sábado, noviembre 13, 2004

SUEÑO REPARADOR

O algo así. Me tumbé sobre la cama con los pies fuera del borde, colgando ligeramente por la esquina inferior derecha, de manera que quedaban justo frente al potente chorro de aire caliente de la estufa. Esa estufa que tanto quiero, tipo torre, que gira y puede ser ventilador en verano y que no es demasiado ruidosa. Se vendrá conmigo de vuelta a España.

Me decía mi mami el otro día, cuando le comentaba que me iba a tener que deshacer de un montón de cosas, "Que duro, ¿verdad? Es como si te arrancaran parte de tu vida." Y no vayan a pensar que es cosa de materialismo compulsivo. Es que tengo la certeza de que en mis objetos personales se queda una parte de mí (y no me refiero a cosas como cabello en el cepillo del pelo), parte de mi vida está adherida a ellos. Me cuesta, especialmente, desprenderme de mi ropa y de los libros. De aparatos eléctricos ya no tanto. Salvo, en este momento, de mi ordenador, que coincidiran conmigo en que es otra cosa, y de esa estufa de la que hablaba, que me ha permitido tantas mañanas, tardes, noches, de piel desnuda y alegría.

Poco a poco, conforme los pies me iban entrando en calor, me fui adormilando. Apagué la estufa y me metí en la cama, calentita, relajada. Leí aún unos minutos más. Me dormí, finalmente, y no recerdo mis sueños de esta noche. No de momento, aunque sé que he soñado y si me esfuerzo un poco, lo recordaré. Sigo un poco ansiada, pero ya me he hecho el cuerpo a lo de pasar aquí la navidad. Le sacaré partido, si no en algo productivo, en jugar, como ya viene siendo tradicional en esas fechas, a Diablo II.

Lo malo va a ser decírselo a mi madre.

Zirbêth.