden Social, XIV. Educación y Economía, 1932, 1967, 1996 Ed. Edhasa.)

Me parece un tanto ingenuo y simplista, pero no deja de tener razón en sus afirmaciones, a mi entender. Sin embargo, estoy convencida de que las familias patriarcales han sido, desde un primer momento, una forma más de reducir a la mujer al estado de cosa, de propiedad, de bien de producción. Y que las distintas religiones monoteistas han sido el principal soporte de este hecho. Pero vamos, dudo que fuese algo inocente, estoy convencida de que quienes estaban en el poder sabían perfectamente lo que se traían entre manos al llevar a cabo esas medidas de control y represión. Y lo mismo los hijos, eran (y son en muchos lugares) propiedad de los padres y medios para aumentar las fortunas familiares, es decir, del hombre.

Por supuesto, eso no quiere decir que no haya vínculos emocionales entre los miembros de la familia y que no haya sido y pueda seguir siendo un buen modo de organización social, siempre y cuando las razones para su surgimiento vayan más allá de la de seguir repitiendo un modelo dado, "porque eso es lo moralmente correcto", y sea capaz de modificarse para adaptarse a las necesidades sociales.

Porque ayudan a mantener las fortunas en las manos en que ya están, y con las fortunas el poder, tratar de imponer morales obsoletas es uno de los medios para evitar los cambios sociales que, como se está viendo, exigen un reparto de la riqueza. Los que tienen el poder no están interesados en dejar de tenerlo, quieren seguir como están, que están la mar de bien. Ysi para eso hay que mantener a muchos en la miseria, bueno, es un sacrificio que están dispuestos a que hagamos... otros.

Zirbêth, buscando alternativas.

RECUERDO LO QUE RECUERDO

Aquí sigo, con La Educación y el Orden Social, de cuyos capítulos XI y XI también he sacado muy buen provecho. Y una breve reflexión, esta vez sin cita.

De mis años de estudio en el colegio, mi apreciada E.G.B que tanto echo de menos, aunque algunos me tachen de antigua o reaccionaria, probablemente recuerdo más de historia y matemáticas, de biología y geografía, que de literatura. La literatura en la segunda etapa era parte de la lengua, y recuerdo haber hecho un recorrido por toda la historia de nuestra literatura, hasta llegar a Lorca. Bueno, pues salvo de algunos nombres como Séneca, Cervantes, Pío Baroja, y de ciertos poemas de Bequer, la verdad, no me acuerdo de nada. Ni de estilos, ni de obras, de nada. Aquellos temas trataban a los autores enmarcándolos en épocas y periódos históricos, con algunos párrafos de sus obras, de las que es verdad que logro recordar alguna cosa, como aquello de Quevedo que decía

"Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado

Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito."

que no recordaba entera, he tenido que mirar en la web, pero vamos, parte sí. Pero de lo demás, de verdad que casi no recuerdo nada. Parte es culpa de esta mala memoria mía, tan dañada por las crisis de ansiedad, pero en parte es porque lo que recuerdo mejor es lo que he explorado yo misma, con lecturas completas, no de citas (je, menuda soy yo para hablar de citas, pero no es lo mismo) y de escasos párrafos, por muy bien escojidos que estos fueran. A lo mejor era demasiado pronto para leer y sacar provecho de cosas como La vida es sueño o El Cantar del Mío Cid, cosa que dudo mucho, por cierto. Pero seguro que mejor que leer, a palo seco, una losta de carácterísticas y acontecimientos tampoco era mucho mejor.

Ojalá las clases de literatura hubiesen sido más de enseñarnos a leer, no la habilidad básica, si no el disfrute, el sacarle partido, el ver más allá de lo que fue y representa para nuestra Historia y hacerla parte de nosotros. Yo, hubiese separado la asignatura en dos. Al igual que nos hacen en Selectividad (qué martirio) examen de lengua y examen de comentario de texto, que hubiese habido, siempre, una clase de lengua y otra de lectura. Lecturas compartidas, lecturas en voz alta, interpretadas entre varios. Lecturas de las que hablar, que proponer, que contar a los demás. Lecturas porque sí, para amar la literatura por lo que es, y no sólo por su valor histórico.

Yo leía sola, no necesitaba que nadie me dijese "ya para la semana que viene...". Y que pena que asífuese para tantos, convertido en obligación, cuando es un placer, un gran placer, una necesidad para mí, ya entonces. No estoy proponiendo que se dejara de enseñar lo que me enseñaron, simplementeque se añadiera algo más. Más sustancia.

Zirbêth, lectora.

DEMASIADOS, SON DEMASIADOS

Demasiados los blogs que voy descubriendo y me gustaría leer a diario, que barbaridad. Algunos me gustan por ser sorpendentes, otro porque me resulta fácil reconocerme en ellos. Pero son demasiados, tendría que profesionalizarme y cobrar un sueldo, y aún así me faltaría tiempo.

Por otro lado, esta gripe parece que se va a quedar conmigo el invierno. Ha empezado a pegar fotos en mis paredes y a guardar cosas en los cajones cuando cree que no miro.

Zirbêth.

UNA JOYA

He descubierto hoy a Odyseo y su El viaje de la vida. Que gran placer leerle, que enorme alegría haberle encontrado.

Zirbêth.

lunes, noviembre 15, 2004

UN TESORO PERDIDO

Saqué muy malas notas aquel año, aunque al final acabé COU y aprobé selectividad. Pero el año fue bastante malo, en general, y las amenazas por los malos resultados en el instituto no se hicieron esperar. Una de las amenazas fue la de tirarme los cómics y la capa. Supongo que desahacerse de la espada les debió parecer más complicado, aparte que no sabían de mis correrías nocturnas.

Sólo conservo la espada. Los cómics los dejé en casa de una amiga y muchos se perdieron o estropearon, tanto que me daba pena, mucha pena, y acabé vendiéndolos de segunda mano cuando las penurias económicas fueron tan grandes que necesitaba el dinero hasta para hacerme las fotos para las fichas de las asignaturas de la universidad. La capa se la di a la que entonces era mi mejro amiga, para que la escondiera en su casa una temporada. Luego, nos peleamos y ya jamás la volví a ver, ni a ella ni a la capa, que no se molestó en devolver (junto con una buena parte de mis libros de fantasía). Y eso que fue ella la que me levantó el "novio".

Me pregunto que habrá sido de mi capa. Cómo me gustaría conservarla conmigo.

Zirbêth.

UNA SOMBRA QUE SE DESLIZA

Me vestí entera de negro, creo que con una maya o algo así. Me ceñí la espada a la cintura como buenamente pude, pues no tenía cinturón y funda adecuados. Me recogí el pelo para que no asomara y me delatase. Y me puse aquella capa negra que mi madre me había regalado. Era pesada, de tela de lana gruesa, creo, con capucha y un broche negro. Pesada como para que, al andar, te mantuviese completamente cubierta.

Debía ser más de la una de la madrugada y creo que era a principios de otoño. Las clases habían empezado ya y yo estaba, como siempre, fantaseando. Me aseguré de que todo el mundo dormía y, con mucho cuidado, salí de casa. Bajé por las escaleras, para no hacer ruído. La calle estaba desierta, así que abandoné el portal con pasos sigilosos. Algunas farolas estaban fundidas, así que me pude deslizar entre las sombras. Caminé por toda la manzana, pero no encontré a nadie. Mis pasos se fueron haciendo más decididos y rápidos, y me atreví a sacar la espada. Subí por los muros que encontré, hice unas fintas luchando contra un enemigo invisible, corrí para sentir la capa flotando, hinchada con el aire. Desenvainé de nuevo (imaginariamente, no tenía vaina) y seguí luchando contra un número indefinido de enemigos. Subí por la calle, persiguiéndolos, los muy covardes huían. Y entonces, lo ví.

Me paré en seco, espada en mano, la capa cubriéndome completamente. Ninguna luz daba sobre mi rostro, así que no pudo ver quien era yo. Estaba como a unos cincuenta metros, montado en su moto y frenado bruscamente al verme. De este modo, durante escasos segundos, nos contemplamos. Y luego, salí corriendo hacia un lado y me escabullí por las sombras. Me persiguió con la moto y yo seguí corriendo, aprovechando que podía saltar por entre los muros y los setos. Le escuché frenar y retroceder para encontrar un camino por el que seguirme. Me refugié en un hueco que hacía la arquitectura del edificio, un rincón donde la luz casi no llegaba. Pasó frente a mí con la moto, muy despacio, buscándome. Pero no me vio. Cuando dobló la esquina, aproveché y salí corriendo de nuevo, aún con la espada en la mano. Debió oirme, porque al poco noté que cambiaba de dirección. Me volví a ocultar de nuevo, esta vez debajo de las escaleras de mi portal. Le vi pasar otra vez, ansioso, buscando. Le dejé avanzar hasta el final de la calle y, entonces, salí de mi escondite y aullé. Aullé con todas mis fuerzas. Se giró bruscamente, me vio, maniobró y salió tras de mí otra vez.

Torcí la esquina y entre en el portal por la puerta de atrás del edificio, justo a tiempo para verle pasar de nuevo, diría que asustado, con la moto. Volví a casa subiendo por las escaleras, a oscuras, para no delatar mi presencia, y entré en mi dormitorio. Me asome a la ventana y desde allí le vi, buscándome, pasar varias veces más. Me latía el corazón aceleradamente. Me faltaba el aliento.

Dejé la espada apoyada en la pared, colgué la capa en el armario y me puse el pijama. Hacía mucho que no me divertía tanto.

Zirbêth.

domingo, noviembre 14, 2004

CITA

"¡Bañarme, por qué! ¿Porque me voy a casar? Ya me bañé hace tres meses..."

(Peyo, "Johan y Pirluit y El sortilegio de Malasombra", palabras del Barón de Malasombra).


Zirbêth, de "peyas".

MIEDO AL COMPROMISO

Adivinad de qué parte de la humanidad voy a hablar. Vale, voy a generalizar un ratito, que ya me toca.

En mis relaciones con el sexo pretendidamente fuerte, me he topado con una cantidad increible de sujetos que se piensan y repiensan lo que te van a decir para que luego no les puedas decir aquello de "pero tú dijistes...". No deja de ser una buena actitud de precaución, pero en el fondo es miedo al compromiso. Las palabras tienen mucho valor, es cierto, pero las usamos muy a menudo bajo estados emocionales subjetivos, momentáneos. Y aunque las usemos para sellar comtrantos, no siempre suponen un compromiso. Defiendo esta postura como parte de mi creencia en que hay que hablar, y mucho, para mejorar todos los aspectos de nuestra vida. Volviendo al planteamiento que hacía en un comentario a un comentario en el post de Educación y patriotismo, hay que hablar para poder saber que piensa el contrario, para hacerse escuchar, para dejar de ser contrarios y convertirnos en interlocutores, para buscar juntos soluciones en vez de enfrentarnos por asegurarnos de tener "la razón", aunque esa absurda posesión nos deje con el problema sin resolver o, peor aún, exponencialmente empeorado.

Pero lo que en una conversación sobre, digamos, política, puede fácilmente ser un quedar por encima del otro, en materias emocionales suele tratarse más bien de un quedar fuera del alcance del otro. De no pillarse los dedos, vamos. ¡Caramba, que los sentimientos no son cadenas! Que se puede hablar y hablar, decir te amo o te odio, y nada de eso es inmutable ni inapelable. El conservadurismo es, como en tantas facetas de la vida, una tendencia fuerte y bastante explicable: cuando algo nos va bien, queremos conservarlo, retenerlo con nosotros. Nos gusta comer todos los días, nos gusta tener cierta paz interior que depende en buena medida de conservar el empleo, de mantener nuestra seguridad en el hogar, etc.

La vida es agotadora. Exige estar alerta todo el tiempoluchar a cada minuto para que las cosas vayan bien o, a ser posible, mejor. Yo, por ejemplo, necesito tranquilidad y alguien a mí lado que me mime de vez en cuando y que me de cháchara interesante. Necesito escribir, leer, domir cuantas más horas mejor. De vez en cuando, de esa agotadora lucha, necesitamos un descanso. Por eso, a veces nos decidimos a hacer unas oposiciones, para tener un puesto fijo y dejar esa parte de la batalla atrás, aunque la guerra siga. Y nos buscamos una pareja, porque nos gusta dormir calentitos y tener compañía y cariño y otras muchas cosas.

Pero.

Pero una cosa es buscar una vida mejor y otra tratar de asegurarla mediante compromisos en todos los campos. Sin embargo, durante siglos y siglos, el ser humano, en especial la parte másculina de la humanidad, ha tratado de establecer compromisos que le aseguraran ciertas seguridades para poder sentirse a salvo. Cuanto más inseguro se es interiormente, más se necesita atar y rematar los compromisos. Más se pretende asentar modelos de comportamiento cerrados, relaciones cerradas, Estados cerrados. Y a las relaciones de pareja, como a los países, se los ha amurallado, afronterado y arancelado. Porque durante demasiado tiempo las relaciones de pareja se han visto reducidas demasiadas veces a eso, a contratos, a compromisos en papeles, de manera que obligaban a las partes a cumplir determinadas acciones o no acciones, como que la mujer fuese fiel para asegurarse que la descendencia era de verdad de la otra parte contratante. Y durante demasiado tiempo también, tratar de romper ese contrato fue imposible o equivalente a firmar otro "contrato" por el cual la sociedad podía llamarte ramera, no ayudarte, dejarte pasar hambre, quitarte a tus hijos o dejártelos sin ninguna ayuda y que pasaran hambre y vergüenzas por ser hijos de una mala madre...

Este tipo de compromisos no me extraña que den miedo, caramba. Pero afortunadamente para nosotros en este pedazo del mundo, eso está cambiando. Ahora, estamos llendo al otro lado de la balanza. Será el impulso, digo yo...

En serio. Los compromisos entre las personas pueden hacerse de dos modos (bueno, de más, pero déjenme que me refiera a estos dos modos): unión a la antigua y poco feliz usanza, contrato que compromete a las partes a estar juntas y que, de querer dejar de estarlo, les va a costar una pasta en el mejor de los casos y que, si sólo una quiere dejar de estarlo, la otra va a poder usar ese contrato para joderle vivo a poco que se lo proponga (¿verdad, mami?); asociación responsable de las partes, que si les apetece hacerlo con papeles allá ellos, pero que no es ni remotamente necesario.

Claro, el problema es que sin esos contratos, ¿cómo nos aseguramos mínimamente de que las partes contratantes cumplan sus responsabilidades? Porque si hay hijos de por medio, y la pareja se rompe, ¿quien se los queda, quien los mantiene, quien asume la responsabilidad? Y esto si que es triste, porque una cosa es la pareja y otra un hijo, y si bien el amor de pareja puede acabar y que cada uno tire por su lado, un hijo es otra responsabilidad distinta.

Tanto compromiso por escrito delata que el problema es una cuestión de falta de responsabilidad. Deberíamos tratar de educar personas responsables, en vez de gente dependiente de la ley, que la usan como escudo defensivo ante las agresiones o como modo de evitar los compromisos. Las leyes son necesarias, pero más necesario aún es enseñar a la gente a ser responsables de ellos mismos y de sus actos.

Pero se me ha ido la pinza y no he comentado lo que quería comentar. Voy a ello.

Si las personas fuésemos más responsables de nosotros mismos, incluiríamos entre esas responsabilidades la de nuestros propios sentimientos. En una relación, los sentimientos van cambiando, haciéndose más o menos profundos, las personas cambiamos constantemente y con ellos lo que valoramos y lo que necesitamos. Lo que hoy te hace feliz puede no hacerte feliz dentro de diez años. Lo que uno cree necesitar bajo la influencia de las carencias suele estar desgraciadamente magnificado como visto a través de una lupa, o peor, de un microscopio. Y puede llegar a obsesionarnos y a convertirse en razón de vivir. De esa fatal debilidad es de lo que hace su agosto el consumismo, ofreciéndote parches y más parches para esa necesidad no cubierta, muchas veces por no poder definirla del todo, con cosas y más cosas que, claro, a la larga (o no tan larga) se demuestran no necesarias de verdad. Que feo está aprovecharse de la debilidad ajena, y que gran negocio se ha hecho de ello.

Pero volvamos al campo de los sentimientos. Si yo digo te quiero a alguien, significa eso y simplemente eso. Es más que posible que ese sentimiento cambie, aumente o desaparezca. No es que no haya que ser cuidadosos con lo que se dice, pero tampoco hay que llegar a extremo de no decir nada para evitarse tener que dar explicaciones más tarde. Que los sentimientos cambien es lo más normal del mundo. Pero claro, para esa parte de nosotros condicionada a que hemos de conservar lo que nos hace felices y que podemos usar el peso de la ley, o del compromiso, para conseguirlo, las palabras se convierten con demasiada facilidad en ataduras, en vez de ser un medio de comunicación.

Decir lo que se siente es un placer, un privilegio. Es nuestra prerrogativa de seres con el don de la palabra. Eso sí, sin olvidar ser responsables. Decir te quiero no te ata para siempre. Como tampoco decir te odio. Lo que me parece una lástima es atar la lengua por miedo a un compromiso que no es tal

No sé si he logrado explicarme. Y no ha sido tan generalizado o topiquista como podria haber sido, ¿no?

Zirbêth.

NAVIDAD

Me gustaba mucho la Navidad de pequeña porque significaba vacaciones, ver a los abuelos, a los primos y demás familia lejana, viajar a otra ciudad, casi siempre Granada, regalos de Papá Noel, montar el belén, tirarnos por las escaleras de piedra a "rastraculos", jugar, jugar, jugar, pedir aguinaldo y comer roscos de anís y turrones y hojaldrinas, y que me dejaran beber sidra.

Ahora, la Navidad es sólo trabajar más sin paga extra, ver a la gente alrededor despilfarrando y siendo amables por condicionamiento operante estacional, que se pongan música pretendidamente navideña desde principios de Noviembre, que muchos se acuerden de tí sólo para reprocharte que no pasas la Navidad con ellos, que te traten de obligar a estar de humor navideño, de ser megafeliz y que, por supuesto, si no tienes pareja, te la busques a la de ya. Vayas a desentonar, vamos.

Este año, por segunda vez, voy a pasar la Navidad en Valinor sola. El año pasado, al menos, él se vino a pasar la Noche Vieja, pero este año voy a estar sola del todo. Creo que voy a hacer como si no existiera, como si la cosa no fuese conmigo. O eso, o caeré vencida ante la presión social y me gastaré dinero que no debo y me echaré un amante navideño.

Espero que su perro no se llame Ruddolf...

Zirbêth.

TÉ HECHO EN LECHE

Los ingleses me miran mal. Cuando voy a una cafetería, a veces me pido un té hecho en leche, es decir, leche caliente a la que se le pone dentro una bolsita de té. Me miran con cara alucinada, de incredulidad a veces, de estar ante un hereje otras. Y yo trato de explicarles, de manera bastante confusa, lo admito, que en Granada al té servido de ese modo se le llama pakistaní (la receta es leche, canela en rama y bolsa de té). Se sirve así en las teterías del Albaicín, y los dueños de tales establecimientos suelen ser gente de origen marroquí, egipcio, me disculpan la ignorancia, procedentes de los países árabes. Y si lo llaman pakistaní, digo yo que por algo será. Pero el otro día, en una cafetería por estos lares donde los dueños eran árabes, me pusieron la misma cara de sorpresa y, ante mi explicación, me aseguraron que ellos no le ponen leche al té.

Así que aquí me he quedado, con la duda. ¿Alguien que pueda arrojar algo de luz sobre el asunto?

Zirbêth, tomándose un té de origen desconocido, porque para colmo le ha puesto miel. El agua, pa los patos.

sábado, noviembre 13, 2004

ACLARACIÓN

Este es mi blog. A veces, lo uso para desahogarme, lo cual significa que digo cosas con rabia o pasión y que mis palabras, como reflejo de las emociones, no son verdades absolutas, solo emociones desplegadas. Es decir, que si alguien entendió de mis palabras de rabia que le odiaba, está muy equivocado. Una cosa son los estados de ánimo y otra los sentimientos profundos.

No olvidemos que soy una rebelde, incluso ante esta sabia afirmación: "El hombre es el dueño de sus pensamientos, pero el esclavo de sus palabras". No pienso dejar que nadie me esclavice.

Zirbêth.

REALIDAD Y CERTIDUMBRE

La realidad: que no importa que él no me corresponda como a mí me gustaría, que no importa que nos separemos, que se vaya a las antípodas: le quiero. Y eso no va a cambiar de la noche a la mañana, ni de un mes para otro y, además, tengo mejores cosas que hacer que lamentarme por este final que se desliza sobre mí. Total, siempre he sabido que era así, aunque me empeñase en tratar de creer otra cosa.

La certidumbre: el que nadie entienda porque le quiero, porque no voy a dejar de quererle, porque no voy a pasar a odiarle, porque no voy a desterrarle de mi vida, porque en el fondo no me importa que este amor no me lleve a ningún sitio aparte de donde ya he llegado y estoy, porque no le exijo que cambie de planes, de vida, que cambie, en fin, porque no voy a cambiar yo los míos, mi vida, yo, en fin, que mientras pueda hacerle feliz y hacerme feliz compartiendo algún momento con él, lo voy a hacer aunque no sea lo más "lógico".

El amor no se puede medir por patrones, no se deja, por más que nos empeñemos. Todos buscamos la felicidad, pero esta es distinta para cada uno de nosotros. Además, uno puede saber que ciertas cosas le harán feliz, pero también debe recordar que hay muchas otras que le pueden hacer feliz y uno ni siquiera las imagina. Hay que ser capaces de adaptarse a la felicidad, estar preparados para descubrirla debajo de la máscara con la que elija presentarse ante nosotros. Rechazarla porque no lleva la indumentaria que queríamos que llevara es una gran estupidez.

Zirbêth, feliz.

LA INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL DESPISTE Y LA MANÍA POR EL ORDEN

Hoy he llegado al trabajo y me han endosado una de esas tareas que ayudan a que el tiempo pase considerablemente más rápido: reordenar accesorios. Así que me he montado una pared de accesorios de fútbol, otra de juguetes y luego me he puesto con el pilar de equipos de futbol. Y en él me he quedado, porque era sábado, ese pilar está al lado de las cajas y no me han dejado decicar más de diez minutos seguidos a una misma cosa. Así que, enfrascada como estaba en mi tarea de decidir dónde y como poner todo (blocks de notas, lápices, bolígrafos, conjuntos de escritorio, ratones de ordenador, anuarios, toallas, sábanas, escudos, bolsas de gimnasio, mochilas, llaveros...), se me ha pasado el tiempo tan volando que, al llegar mi hora de irme, las cinco, me he dicho "Ya, me voy ahora, y mañana me vuelvo a encontrar todo echo una pena. Nada, me quedo una horita más y termino." Exacto, no he terminado, aunque ya sólo me falta mover las gorras y traerme cosas de abajo para rellenar huecos.

Estaba tan enfrascada, tan concentrada, que me han tenido que advertir de que mi hora extra había acabado y no ha sido hasta que he formado que me he acordado de un pequeño detalle: ¡tenía un concierto a las siete y media! Horrible, de verdad. Me regaló Victoria la entrada, me la compró y la mandó por correo, me llamó ayer para recordármelo, me dejé la ropa preparada y el cojín que me habían recomendado llevar para combatir la dureza de las bancas de la iglesia. Pues nada, no he llegado. Sábado y, claro, las calles abarrotadas y el autobús yendo lentísimo. He llegado a casa a las siete, con la lengua fuera. He mirado los horarios de autobueses para ir hasta la citada iglesia, pero no ha habido manera. Así que, nada. Aquí estoy, contando esta absurdez en vez de estar relajada escuchando el Requiem de Verdi.

No se puede ser a la vez despistada y maniática del orden.

Zirbêth.

SUEÑO REPARADOR

O algo así. Me tumbé sobre la cama con los pies fuera del borde, colgando ligeramente por la esquina inferior derecha, de manera que quedaban justo frente al potente chorro de aire caliente de la estufa. Esa estufa que tanto quiero, tipo torre, que gira y puede ser ventilador en verano y que no es demasiado ruidosa. Se vendrá conmigo de vuelta a España.

Me decía mi mami el otro día, cuando le comentaba que me iba a tener que deshacer de un montón de cosas, "Que duro, ¿verdad? Es como si te arrancaran parte de tu vida." Y no vayan a pensar que es cosa de materialismo compulsivo. Es que tengo la certeza de que en mis objetos personales se queda una parte de mí (y no me refiero a cosas como cabello en el cepillo del pelo), parte de mi vida está adherida a ellos. Me cuesta, especialmente, desprenderme de mi ropa y de los libros. De aparatos eléctricos ya no tanto. Salvo, en este momento, de mi ordenador, que coincidiran conmigo en que es otra cosa, y de esa estufa de la que hablaba, que me ha permitido tantas mañanas, tardes, noches, de piel desnuda y alegría.

Poco a poco, conforme los pies me iban entrando en calor, me fui adormilando. Apagué la estufa y me metí en la cama, calentita, relajada. Leí aún unos minutos más. Me dormí, finalmente, y no recerdo mis sueños de esta noche. No de momento, aunque sé que he soñado y si me esfuerzo un poco, lo recordaré. Sigo un poco ansiada, pero ya me he hecho el cuerpo a lo de pasar aquí la navidad. Le sacaré partido, si no en algo productivo, en jugar, como ya viene siendo tradicional en esas fechas, a Diablo II.

Lo malo va a ser decírselo a mi madre.

Zirbêth.

SEAMOS REALISTAS

Tras hacer las cuentas del Gran Capitán, la verdad, no debo volverme a España hasta después de Navidad. Necesito trabajar un tiempo más aquí, por varios motivos: reunir dinero suficiente para pagar lo que me queda por pagar del ordenador, el dinero que le debo a mi casero, haber cotizado para conseguir seis meses de paro al llegar a España y volverme con algo de dinero para abordar los gastos que voy a tener que abordar. Voy a ver si cambio el vuelo del 16 de diciembre por uno el 10 de enero, más o menos, y así podré irme con la conciencia tranquila y algo de dinero en el bolsillo.

Menudo subidón de ansiedad tengo.

Zirbêth

EN GENERAL

Todo el capítulo X de La Educación y el Orden Social de Bertarnd Russell, Educación y patriotismo, es estupendo. No tiene desperdicio. Sólo por este capítulo, ya ha merecido la pena comprar el libro. No puedo copiarlo íntegro, pero os insto a todos a leerlo. Lástima que en otros tema, como la educación y el sexo, no lo tuviese tan claro.

Zirbêth.

viernes, noviembre 12, 2004

PATRIOTISMO: CITA Y REFLEXIÓN

Ya llevo casi dos tercios de La educación y el orden social, de Bertrand Russell. Este hombre, de quien el Calvo insiste que lo que hay que leer es la Lógica, publicó por primera vez este libro allá por 1932, así que muchos de los planteamientos que hace resultan un tanto anacrónicos. Pero cómo reflexiones, siguen teniendo su valor, aunque en ocasiones sea sólo anecdótico. Y sirven también para apoyar aquello que decía Morin sobre que incluso al investigar y tratar de ser objetivos, somos presa de la subjetividad de nuestras circunstancias y las sociales, y acabamos investigando sobre aquello que nos interesa y para lo que nos interesa, marcado a su vez más o menos intensamente por los intereses sociales de nuestro entorno y momento.

Pero en el capítulo X, Educación y Patriotismo, sigue, lamentablemente, de plena actualidad, sobre todo si tenemos en cuenta que él nos habla de los países poderosos, es decir, su propio país natal, Inglaterra, y otros como Estados Unidos o Japón en aquel momento.

"Las funciones del Estado son en parte internas y en parte externas. [...] Puede decirse, en un sentido muy amplio, que los fines internos del Estado son buenos, mientras que sus fines externos son malos. Esta afirmación es, por supuesto, demasiado simple para ser del todo una verdad, pero es una primera aproximación que nos resultará útil. Los fines internos del Estado incluyen proporcionar al país medios como acrreteras, alumbrado, educación, policía, leyes, servicios postales, etc. Uno puede estar en desacuerdo con algunos aspectos de la administración pública, pero sólo un anarquista se atreverá a decir que estos fines son, en sí mismos, indeseables. En lo que a las actividades internas respecta, el Estado merece, en conjunto, la lealtad y apoyo de los ciudadanos.

Sin embargo la cosa cambia cuando pasamos a considerar los fines externos. En relación con el resto del mundo, los fines de un gran Estado son dos: defenderse contra las agresiones y ayudar a sus ciudadanos a explotar a otros países. La defensa contra las agresiones, siempre que sea legítima y necesaria para impedir una invasión, puede considerarse, prima facie, como algo útil. El problema es que los mismos medios que son necesarios para prevenir una posible invasión, son también los convenientes para la explotación de otros países. Los principales Estados del mundo tratan de sacar provecho del trabajo y de la riqueza mineral de los países menos poderosos, y utilizan con este fin unas fuerzas armadas cuya misión es, en teoría, defensiva. Así, por ejemplo, cuando se encontró oro en el Transvaal, los británicos lo invadieron. Lord Salisbury aseguró a la nación: "No vamos en busca de Oro". Pero, sea como fuere, fuimos precisamente a donde estaba el oro, y al acabar la guerra los yacimientos estaban en nuestro poder. Por poner otro ejemplo: todo el mundo sabe que los británicos fuimos al sur de Persia movidos por el deseo de ayudar a sus habitantes, pero es dudoso que nos hubiéramos interesado tanto por su bienestar si no hubieran vivido en un país repleto de petróleo. Podríamos hacer observaciones similares sobre las hazañas de Estados Unidos en Centroamérica. De igual modo puede decirse que los motivos de Japón para invadir Manchuria son, por supuesto, de lo más noble. Pero se da la curiosa circunstancia de que coinciden con los intereses de la economía japonesa.

No creo que sea una exageración decir que las actividades externas de los Estados más poderosos de nuestros días conllevan la utilización de las fuerzas armadas, o la amenzada de hacerlo, con el propósito de apropiarse de riquezas que pertenecen, por derecho, a países menos poderosos. Si un individuo realiza una acción de este tipo se le considera un delincuente, a menos que actúe a gran escala. Pero si es el Estado quien lo hace, a los ciudadanos les parece admirable."

(Bertrand Russell, La Educación y el Orden Social, X. El patriotismo en la educación, Edhasa 1987, 2004.)


El capítulo continúa explicando los riesgos del patriotismo en la educación, sobre todo en la educación pública, pues empezando con argumentaciones como que el amor a la tierra en que uno ha nacido, a las tradiciones, incluso a ciertas hazañas históricas son dignas de aprobación y que en principio son de amor hacia el propio país, se acaban utilizando como herramienta para fomentar el odio hacia otros países.

"Como casi todos los malos sentimientos, se disfraza de lealtad. Si se quiere que un hombre cometa un crimen abominable ante el que normalmente hubiera retrocedido con horror, hay que inculcarles primero un sentimiento de lealtad hacia alguna banda criminal y, luego, hacer que tal crimen le parezca un alto ejemplar de lealtad. El patriotismo es un buen ejemplo de este tipo de proceso. Consideremos, por ejemplo, la veneración a la bandera. La bandera es el símbolo de la capacidad marcial de la nación. Evoca batallas, guerras, conquistas y actos heróicos. A un inglés la bandera le sugiere Nelson y Trafalgar, no Shakespeare, Newton o Darwin. Las obras que han hecho los ingleses en bien de la humanidad no las hicieron como ingleses, sino como individuos. En cambio, las cosas que hacen los ingleses conscientes de ser ingleses, o precisamente por ser ingleses, son mucho menos admirables. No obstante, esto último es lo que evoca la bandera y lo que se pretende que admiremos."

(Bertrand Russell, La Educación y el Orden Social, X. El patriotismo en la educación, Edhasa 1987, 2004.)


Si nos fijamos un poco, lo que Aznar estaba intentando con aquello de que "estuviésemos entre los países que cuentan" es llevar a España de vuelta a los años de Felipe II, es decir, a los tiempos de las grandes conquistas y riquezas, en los que, por supuesto, los que se enriquecían eran los nobles y altos funcionarios, a costa no sólo de los países conquistados, si no de los pobres infelices que iban de carne de cañón. Y ahora, lo mismo, sólo que no creo que fuese tanto por hacer figurar a España en esa dichosa lista, como por figurar él en fotos y demás. Y que la carne de cañón no son sólo los soldados que van allí, si no todo el dinero desviado de la administración para pagar esa maniobra política. No, no olvido el hambre que pasaba el pueblo en tiempos de Felipe II, pero lo grave es que ahora se supone que somos un Estado democrático y que los gobernantes son funcionares al servicio del pueblo. Y ese dinero lo podrían haber utilizado para crear empleo, para sanidad, educación, desarrollo de fuentes de energía alternativa y ecológica...

Y, llendo aún más lejos. Si os fijáis, aunque en España no sea tan llamativo como aquí en Inglaterra, el fútbol, el rúgby, los deportes en general, son los otros eventos en que la bandera se pasea y venera. Los futbolistas son los héroes y las copas, conquistas. Es muy fácil que, una vez despertado el amor a la bandera y la lealtad a la bandera por cosas como el fútbol, uno siga pa´lante con la lealtad.

Pero, sin embargo, la necesidad de disfrazar las intervenciones militares y las guerras que países como Estados Unidos lleva a cabo en Iraq, Afganistan y tantos otros lugares, han de ser cada vez más barnizados y disfrazados como liberaciones e intervenciones por la paz. Y que, cuando se ve claramente que la excusa no cuela, se trata de hacer pasar como un acto de legítima defensa.

Que me digan que demonios pinchaba España en Iraq, dado que ni fuímos a liberar a nadie ni teníamos que defendernos legítimamente. Y si que un país pueda suponer una amenaza para nosotros, como afirma Bush y los americanos tragan, ¿por qué no hacen uso de estrategias más civilizadas, como la diplomacia? O, ¿por qué no declaramos la guerra a los Estados Unidos, que se han demostrado una amenaza para el mundo y tienen, ya lo creo que tienen, armas de destrucción masiva?

Bien sencillo: no tenemos nada que rascar, nada que ganar. En fin, a ver si combatimos la amenaza fascista y retrógrada que tenemos encima a base de pensar y aprender. No olvidemos que "La pluma es más fuerte que la espada"

Zirbêth.

ATAQUE CONSUMISTA

Mirad, he llegado a la conclusión de que esto de estar todo el día recogiendo dinero de manos ajenas y colocándolo en una bonita caja metálica unos cenímetros más tarde, es malo para la salud mental. Y es que, tranquilamente, hoy han pasado por mis manos, en unas cuatro horas, más de seis mil libras, que en euros son unos nueve mil euros.

Y yo, sin un duro, sin un sol, sin plata, sin un chavo, sin una mala libraaaaa. Y así, con los ojos rojos de tanto ver pasar dinero, como llovía me he metido en la tienda que hay justo al lado de la mía. Y he babeado profusamente porque, así, sin exagerar, he visto al menos tres vaqueros, dos pantalones de pana, cuatro faldas variadas y unos siete jerseis, eso sin mencionar zapatos o ropa interior o pijamas, que me hubiese comprado del tirón sin pensármelo. Menos mal que no tengo un duro, ni un sol, ni plata, ni un chavo, ni una mala libraaaaa, o me la hubiese gastado de mala manera.

Como consuelo debo decir que me he traido un montón de pares de calcetines gratis, de eso vendidos por paquetes y que están perdidos, que parece ser que prefieren tirarlos a poner a alguien a emparejarlos. Que nos sirvamos, han dicho, y yo rauda y veloz. Con lo que me gustan los calcetines, vamos.

Zirbêth.

¡CARAMBA!

Tiene mucha gracia: alguien ha caído en mi blog buscando consejos sobre "como hacer el amor salvagemente" (copio textualmente). Se habrá llevado una buena decepción. En fin, a lo mejor debería plantearme leer el Kamasutra, para poner alguna cita, de vez en cuando...

Zirbêth.

EL SABER NO OCUPA LUGAR

Ya, sí, una vez lo llevas puesto, porque cuando está condensado en páginas y páginas de libros, ya te diré si ocupa lugar. Soy muy consciente de ello ahora mismo, porque al final voy a llevar a revender un montón de mis libros de segunda mano, si encuentro un día en que hacerlo. Me muero de sueño.

Zirbêth

jueves, noviembre 11, 2004

SENSIBILIDAD, ¿SIN SENTIDO?

Mi madre me ha contado que cuando era pequeña era una niña muy sensible: no se me podía gritar al regañarme, porque me impresionaba tanto que me desmallaba. Mi abuelo, su padre, me defendía incluso cuando me merecía el regaño, porque (y ahora me inflo hasta romper la camisa) era su nietecilla querida. Yo no recuerdo nada de los desmayos, aunque sí que recuerdo a mi abuelo mimándome y cuidando de mí. A mi madre, eso de que me defendiese siempre seguramente le sacaba de quicio, porque debía estar convirtiéndome en una malcriada. Sin embargo, yo creo que el efecto de esa consideración hacia mi linda personita y el hecho de que me hablase tanto, lo que produjo fue que me acostumbrara a que me dieran explicaciones por todo y para todo. A mí, eso de que me dieran una orden y esperar que la cumpliera sin más, no me funcionaba. Yo quería saber por qué, para qué, en lugar de qué... Debía ser un engorro para profesores y cuidadoras, eso de que un mico de cinco o seis años les estuviese pidiendo explicaciones y discutiéndoselo todo continuamente. Porque, como buena parte de mi infancia la pasé entre adultos, no sólo estuve bastante mimada, sino que las conversaciones que a mí alrededor hubo no eran para niños y las personas con las que jugaba hacía ya tiempo que habían dejado atrás la infancia. Yo jugaba con mis tíos y tías, que estaban todos en la adolescencia, y me leían cuentos de mayores, me enseñaban juegos de mayores y me llevaban a sitios de mayores, si no quedaba más remedio. Así, mi vocabulario no era precisamente el de una niña de mi edad, cosa que hoy en día choca menos por el efecto escuela incontrolada de la tele, pero por aquel entonces mi modo de hablar y contestar y meterme en las conversaciones de los mayores seguro que me hacían parecer una marisabidilla.

Me encantaba. No es que no disfrutara en los juegos con los niños de mi edad, es que cuando eres pequeño no hay nada más fascinante que el mundo de los mayores. Mis tías hacían figuritas de barro y las pintaban, escribían cuentos con letras primorosas, cosían y hacían trajes maravillosos, dibujaban rosas y otras cosas en las paredes. ¿A quien le importaba lo que mis compañeros de la guarde hicieran con la plastilina, si mis tías esculpían extraterrestres con arcilla y alfileres, mi abuela tejía jerseis y colchas con sus largas agujas sin mirar siquiera lo que hacía, si mi abuelo hacía crecer plantas maravillosas que daban frutos deliciosos? Disfrutaba de los niños y las niñas, pero cuando se podía hacer cosas chulas con ellos. Creo que ya en la guardería resaltaba por quedarme leyendo a mi bola (porque aprendí a leer con tres años, me enseñó mi abuelo), en vez de irme a saltar a la comba o a pegarme por el patio con las otras niñas (no recuerdo si era mixta la guardería).

Pero me pierdo. Aquellos desmayos, que pueden parecer una exageración mía, me cuentanque eran reales, que no eran fingidos. Y creo que fueron una pasada: mi sistema nervioso utilizaba una técnica sencillamente infalible para no pasar malos ratos. Es decir, me iba al suelo sin sentido, pero creo que mi sistema nervioso tenía muy buen "sentido" al hacerlo. Quien pudiera ahora, de mayor, cuando te viene alguien, no sé, un jefe jefazo, poner los ojos en blanco y caerte al suelo. Pero no, ahora utilizo un método acorde con mis dimensiones actuales y, supongo, también la edad. Mi genio y mis gritos son bastante conocidos. A veces me paso, sinceramente, pero jo, cómo disfruto. Y también es mucho más probable que, ante un mal rato, me entre una mala leche terrible antes que darme por llorar. Bueno, por lo general acabo llorando, pero antes, unos buenos gritos.

En fin, menos mal que no me abrí la cabeza en ninguna de esas desconexiones.

Zirbêth.

NADIE

Si ningún hombre ha de estar por encima de la ley, ¿no deberían pagar, por poner un ejemplo, los responsables de los españoles muertos en Irak (¿los hubo?, no recuerdo) que fueron enviados allí a una guerra a la que España, el pueblo español, no quería ir? Porque no fueron voluntarios, mercenarios, o lo que sea, como en el caso de las ONGs, los españoles que fueron como representación del apoyo de quienes estaban a cargo del Gobierno de España por aquel entonces, que hicieron de su capa un sayo en un asunto tan peliagudo y que nos puso en el punto de mira de cierto tipo de terrorismo del que, hasta entonces, habíamos estado a salvo y pasaron de escuchar al pueblo al que, que fácilmente se les olvida, representan. No, los mandaron allí, y me da igual que no fuesen a disparar y sólo a hechar una mano en intendencia, me da igual. Tan responsable en una guerra es el que dispara como el que le lleva las municiones para que dispare o le pone gasolina en el tanque para que este avance y dispare.

Claro, está bien que alguien que ha robado al herario público vaya a la cárcel. Estoy de acuerdo. Pero el herario público, siendo importante, es menos importante que las vidas perdidas en Irak, o en Madrid como resultado del atentado. Si la vida es más valiosa que el dinero, y en eso todos coincidiremos, se me gastaría el dedo señalando gente que debería ir a la cárcel como responsables de esas muertes, de esas vidas perdidas, antes de que hubiese terminado. Pero no, por esos "errores", no van a pagar.

Zirbêth.

DOS HORAS DE ACTIVIDAD FRENÉTICA

He estado empacando cosas. Tengo listas dos mochilas de ropa y zapatos, dos maletas pequeñas de libros, una mochila pequeña de libros y el maletoncio grande con ropa, libros y cds. Deben de pesar más de cien kilos, entre todos. Espero que alguien me acompañe, mejor dicho, me lleve, al menos, hasta la parada del autobús. Y pelas para el sobrepeso. A ver si me perdonan algo, porque esto es tremendo. Para el último viaje, el de diciembre, dejo la bici (que no cuenta como peso), el ordenador y la última tanda de ropa y libros, ya muy pocos, porque voy a revender un montón, si encuentro quien lo haga. Todavía tendré que hacer un hueco a la tienda de campaña, la videoconsola, desmintar y empacar adecuadamente todas las fotos y los tres posters. Me gustaría llevarme la estufa y he de enviar, y esto creo que sí voy a hacerlo por correo, las copas de metal que compré para atrezzo del corto. A ver si esta tarde, al volver del curro, paso el aspirador y dejo las cosas medio ordenadas. No sé que haré con cosas como toallas, sábanas, edredón, etc...

Zirbêth, organizando, que es gerundio.

REFLEXIÓN

Decía Maguncia que uno de mis posts le había hecho pensar en la soledad, en cuando es impuesta y cuando es buscada y cuán diferentes son las emociones que nos embargan en cada una de esas condiciones. Y estoy de acuerdo con ella.

Soy una contradicción con patas. Me quejo estos días de soledad, pero es que me refiero a un tipo de soledad muy concreta. Es horrible que lo diga así, pero me sobra casi todo el mundo, me gusta estar sola y a mí bola. Me cuesta mucho dejar entrar a alguien en mi espacio personal y suelo preferir hacerlo de uno en uno. Una persona hoy, otra mañana. Me vuelvo adicta a determinada compañía y por mí no dejaría entrar en esa soledad compartida a nadie durante días, meses, años. Soy absorvente, me gusta acaparar a determinada persona y tener largas conversaciones y silencios con él o ella. No es que no quiera que esa persona siga con sus amistades y demás, lo que quiero es que, cuando esté conmigo, esté conmigo. Con nadie más. Es un coñazo, y afortunadamente no es siempre así y soy capaz de compartir a quien sea, aunque a veces me cuesta horrores.

También adoro a mis amigos y soy feliz cuando todos nos reunimos y conversamos, en esas reuniones de trabajo en que estamos preparando el atrezzo para una obra de teatro o cosiendo (grapando) un enorme dragón, o lo que sea. Me encantan los juegos, las bromas, las conversaciones más o menos serias. Pero no siempre consigo tener esa disposición de ánimo. Por eso, aunque haya quedado con ellos y sepa que vamos a estar muy ocupados, siempre llevo un libro. Y si nos vamos a un parque a charlar, a veces me alejo y me siento en un banco, o árbol, donde sea, desde donde pueda verlos. Y leo. Leo y levanto la vista a menudo para verles reir y charlar. Es curioso, porque siento una especie de añoranza por no estar con ellos, pero es que necesito estar sola. Descansar la mente, reconcentrarme en mí persona. Disfruto mucho viéndoles allí sentados, en grupos o todos juntos, leyendo en voz alta, cantando, haciendo lo que sea. En un momento dado, me obligo a volver y a participar y, aunque esté incómoda un rato, disfruto mucho. Hay, además, mucho amor y confianza entre nosotros, nos achuchamos, repantingamos unos en otros, nos pegamos, hacemos cosquillas. De todo.

Me siento sola ahora que no tengo ninguno de esos verdaderos amigos a mano. Quedar con Oron para ir a ver libros, los dos en silencio demasiadas veces, aunque por msn hablamos sin parar. Irme con Rhiwen para hablar sin ton ni son de hombres, de disfraces, de recuerdos, de ideales. Con Tharkas para hablar del reino y del amor, probablemente nuestros dos temas recurrentes. Con muchos otros, para ir descubriéndonos. Porque, la verdad, a veces en esas reuniones no paramos de hablar entre nosotros, pero no tanto de nosotros, y si tengo un defecto en el que soy constante, es que no se me da nada bien hablar de intrascendencias, de trapitos, de temas comunes, hasta que no he establecido ciertos vínculos. Ya sé, para el resto suele ser al revés. Primero, una buena temporada de cine, música, temas sociales superficiales, más adelante, habiendo chequeado, testado, no sé qué, al contrario, entonces inician acercamientos más íntimos. Yo siempre he ido, y voy, al grano. Lo cual ocasiona no pocos sinsabores pero grandes satisfacciones. Por eso las opiniones están enfrentadas y hay quien afirma que hablo por los codos y quien piensa que soy callada e introvertida. Necesito cojer confianza. Con aquellos con los que apenas hablo es porque son mis opuestos, son de esas personas a las que les cuesta abrirse, de las que necesitan tiempo para hablar de verdad. Me pasa eso con Indil y, en menor medida, con Draufin (es que él está loco, ingeniero perdido, vamos, su mente es un mundo alternativo, y creo que no paralelo): siguen siendo tan lejanos, tan desconocidos. Otros, como Dalreth, es solo cuestión de encontrar un momento para sentarnos y hablar. Y como con ella, con muchos otros. También hay, por supuesto, con los que no encajo, y es un problema gordo, porque no sé fingir. No lo hago en el trabajo, donde hay quien me adora y quien me odia a muerte, así que mucho menos en relaciones de amistad. Eso sí, trato de no ser desagradable y escurro el bulto.

En mi soledad, todo el mundo es bienvenido, de uno en uno, cuando ya nos conocemos, de dos en dos, incluso en grupo. Pero me aturullo cuando voy a esos encuentros en que todos nos conocemos de vista, sabemos que tenemos cosas en común (empezando por Tolkien), pero es muy difícil encontrar un momento para hablar tranquilamente, para conocerse. Por eso, paso mucho tiempo sola en esas reuniones, observando, escuchando, disfrutando de ese estar acompañada pero sin dejar de estar sola. A veces no me gusta, me da envidia esa gente que se mete en medio del follón y disfruta muchísimo. A mí, me cuesta. Unas veces menos que otras, pero me cuesta. Y una tontería: si siento que estoy guapa, me cuesta menos. Por eso, de mi modo de vestir uno puede inferir si estoy más o menos sociable. Si voy con ropa suelta y cómoda, probablemente busco soledad, o si voy con ropa de hombre. Si me pongo mis mejores galas, ropa que se ajuste a las curvas y tal, es que quiero compañía. Aunque esto es más un indicador que una norma. Si no paro de cambiarme de ropa sin motivo aparente, probablemente me siento totalmente fuera de lugar. Como en cierta Cena de Gala y Noche Intemporal en que, rodeada de gente vestida con sus mejores galas, yo me puse unas mayas elásticas, un jersey enorme de hombre, las zapatillas de deporte y me refugié detrás de una cámara.

Y enamorarme. Eso sí que me cuesta. Porque necesito encontrar a alguien que me ponga física y mentalmente y que, además, cómo yo, le guste ir a su bola. Si soy capaz de tolerar a esa persona cerca incluso en mis momentos de absoluto encierro, es que todo va bien. Claro que, cuando encuentro alguien así, suelo ser agobiante durante una buena temporada para él, y para los amigos habituales es que desaparezco del mapa, vamos. Un desastre, eso es lo que soy.

Así que me quejo estos días de soledad porque él no está conmigo y porque no tengo la posibilidad de llamar a alguien y que venga a verme o de quedar con quien sea, un rato. Pero tengo a mi nueva compañera de piso tratando de hablar conmigo, invitándome a su habitación, y yo aquí, sentada frente al ordenador, pensando en él, en la gripe, en qué escribir, en por qué no escriben más los blogueros, en lo lejos que están mis amigos, decidiendo que leer, pensando que tendré que ir a trabajar dentro de un rato y que, seguramente, no me apetecerá. Ya sé que debo salir y ver gente, pero no es la gente a la que me apetece ver.

Así que estoy la mar de a gusto en esta habitación, sola, sin nadie que me de la brasa, pero a la vez me siento sola. Soy compleja y egoista, supongo. Aunque alguien me dijo una vez que era más simple que el mecanismo de un chupete, y en parte estoy de acuerdo.

Zirbêth.

miércoles, noviembre 10, 2004

POR FIN ME HA DADO EL AIRE

Bueno, no ha estado mal. El día ha sido muy tranquilo en la tienda y he estado enseñando a una chica nueva española todo acerca de la caja. Mañana le voy a hacer medio turno a una chica, una pedorra debería decir, que tiene más cara que espalda, pero necesito la pasta, que me he pasado un montón de días sin currar por culpa de la maldita gripe. Por lo demás, el día no ha sido gran cosa,aunque ha habido un momento de exasperación tremendo, de decir, el veintisite me voy a España y me da igual perder el dinero invertido ya en los vuelos. Me vuelvo y me busco un curro para Navidad, un "loquesea", porque esta soledad me tiene frita. Pero bueno, me calmaré poco a poco, supongo, y acabaré disfrutando un montón de lo que me queda de estar aquí. La verdad es que, si no fuese por la gripe y que no tengo un duro, ya estaría disfrutando.

En fin, esto no es más que otro post insulso de gripe y cabeza caliente.

Zirbêth

ASÍ DE SENCILLO

Tras años de darle vueltas al coco, he llegado a una conclusión de vital importancia que voy a ser generosa y compartir con todos vosotros: La base de la fuerza de voluntad consiste, sencillamente, en no preguntarte qué te apetece hacer. No te preguntes, no dejes el más mínimo resquicio al planteamiento de tal cuestión y ponte a hacer eso que se supone que tienes que hacer. Así, se sufre menos. Te pones, y en paz. Que si te lo planteas, seguro que se te ocurren mil quinientas cosas mejores que hacer que eso que debes hacer por narices. Así que me voy a vestir, me voy a abrigar bien y me voy a ir a trabajar, antes de que la tos y los mocos se confabulen con la apatía y me quede otro día más en casa. Necesito el dinero. Necesito el dinero, necesito el dinero, me repetiré como un mantra.

Zirbêth.

CUCURRUCUCÚ, PALOMA

¿Cuántos años hace de esto? No tengo ni idea, la verdad, pero aún teníamos la casa de la playa, la familia no estaba tan distanciada y peleada (el dinero siempre acaba pesando más en la balanza que los sentimientos), mi vida era en general, mucho peor y todavía tenía que aparecer por la facultad de magisterio. Un asco, vamos. Pero este recuerdo es estupendo.

Habíamos ido a la casa de la playa a ¿? no recuerdo si pintar o limpiar o qué. Saruman, Rafa y yo. Rafa es uno de mis mejores amigos, nos conocemos desde mis quince años, sus dieciseis y es de esas personas con las que basta mirarnos a los ojos y ya se ha quitado uno un enorme peso de encima. No era temporada alta, así que Almuñecar estaba casi vacía. Nos fuimos de juerga, que juerga, que borrachera. Aún guardo la botella vacía, exprimida, de ron que nos ventilamos entre los tres esa noche. No puedo recordar demasiadas cosas de las que pasaron, nos pillamos una gloriosa tremenda. En un momento dado, estábamos en un pub a los pies del peñón. Me encontré a mi ex Juan, un tipo tan mentiroso que era una fiesta verle, nunca sabías por donde te iba a salir, aunque estabas cierto que te iba a mentir. Cómo no había nadie casi, nos pusieron música heavy (¿Metallica?). Saruman bailaba de un modo que nos hacía desternillarnos, muy concentrado, muy serio. Yo hablaba con aquel ex, que en la cama era genial y estaba muy bueno (estaba, menuda barriguita había echado), y que indudablemente pensaba que me podría llevar a la cama esa noche. Que iluso. Yo sólo quería tirarle de la lengua, a ver que fantásticas aventuras me contaba. Alguien llegó con una herida, un corte, nadie tenía desinfectantes, usamos ginebra, que asco. Creo que debió derramárseme encima de mi blusa de encaje tranparentísimo negro. Me la quité, la humedad daba frío, se la dí a J. y le dije, "Algún día te llamo y me la devuelves. Lávala". Rafa se había ido, de repente, a lo alto del Peñón. Me pregunto si comentaría algo de lo mal que solía oler, porque la gente tiene la fea costumbre de usarlo de urinario. Bajó y me vio en sujetador, muy risueña. Más tarde me confesó que temió que desapareciera con aquel antiguo amante. Que tontería, con lo que me estaba divirtiendo, el sexo era para cuando no había nada mejor que hacer.

Nos fuimos, muy divertidos, muy borrachos. Supongo que Rafa me dejó una camiseta, porque no me resfrié. Ya era muy tarde, el pueblo estaba vacío y no quedaba ningún sitio abierto en el que meternos renqueando, o al menos no pudimos encontrarlos en nuestro estado de alcoholemia. Camino del coche, me dio por pedirle a Rafa que me dejase conducir. "No, sí, no sí, no sí. Anda, va, venga, sí, porfa, jo". Risas, destellos de lucidez por su parte "Estás muy borracha", "Tú también", mientras me sujetaba a la pared más cercana, la risa me hacía perder el poco equilibrio que me quedaba. Me miró muy serio unos segundos y propuso:
- Vale, te dejo conducir hasta casa con una condición. Tienes que ponerte a la pata coja con los brazos extendidos sin caerte y recitar: Soy una persona seria, soy una persona muy seria, soy una persona tan seria que soy capaz de decir tres veces sin reirme cucurrucucú paloma: cucurrucucú, paloma, cucucrrucucú paloma, cucurucucú paloma.
Me desternillaba de la risa sólo de pensarlo. Pasé varios minutos tratando de adoptar tan pintoresca postura sin conseguirlo, y al final opté por apuntalarme a una pared. Y entonces intenté recitar, cosa harto difícil de por sí, ya que tenía lengua de trapo y me costaba articular las palabras. Cuando digo que estaba borracha, es que lo estaba. Me balanceaba peligrosamente alante y atrás, a derecha e izquierda. Al final, tambaleándome y llorando de la risa, conseguí soltar toda la parrafada. Rafa me miró muy serio, porque se estaba descojonando, "Vale".

No sé cómo pudimos llegar. No he vuelto a hacer un trayecto tan largo conduciendo un coche en mi vida. El Pandamovil crujía y crujía, tratando de recordarme que no era un coche automático y que el pedal del embrague no estaba allí por adornar, pero estoy convencida de que no lo usé ni una sola vez. Llegamos, sanos y salvos, con mi primo sentado en un cojín en la parte de atrás, que no tenía los asientos porque el Pandamovil era el vehículo de carga del negocio familiar de Rafa, agarrado a los respaldos de nuestros asientos.
- No lo has hecho mal del todo, aunque seguramente me habrás jodido el embrague.
- ¿Ah, sí? Que guay, porque es la primera vez en mi vida que conduzco un coche...

Rafa se quedó lívido, y mira que es morenazo. Creo que se estuvo cagando en mis muertos días y días. El Pandamovil, milagrosamente, sobrevivió a la experiencia. Al llegar a casa tenía frío, así que me fui y me puse el pijama. Nos resistíamos a abandonar la juerga, así que nos llevamos unas mantas al coche, cojines y demás, y nos tumbamos los tres en la parte de atrás, mientras en el radiocassette del coche sonaban, alternativamente, el Requiem de Mozart y el Te Deum de Berlioz. Nos fuimos al amanecer, porque la luz molestaba. Mi abuela debió alucinar con nosotros.

La botella de ron la tengo en mi habitación, guardada, con nuestras firmas y una frasecilla que reza "Gran juerga del...". La blusa, por cierto, jamás la recuperé.

Zirbêth.

martes, noviembre 09, 2004

VÉRTIGO

Bueno, por un rato me he visto al borde del abismo, pero ya ha pasado. Hay sitios más cómodos que el borde del abismo, pero a veces la vida te lleva a donde le da la gana y no a donde tu quieres. Ahora, que vuelvo a mandar yo, me voy a ir a la cama, pasando previamente por la esquina de la estufa, que se me han quedado los pies helados, y así no hay quien duerma. Quiero contar cosas alegres, quiero hacer honor a mis buenas memorias, aunque tenga mala memoria. Mañana seguro que me siento mejor. Necesito salir de esta habitación. Necesito aire fresco y conversación. Gracias a todos por aguantarme.

Zirbêth.

DERRUMBE

No quiero estar aquí, ¡no quiero estar aquí! Quiero estar donde pueda hacer algo, donde pueda poner solución a los entuertos, a los silencios, al miedo.

Zirbêth

ATRACÓN

Me acabo de dar un atracón tremendo leyendo al completo del blog Chica con falda roja, y debo decir que me lo he pasado muy bien. Le he jomentado en un par de ocasiones, aunque a post de hace ya algún tiempo. Me ha hecho especial gracia el que hace referencia al Frente de Liberación de los Enanos de Jardín. Y me ha sorprendido que, al parecer, hay quien comenta los blogs para insultar. Creo que, alguna vez, me he soliviantado ligeramente al leer algún post en algún blog, pero de ahí a insultar. Me gusta ver que habla con total libertad sobre sexo, cosa de la que yo me corto, entre otras cosas, porque mi blog lo leen mis amigos y porque, tal vez, no es el tema que me interesa ahora mismo, que todo sea que me de por ahí y entonces recurriré a aquello de ¡y qué si lo cuento! que subtitúla este diario o lo que sea.

He vuelto a tener la sensación de querer conocer a esa persona en persona. Ya me ha pasado al menos otras tres veces con los blogs. He perdido la noción del tiempo, cosa a la que ayuda, sin duda, el hecho de que en este país, a fecha de hoy, a las cinco de la tarde es noche cerrada. Estoy, diría, incluso un poco mareada. Tanta pantalla de ordenador, es normal, no debería sorprenderme. Y pienso, caramba, que bien escribe, con cierto miedo a que le moleste la aseveración, como el hecho de que forro los libros.

Ya he hecho esto antes. Me refiero a escribir en este mi blog sobre ese otro blog del que me he empapado en un momento dado. Es toda una experiencia leer estas líneas que te meten tan dentro, sin estarlo realmente, de la mente y la existencia de otra persona. Me quedo siempre con ganas de más. Y así, vuelvo cada día a estos puntos en el universo, buscando más. Y si alguien cierra su blog, si no escribe casi nunca, me siento un poco abandonada. A veces pienso, "cállate, eso es que tienen una vida llena de cosas estimulantes, no cómo tú, que estás ahí, frente al ordenador, dejando escapar el tiempo".

Es cierto, me siento muy sola. Pero bueno, la soledad es parte de la vida, también.

Zirbêth

¿QUIÉN?

¿Quién financia blogger? ¿Alguien lo sabe? ¿De dónde ha salido, quién hay detrás?
Google. Y google permite a los EEUU revisar e incluso entrar en las cuentas de correo de sus usuarios. ¿Pasará lo mismo con Blogger? Sí, ya sé, esto es para que nos lean, pero ¿les darán acceso a nuestros datos personales? Qué mosqueo...

Zirbêth.

EXACTITUD

Vale, ya sé lo que me fastidia de la disciplina y el control. Que sea externo, que me lo impongan. En cambio, la autodisciplina y el autocontrol me parecen estupendos. Es como la rutina: cuando te la imponen, vaya mierda, pero si te la organizas tu, si la decides tu, con ese margen de cambio necesario no coartado por nadie más, es muy provechosa y reconfortante.

La rutina del trabajo es como una burda imitación del sistema de premio y castigo, o mejor dicho, al contrario, una preciosista elaboración de la burda mecánica del premio y el castigo. Voy a trabajar y me pagan, no voy y no lo hacen. Ya sé, ya sé, no es tan simple. Pero un poco sí es eso. "Tiempo, tiempo, baratito lo traigo, oiga", y hala, ya estás vendido, comprado, esclavizado, si te descuidas.

Por eso, las luchas sindicales no hay que dejar de verlas como un regateo de mercado, un tira y afloja de verdulería donde, no lo olvidemos, nuestra vida es la mercancía. Cuando más barato nos vendamos, menos vida tendremos. Por eso no deja de tener sentido esas revoluciones que quieren basarse en que todos, independientemente de nuestra labor, tengamos un sueldo igual y que no haya privilegios, dado que admitir esos privilegios es tanto como admitir que unas personas valen más que otras. Y mientras mantegamos esos patrones de intercambio de moneda vital, estamos condenaos a la injusticia y a la infelicidad de base.

Me parece que estoy algo mejor del resfriado.

Zirbêth.

HE SIDO INJUSTA

Creo que me quiere mucho. Es sólo que hay amores más grandes, más altos. Mejores. Yo sería injusta y tiránica si siguiese tratando de obstaculizar ese amor. Me siento mejor amándole tal cual es y viéndole feliz. Quiero que sea feliz, tan feliz como la vida le permita. No voy a castigarle sin mi amor porque sus sueños no sean los que yo querría. Seguiré queriéndole, que es lo más natural y lo menos traumático. Sólo me entristece que se nos acaben las palabras.

Zirbêth.

OTRO LIBRO

Le he echado un primer vistazo a Educación y Orden Social, de Bertrand Russell, y... Bueno, es pronto para decirlo, pero no me convence. Lo veo... ¿anticuado? No sé, escribe genial, pero de momento no acabo de estar de acuerdo. Caramba, ¡a lo mejor tengo algo de sentido crítico! Que ya empezaba a preocuparme el que todo lo que leía me entusiasmaba. Ahora habrá quien me diga, ¡sacrílegaaaaa!

En fin, ya jomentaré con más detalle cuando me termine de leer un capítulo entero. Lo mismo es que, con la gripe, no me he enterado.

Zirbêth

lunes, noviembre 08, 2004

DESPOTRICAR Y CANTAR, TODO ES EMPEZAR

No me preguntéis a que viene este título, me acaba de venir a la cabeza, aunque yo pensaba hablar de otra cosa. Del tapón, que tiene otra causa más. La de no saber con certeza si mis planes van a ser posibles y la de no poder hablar de mis planes, y soñar con ellos, hasta que no me confirmen que sí y haya hablado con quien tengo que hablar. Más que nada, para no gafarlos.

Y es que, antes de poder comentarlos aquí, hay una conversación pendiente. Estoy en ascuas. Como veréis, no tiene el título nada que ver con el post. Pero me gusta como suena la palabra despotricar.

Zirbêth, hasta las narices de la gripe.

ME CAGO EN...

Quién me mandaría darme otro garbeo por el periódico. Con lo que estaba disfrutando mi mayonesa casera y los precongelados que en ella baño.

Un chaval se suicida en la zona cero por causa de la reelección de Bush, y Zapatero coje y firma con el canciller alemán un contratillo para construir más de doscientos tanques. Más dinero español dedicado a matar, porque no nos engañemos, los tanques no son carros de feria, son armas, son vehículos donde el que mata se esconde y no ve la cara de aquellos a los que mata. Donde, probablemente, tampoco ve venir su propia muerte cuando esta llega. Me imagino a un montón de tipos con un mando en la mano y los ojos vendados, mientras suena alguna canción que habla de amor y sexo. "No perdáis el ritmo, chicos, no perdáis el ritmo..."

Me viene a la cabeza una frase que he visto varias veces repetida en The Winter King, indefectiblemente tras la muerte a manos del protagonista o algún amigo suyo de alguien en batalla, o en situaciones más vergonzosas: "Has, hecho, bien, chaval, era tu obligación, eres un buen hombre...". Me pone enferma. Y, todavía, en esas batallas a espada, de dos tipos enfrentándose y corriendo riesgos similares... Pero no, "hemos mejorado tanto con esto de la civilización, que ahora no tengo que correr el riesgo de que el contrario sea más rápido o más fuerte. Yo aprieto el botoncito mientras sigo escuchando esa cancioncilla que me recuerda a las pasadas vacaciones con mi novia...".

Tranquila, Zirbêth, no te sulfures. Recuerda que para eliminar la violencia como medio, hay que ofrecer a los humanos algo a cambio, un medio más eficaz, más efectivo. Claro, que la ley del mínimo esfuerzo juega en contra de ese planteamiento...

Zirbêth, indignada.

DEBERÍA

1. Vestirme y peinarme e ir a comprar: tomates, lechuga, patatas, huevos, zumo...
2. Ducharme, aunque sólo sea por probar a ver si el agua caliente se lleva parte de la sombra que me cubre.
3. Ponerme las gafas, aunque eso haga que las fotos de la pared se hagan más nitidas.
4. Limpiar este dormitorio, ordenar sus rincones, establecer un orden externo que facilite el interno.
5. Ir al médico a que me recete más pastillas de la felicidad y, de paso, que me sonría un poco.
6. Acercarme al Dragón Verde, librería de segunda mano: adquirir libros siempre me llena de alegría, al menos durante un rato.
7. Volver a ducharme, pues sé que andar me hará sudar miles de infectas gotas de virus, acicate de la fiebre y desprendimiento de emociones.
8. Seguir escribiendo el Isildur, o alguno de los dos relatos que tengo empezados.
9. Leer ensayo, reencontrarme con mis libros, abandonar la apatía, que es tan aburrida.
10. Estudiar inglés. Leer en inglés, al menos.
11. Dejar de tocarme el pelo. No empezar a moderme los dedos si dejo de tocarme el pelo.
12. Ayudar con la acción a que el tiempo pase más deprisa. Trabajar en las traducciones sería un buen método.
13. Practicar mi sonrisa de la mirada, para que quien busco aparezca.
14. Comer en condiciones. Ensalada, mayonesa ahora que tengo aceite. Pan, queso, uvas.
15. Fregar los platos: mi compañera de piso es muy aprehensiva.
Consultar el diccionario cuando tenga dudas de ortografía.
16. No mirarme demasiado en el espejo, tengo mala cara y no es plan buscar motivos para entristecerse.
17. Beber mucha agua. No olvidar las medicinas.
18. Preparar esa documentación que sé que necesito.
19. Tirar la basura.
20. Escribir un cuento corto y que me guste.
21. Dejar de soñar con leones en la playa.
22. Averiguar precios de envíos a España desde Valinor.
23. Decidir como voy a enfocar esa conversación.
24. Dejar de hacer listas absurdas y ganar tiempo haciendo lo que debo hacer de verdad...

Zirbêth.