viernes, noviembre 12, 2004

PATRIOTISMO: CITA Y REFLEXIÓN

Ya llevo casi dos tercios de La educación y el orden social, de Bertrand Russell. Este hombre, de quien el Calvo insiste que lo que hay que leer es la Lógica, publicó por primera vez este libro allá por 1932, así que muchos de los planteamientos que hace resultan un tanto anacrónicos. Pero cómo reflexiones, siguen teniendo su valor, aunque en ocasiones sea sólo anecdótico. Y sirven también para apoyar aquello que decía Morin sobre que incluso al investigar y tratar de ser objetivos, somos presa de la subjetividad de nuestras circunstancias y las sociales, y acabamos investigando sobre aquello que nos interesa y para lo que nos interesa, marcado a su vez más o menos intensamente por los intereses sociales de nuestro entorno y momento.

Pero en el capítulo X, Educación y Patriotismo, sigue, lamentablemente, de plena actualidad, sobre todo si tenemos en cuenta que él nos habla de los países poderosos, es decir, su propio país natal, Inglaterra, y otros como Estados Unidos o Japón en aquel momento.

"Las funciones del Estado son en parte internas y en parte externas. [...] Puede decirse, en un sentido muy amplio, que los fines internos del Estado son buenos, mientras que sus fines externos son malos. Esta afirmación es, por supuesto, demasiado simple para ser del todo una verdad, pero es una primera aproximación que nos resultará útil. Los fines internos del Estado incluyen proporcionar al país medios como acrreteras, alumbrado, educación, policía, leyes, servicios postales, etc. Uno puede estar en desacuerdo con algunos aspectos de la administración pública, pero sólo un anarquista se atreverá a decir que estos fines son, en sí mismos, indeseables. En lo que a las actividades internas respecta, el Estado merece, en conjunto, la lealtad y apoyo de los ciudadanos.

Sin embargo la cosa cambia cuando pasamos a considerar los fines externos. En relación con el resto del mundo, los fines de un gran Estado son dos: defenderse contra las agresiones y ayudar a sus ciudadanos a explotar a otros países. La defensa contra las agresiones, siempre que sea legítima y necesaria para impedir una invasión, puede considerarse, prima facie, como algo útil. El problema es que los mismos medios que son necesarios para prevenir una posible invasión, son también los convenientes para la explotación de otros países. Los principales Estados del mundo tratan de sacar provecho del trabajo y de la riqueza mineral de los países menos poderosos, y utilizan con este fin unas fuerzas armadas cuya misión es, en teoría, defensiva. Así, por ejemplo, cuando se encontró oro en el Transvaal, los británicos lo invadieron. Lord Salisbury aseguró a la nación: "No vamos en busca de Oro". Pero, sea como fuere, fuimos precisamente a donde estaba el oro, y al acabar la guerra los yacimientos estaban en nuestro poder. Por poner otro ejemplo: todo el mundo sabe que los británicos fuimos al sur de Persia movidos por el deseo de ayudar a sus habitantes, pero es dudoso que nos hubiéramos interesado tanto por su bienestar si no hubieran vivido en un país repleto de petróleo. Podríamos hacer observaciones similares sobre las hazañas de Estados Unidos en Centroamérica. De igual modo puede decirse que los motivos de Japón para invadir Manchuria son, por supuesto, de lo más noble. Pero se da la curiosa circunstancia de que coinciden con los intereses de la economía japonesa.

No creo que sea una exageración decir que las actividades externas de los Estados más poderosos de nuestros días conllevan la utilización de las fuerzas armadas, o la amenzada de hacerlo, con el propósito de apropiarse de riquezas que pertenecen, por derecho, a países menos poderosos. Si un individuo realiza una acción de este tipo se le considera un delincuente, a menos que actúe a gran escala. Pero si es el Estado quien lo hace, a los ciudadanos les parece admirable."

(Bertrand Russell, La Educación y el Orden Social, X. El patriotismo en la educación, Edhasa 1987, 2004.)


El capítulo continúa explicando los riesgos del patriotismo en la educación, sobre todo en la educación pública, pues empezando con argumentaciones como que el amor a la tierra en que uno ha nacido, a las tradiciones, incluso a ciertas hazañas históricas son dignas de aprobación y que en principio son de amor hacia el propio país, se acaban utilizando como herramienta para fomentar el odio hacia otros países.

"Como casi todos los malos sentimientos, se disfraza de lealtad. Si se quiere que un hombre cometa un crimen abominable ante el que normalmente hubiera retrocedido con horror, hay que inculcarles primero un sentimiento de lealtad hacia alguna banda criminal y, luego, hacer que tal crimen le parezca un alto ejemplar de lealtad. El patriotismo es un buen ejemplo de este tipo de proceso. Consideremos, por ejemplo, la veneración a la bandera. La bandera es el símbolo de la capacidad marcial de la nación. Evoca batallas, guerras, conquistas y actos heróicos. A un inglés la bandera le sugiere Nelson y Trafalgar, no Shakespeare, Newton o Darwin. Las obras que han hecho los ingleses en bien de la humanidad no las hicieron como ingleses, sino como individuos. En cambio, las cosas que hacen los ingleses conscientes de ser ingleses, o precisamente por ser ingleses, son mucho menos admirables. No obstante, esto último es lo que evoca la bandera y lo que se pretende que admiremos."

(Bertrand Russell, La Educación y el Orden Social, X. El patriotismo en la educación, Edhasa 1987, 2004.)


Si nos fijamos un poco, lo que Aznar estaba intentando con aquello de que "estuviésemos entre los países que cuentan" es llevar a España de vuelta a los años de Felipe II, es decir, a los tiempos de las grandes conquistas y riquezas, en los que, por supuesto, los que se enriquecían eran los nobles y altos funcionarios, a costa no sólo de los países conquistados, si no de los pobres infelices que iban de carne de cañón. Y ahora, lo mismo, sólo que no creo que fuese tanto por hacer figurar a España en esa dichosa lista, como por figurar él en fotos y demás. Y que la carne de cañón no son sólo los soldados que van allí, si no todo el dinero desviado de la administración para pagar esa maniobra política. No, no olvido el hambre que pasaba el pueblo en tiempos de Felipe II, pero lo grave es que ahora se supone que somos un Estado democrático y que los gobernantes son funcionares al servicio del pueblo. Y ese dinero lo podrían haber utilizado para crear empleo, para sanidad, educación, desarrollo de fuentes de energía alternativa y ecológica...

Y, llendo aún más lejos. Si os fijáis, aunque en España no sea tan llamativo como aquí en Inglaterra, el fútbol, el rúgby, los deportes en general, son los otros eventos en que la bandera se pasea y venera. Los futbolistas son los héroes y las copas, conquistas. Es muy fácil que, una vez despertado el amor a la bandera y la lealtad a la bandera por cosas como el fútbol, uno siga pa´lante con la lealtad.

Pero, sin embargo, la necesidad de disfrazar las intervenciones militares y las guerras que países como Estados Unidos lleva a cabo en Iraq, Afganistan y tantos otros lugares, han de ser cada vez más barnizados y disfrazados como liberaciones e intervenciones por la paz. Y que, cuando se ve claramente que la excusa no cuela, se trata de hacer pasar como un acto de legítima defensa.

Que me digan que demonios pinchaba España en Iraq, dado que ni fuímos a liberar a nadie ni teníamos que defendernos legítimamente. Y si que un país pueda suponer una amenaza para nosotros, como afirma Bush y los americanos tragan, ¿por qué no hacen uso de estrategias más civilizadas, como la diplomacia? O, ¿por qué no declaramos la guerra a los Estados Unidos, que se han demostrado una amenaza para el mundo y tienen, ya lo creo que tienen, armas de destrucción masiva?

Bien sencillo: no tenemos nada que rascar, nada que ganar. En fin, a ver si combatimos la amenaza fascista y retrógrada que tenemos encima a base de pensar y aprender. No olvidemos que "La pluma es más fuerte que la espada"

Zirbêth.

1 Comments:

Blogger Eowyn Zirbêth said...

Un par de cosillas: que no creo que haya ninguna obligación de elegir bandos, y menos aún si ambos apoyan una u otra forma de violencia, ya que no hay blanco y negro en estos asuntos (¿lo hay en algo?). Siempre se puede tratar de crear nuevas vías para la solución de problemas. Lo segundo: que no hay que sobreestimar eso del consenso. Los avances vienen precisamente de los conflictos, no los bélicos, claro, si no los conflictos entre las personas, las discusiones, la diversidad de puntos de vista e ideas. Los acuerdos sociales han de ser tan dinámicos como la propia sociedad, es decir, no pueden considerarse procesos cerrados que una ley delimita y ya está, pues la sociedad para la que esa ley fue dictada (digo ley por poner un ejemplo) está en continuo cambio y desarrollo. Cuando antes aprendamos a ser capaces de discutir evitando caer en el tener razón por encima de todo, cuando consigamos mantenernos abiertos a escuchar y reorganizar nuestra información gracias al diálogo, mejor. El riesgo del consenso es que mucha gente confía en aquellos a quienes votan porque se han ganado su confianza a base de demagogia y palabrería vacua, de consignas que muchas veces apelan a eso que comentaba Russell de la lealtad y del amor a la patria y demás sentimentalismo. A eso, y al miedo y a la esperanza, así, a la vez. Miedo a estar aún peor, esperanza de volver a estar como en algún tiempo pasado que la memoria dice fue mejor. Pero el pasado no vuelve, nunca lo hace. Hay que mirar siempre al presente y al futuro inmediato, aunque sin olvidar el futuro ni el pasado, por supuesto, para preservar el primero y sacar buen provecho de las enseñanzas del segundo.

Estoy de acuerdo en que hay que actuar, pero no en que esa actuación signifique tomar partido por un bando determinado, y menos si esa elección supone muertes y pérdida de recursos del país que se podrían emplear en cosas menos destructivas y más constructivas, aunque sea a más largo plazo. En el caso concreto de Irak, porque el petroleo que hay allí es pan para hoy y hambre para mañana, si llega a ser algo. Actuar puede ser, simplemente, reflexionar y dar otras opciones, demostrar el desacuerdo con las opciones ofrecidas, porque nunca hay una sola salida y quien trata de hacernos creer eso es como el que seleccionador de personal que, en una entrevista de trabajo, te mete bulla para que cojas el puesto porque la cosa está entre tú y esa chica tan maja que pasó antes, o el vendedor que te mete prisa para que compres una casa porque justo esa tarde otra persona dijo estar interesadísima...

9:41 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home