jueves, noviembre 30, 2006

ALLY MCBEAL

Dejando a un lado que la cantante del capítulo de hoy gesticulaba que haría palidecer de humillación y enrojecer de envidia, alternativamente, a la niña de El exorcista. Dejando a un lado que por lo general la abogada soltera me parece histriónica en su histerismo. Dejando a un lado que me parece que no es serie para la sobremesa (qué pasa, para gustos colores, ¿no?). Bueno. Pues dejando a un lado todo esto, debo admitir que el capítulo de hoy parecía hecho adrede para mí. Ha resumido de un modo excelente un par de asuntos que, desgraciadamente, a todas nos atañe, una u otra vez.

Los hombres no saben cortar una relación en condiciones. Buscan lo que creen que queremos oir y, claro, como no lo saben, suelen dar la excusa más absurda del mundo. La menos creíble de todas. Esa que te deja con una horrible duda, peor aún que el hecho en sí de que te dejen.

Con lo fácil que sería ser sincero. Pero no. No hay manera. Y me temo que se debe a que, en demasiadas ocasiones, cortan porque se han enamorado de otra. Con suerte, te dejan antes de tener nada con la otra. Pero en, de nuevo demasiadas ocasiones, te dejan cuando ya tienen a la otra.*

Yo comprendo que la necesidad hace que actuemos de modo poco honorable, por decirlo de algún modo. Enamorarse es una situación de lo más estresante, y si ya se nos pira la pinza y metemos la pata en plan daños colaterales cuando no tenemos pareja, si ya estamos con alguien, entonces el estrés se multiplica. Así que es sencillo meter la pata, no reaccionar, incluso mentir para evitar el dar la cara o, fíjate si seré comprensiva, para tratar de hacer menos daño.

Volviendo a los hombres. Lo siento mucho. Si hay algo que las mujeres hagamos bien, eso es atar cabos sueltos. Tarde o temprano, sumaremos dos más dos y, aunque no se produzca la revelación cara a cara, sabremos lo que habéis hecho. Incluso si la beneficiaria del abandono es una misma, no ha de perder jamás de vista un hecho irrefutable: si lo hicieron una vez, lo pueden volver a hacer. La siguiente vez, la abandonada será una misma. De nada sirve, ante este hecho, tratar de convencernos a nosotras mismas de que con nosotras no va a hacer lo mismo. Que a nosotras nos quiere de verdad. Que con nosotras se va a quedar siempre...

Pero volviendo a lo que estaba.

Desde aquí quiero hacer un llamamiento a todos esos hombres que, cuando quieren dejarte, lo esconden tras un tengo que irme, cuando en realidad se van porque quieren dejarte. A lo mejor creéis que no nos vamos a dar cuenta, que dejándonos con una mentira váis a ahorrarnos dolor. Pues no. Igual que no nos sirve que os quedéis por una mentira, no nos sirve con nos dejéis mediante otra. Preferimos la verdad, incluso aunque esa verdad sea que hay otra, que no nos quieren, que no nos desean. Una mentira siempre se nota, siempre deja dudas, y no hay nada más doloroso que vivir con la duda. Eso sí: una verdad acompañada de hechos que demuestren la misma. Si decís aquello de "es que no te quiero como tú me quieres a mí", pero luego seguis con nosotras, sexo, salidas, incluso convivencia, seguiréis estando mintiendo. Y a la humillación de la mentira se sumará la humillación por estar utilizándonos. Y que nadie venga con la excusa de que lo hacíais para hacer feliz al menos durante un tiempo a la víctima, a quienes satisfacíais era a vosotros mismo. A vuestro ego, a vuestra comodidad, a vuestro pito. Os aprovecháis de que alguien os quiere tanto como para aceptar la esperanza de un mañana pleno. Vuestro gustirrinín lo conseguís utilizando a otro ser humano, lo cual es tanto como degradarlo, cosificarlo.

Pasado un tiempo, sin lugar a dudas, descubriremos la mentira. Y entonces, que ninguno se haga cruces con la reacción de la mujer. Mentir es tanto como considerarla insignificante, como declararla demasiado débil para soportar la verdad, o demasiado idiota para descubrir la mentira. Mentir es humillar, de un modo tremendamente doloroso.

Llegado este caso, lo último que debéis hacer es mentir otra vez.

Tarde, ¿no?

Bueno, pues si os habéis obcecado en mentir incluso tras que os pillasen en la mentira, ya sólo queda una salida, si en algo valoráis a la persona en cuestión a la que habéis mentido: pedir disculpas sinceras. Sinceras y pacientes. No se puede esperar que una persona a la que habéis mentido y humillado os perdone sobre la marcha.

¡Ah!, se me olvidaba. Es muy posible que, pese a que os disculpéis, ella jamás os perdone. Es bastante común que esto ocurra. Humillar y mentir suele sacar lo peor de las personas. Puede sacar incluso la sed de venganza.

Zirbêth, allymcbealiada perdida.

*Por cierto, que esto no es exclusiva de los hombres. A cuantas he conocido que no sueltan al que tienen seguro hasta que no han pillado al siguiente. Y, ambos, ellos y ellas, muchas veces mantienen a ambos cornudos hasta que se deciden del todo. Vamos, al más puro estilo And the winer is...

MANTENIMIENTO DE ESTEREOTIPOS

Me encanta la peli de Disney La bella durmiente. Aunque se la han cargado en la reedición en dvd, al cambiarle las voces de doblaje. Maléfica ha perdido mucho, por no hablar, en general, de los diálogos. Cuando te haces el oído a unas voces, entonaciones y letras de canciones, los cambios, al menos a mí, me abominan. Quizás les deba estar agradecida, dado que soy de las que me enchufo a las mismas pelis una y otra vez.

También me gustan mucho las demás pelis de Disney, Blancanieves (pese a lo pastelosa), La sirenita, La bella y la bestia, etc. Pero eso no quita para que, al analizarla, se me pongan los pelos como escarpias. Los cuentos son lo que se llama clásicos, y como tales traen consigo unas "enseñanzas" de lo más rancias, reaccionarias y retrógradas.

Por ejemplo, si os fijáis, en muchas de ellas los malos son "las malas". El personaje malvado de la peli es una mujer ya mayor, es decir, no fertil, que desea para sí la posición de un hombre. Queda, pues, bastante claro que si la buena ha de ganar es plegándose a las normas masculinas. En La bella durmiente, la princesa Aurora es hechizada por Maléfica, una mujer mayor y poderosa a quien se rechaza, y que actúa por despecho al no incluírsela entre los poderosos. Maléfica no es invitada a la celebración del nacimiento de Aurora, así que se toma la revancha en la más débil. Es decir, Malefica es una mujer soltera, sin una figura masculina que sustente su posición de poder a su lado, que no puede procrear, y que ataca a la hermosa e "inocente" (léase manipulable) Aurora que obedece los convencionalismos limpiando, enamorándose y ansiando como su más alta meta el amor, sin importarle perder su posición. La mujer malvada la priva del amor como modo de privarla de ser mujer. Y Aurora vuelve a ser mujer mediante el beso del príncipe. Hasta que no hay un hombre que la haga mujer, ella ni siquiera existe, dormida más allá del tiempo.

El planteamiento de La Sirenita de Disney es, en realidad, exactamente el mismo. Chica que no es mujer hasta que hay un hombre que la reconozca como tal, de nuevo mediante un beso. Mala esteril deseosa del poder maculino que la suplanta como medio para hacerse con el mismo. Ambas malvadas, Maléfica y Úrsula, ya gozan de poder, pero quieren el poder de un hombre y que se las reconozca: es mucha su pretensión y osadía, y en ambos casos, un hombre jóven las destruye, recuperando el poder para los hombres y haciendo con su beso real a la mujer jóven, manipulable y fertil que encarna la protagonista.

En otras, como Hércules o Mulan, las protagonistas tienen más iniciativa, es cierto, pero ambas caen "en desgracia" al desobedecer a sus padres, y sólo recuperan su posición cuando una figura paternal respetable decide ser magnánimo y devolverles su estatus. De nuevo, el ser mujer aceptable para la sociedad requiere la sanción másculina. Además, en muchas de estas películas, la madre, o ha muerto o es poco menos que una figura difusa y doliente, siempre a la sombra de los maridos o de los reyes a quienes sirven, cosa que también ocurre con las figuras protectoras femeninas que puedan aparecer (como es el caso de las tres hadas de La bella durmiente, o de la madre de Mulan): ellas han asumido el papel que los hombres le otorgan en la sociedad, y es por eso que son buenas.

Así que hay que andarse con mil ojos. El bombardeo subliminal machista es constante y toma las formas más inocentes. Hay que estar en alerta constante y mirar con ojo crítico: al estilo de Will Smith en Men in Black, que cuando le piden que dispare a los malos en una prueba, él dispara a la niña de aspecto inocente en vez de a los monstuosos alienígenas. Porque ¿qué hace una niña de ocho años en la calle a las diez de la noche con un libro de física cuántica? El peligro más peligroso es el que se esconde tras un aspecto inocente. O lo que es lo mismo: las apariencias, engañan.

Inconscientemente, mantenemos esterotipos de mujer que benefician a los hombres, que les mantienen en la posición que desde hace siglos ostentan. Y las mujeres fuertes, las mujeres que desean el poder y luchan por conseguirlo, son una amenaza para ese statu quo: no sólo cuando consiguen de verdad la posición que desean y que para los hombres sólo ellos pueden ocupar, sino porque sirven como ejemplo transgresor para las más jóvenes, dándoles un paradigma distinto a la figura de enamorada abnegada que sólo con un beso de amor despierta a feminidad real.

Y es que, como dice la canción de U2:

"Womam need a man like a fish need a bicycle"

Zirbêth.

CARTA A SUS MAJESTADES LOS REYES MAGOS DE ORIENTE (EXTENSIBLE A PAPÁ NOEL Y DEMÁS EXCUSAS NAVIDEÑAS)

Este año, no sé si habré sido muy buena, la verdad, pero al menos me lo he currado todo lo que daban de sí mis fuerzas. Así que, como viene siendo (comercialmente) tradicional, esto es lo que le pido a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Tanto alumbrado festivo ha acabado haciendo mella en mí.

1. MARTÍNEZ, F. Miguel; Emilia V. ENRÍQUEZ y Ángeles ESTÉVEZ: Lengua española (Para Filología Inglesa). Col. Cuadernos de la UNED, 2.a edición 2002. 25,24€

2. GÓMEZ MANZANO, Pilar; Paloma CUESTA, Marío GARCÍA-PAGE y Ángeles ESTÉVEZ: Ejercicios de gramática y de expresión (Con nociones teóricas). Madrid, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, 2.a edición, 2004. 44€

3. Unidades Didácticas Lengua Inglesa I de M. ARAGONÉS e I. MEDRANO, publicadas por la UNED, y la gramática de apoyo (también Unidades Didácticas) de Laura ALBA JUEZ. 42,92€

4. Rubén CHACÓN BELTRÁN A Grammar Companion to Lengua Inglesa I, UNED. En la introducción de las Unidades se ofrece otra bibliografía complementaria. 25,30€

5. Unidades Didácticas LITERATURA INGLESA HASTA EL SIGLO XVII (Cód. 46104UD01A01). 40,72€.

6. Primer volumen de la Norton Anthology of English Literature (2000) 85,49 (los 3 vol.)

7. Andrew Sanders. The Short Oxford History of English Literature (la 2ª ed., 2000, o mejor la última, 2004). 33,16€

8. GIBERT, Teresa. Guide for Students of American Literature to 1900. (Aún en edición)

9. Norton Anthology of American Literature, Shorter Version. Sixth Edition. New York¬London. W.W. Norton ISBN: 0393979695. 55,50€

10. GEORGE YULE (1998): El lenguaje, Ed. Akal, Madrid. 18,80€

11. Gramatica Contrastiva/Contrastive Grammar, de varios autores, coordinado por el profesor J. Lawley y publicado en Cuadernos de la UNED en 1998. 12,02€

12. Diccionario Longman-UNED Exams Dictionary. 69,68€

13. ALONSO CORTES, A. y A. PINTO (1993): Ejercicios de lingüística, Ed Complutense, Madrid. 12€

14. Pelas para el segundo plazo de matrícula: 238€

15. Grabadora de DVDs para el ordenador.

16. Como alternativa a algunos de estos regalos, estaría bien un curro no estresante a media jornada. Me vendría de perlas para poder ir a ver a mi chico, comprarme buena parte de los libros mencionados, salir alguna vez al cine y, en fin, ya imaginaréis, muchas otras cosas.

17. El más difícil todavía: salud.

En fin, como Sus Majestades pueden ver, no he incluído ningún juguetito. Sólo cosas necesarias (vale, la grabadora no lo es tanto, lo admito). Les he incluído, además, los precios (cuando conocidos). La mayoría de los libros los podrán Sus Majestades encontrar en las librerías que hay en la salida del metro Canal, Línea 7, que ponen muy clarito que tienen los libros de la UNED. Los precios van en verde, tras el título. Los regalos que más ilusión me hacen los he puesto en rojo.

Muchas gracias por adelantado a Sus Majestades.

Zirbêth, que debería estar estudiando en vez de escribiendo cartas chorras...

VARIOS

El lunes, fui a ver a mi nueva psicoanalista. No es que haya dejado a la anterior, ni cambiado de médico, no. Es que ahora tengo dos, una para la terapia y otra para la medicación. Me la han cambiado, porque al parecer la que tomaba me estaba produciendo efectos nada deseables (más allá de la retención de líquidos). A ver qué tal me va con la nueva. Tanto la medicación como la psicoanalista. Lo mejor, de momento, que vive unos números más abajo en mi misma calle.

Y fue ella la que me dijo que en Aranjuez, la protectora de animales, o mejor dicho el centro de recogida de animales, lo llevan unos chicos estupendos que siempre les buscan un hogar a los bichos que encuentran o les llevan. Me preocupaba mucho llevarlo allí, porque demasiadas veces las protectoras no tienen más remedio que sacrificar a los bichos cuando, pasado cierto tiempo, no encuentran dueños para ellos.

Así que el bichito diarreoso (no se le cortaba ni con el arroz en blanco) está ahora allí, hasta que se ponga bien, y después irá a un nuevo hogar. Al parecer, se lo van a quedar para que cace ratones en una empresa con naves. No sé, me da un poco de pena, porque el pobre bicho está traumatizado, se asusta por cualquier cosa, y si la nave es de una serrería, o algo por el estilo de ruidosa, va a pasar bastante miedo y no sé si se adaptará.

Lo de los gatos es una cruz. Si al verlos sufrir no los recojo, me siento fatal, y si los recojo, como no puedo quedármelos, lo paso fatal al tener que re-abandonarlos a su suerte en manos desconocidas. Esperemos que ningún gato abandonado aparezca en mi vida en una buena temporada...

Zirbêth.

martes, noviembre 28, 2006

ES MEJOR ASÍ

He cometido un error publicando un post y, antes de hacer (más) daño, mejor lo quito.

Aunque he de decir que, frente al refrán ese de "la mierda, cuanto más la remueves, más huele", tengo una respuesta: el que escondas la mierda bajo la alfombra, no la hace desaparecer, sólo consigues que cuando la pises te manche la alfombra, el suelo y, si es diarreosa, el pie también. Y sigue oliendo, incluso debajo de la alfombra.

La mierda es mierda, esté donde esté y la remuevas o no.

Zirbêth, que la mierda le cayó en la herida y tiene una infección de mucho cuidado, amén de una mancha que no salta con nada.

ESA ESTRECHA FRONTERA

Los políticos de nuestro país son una desgracia. Son tan cutres y desvergonzados, que Maléfica diría, su amarilla piel púrpura de la rabia y la humillación, aquello de "Son una vergüenza para las fuerzas del mal".

Porque no hay día que me acuerde de mi abuelo, y le imite gritándole a la tela, o al periódico (virtual o material), cuando veo las barbaridades que desde cualquier partido se están haciendo y diciendo. Si hubiese un mercado de la sinvergozonería, España sería el primer exportador.

Pero, especialmente, me zahieren las flagrantes mentiras que pueblan las ondas comunicativas. Son un abuso, una manipulación burda y descarada de la masa, pues eso es lo que las personas que habitan España son para ellos. Una masa a la que llevar, cual rebaño de ovejas, de mentira en mentira, frondosos pastizales venenosos. Me vienen a la mente frases como "miente, que algo queda", o aquella frase que, más o menos, decía "si repites lo suficiente una mentira, acabará covirtiéndose en una verdad".

Así, salen vídeos como el de PP, que hay que ser más idiota aún de lo que consideran a los ciudadanos, para usar imágenes de sus tiempos en el gobierno para demostrar la ineficacia del contrario y actual. Y que a la respuesta, en el mismo formato, respondan sólo insultando y mintiendo, ooootra vez.

¿Es que no os resultan ofensivas las intervenciones de Acebes o Zaplana? Y Rajoy, ayer, en referencia a la detención en Baleares de dos cargos del PP por implicación en otra trama urbanística, diciendo que su partido echa a cualquiera que cometa un delito... Pues no veo yo rodar cierta cabeza implicada en el caso de Terra Mítica, no.

No quiero ser del PSOE, y no lo soy, pero cuando lo que tienen en frente es el PP, de verdad, es que me tiemblan hasta los pelillos de la nariz.

Así que veo a los ciudadanos en esa estrecha frontera que linda a la mentira de la excusa, a la discreción del ocultamiento de información, al tratar de ganar votantes del el manipular abiertamente a los ciudadanos. En España no hay políticos (con excasas excepciones, claro está). Lo que hay es una panda de sinvergüenzas que se comportan como verduleros y porteras de patio, gritando todos a la vez sus mentiras, a ver quien les compra su mierda de mercancía.

Zirbêth, hasta el moño.

*Mi más profundo respeto a los verduleros y a las porteras de patio: sólo uso un tópico cultural, no pretendo ofenderles comparándoles con políticos. Ni tampoco a las ovejas comparándolas con personas, y vicerversa.

LA VIOLENCIA ENGENDRA VIOLENCIA

Y las heridas que causa pueden llegar a no cicatrizar nunca. Dentro de poco hará un año de uno de esos zarpazos especialmente humillantes, y diestros (pues encima el agresor se mostró como la víctima), y los desgarros en mi alma aún siguen sangrando.

No hay peor herida que la que te hace desear la venganza más que nada en este mundo.

Zirbêth, ajena a la sutileza.

domingo, noviembre 26, 2006

CONSTATADO

Sí hay algo más difícil de encontrar que una aguja en un pajar: un gato que no quiere que lo encuentres.

Zirbêth.

viernes, noviembre 24, 2006

AGUA

Estoy nadando en medio del océano atrapada en una tormenta. Mi barco ha naufragado, se ha ido entero a pique. No encuentro donde agarrarme, ningún asidero, no hay salvavidas, ni balsa hinchable de emergencia. Llevo muchas horas nadando y las fuerzas ya no me llegan. Me hundo bajo las olas, la luz se hace más tenue, dejo de moverme. El aire se me agota y los pulmones duelen. Llevada por el miedo, pese al cansancio, vuelvo a nadar hasta alcanzar la superficie, justo cuando de mis labios escapa la última burbuja de aire exprimido. Doy una bocanada desesperada, vuelvo a bracear, consigo mantener la cabeza fuera del agua. Durante varios minutos, ninguna ola cubre mi cabeza. Empiezo a pensar que la tormenta amaina, que la luz es más intensa, la lluvia cesa y parece que vislumbro a lo lejos una costa sin rocas. Pero de nuevo una ola me revuelca, me sumerge. Ya no sé donde está el arriba y donde el abajo. La luz se ha ocultado tras nubes negras cargadas de rayos. Trato de nadar, de salir a la superficie. Me duelen todos los músculos, me dejo llevar, no lucho. De nuevo, el agua me rodea, y ya no nado. El aire se me va acabando, veo las últimas burbujas, una vez más, subir, traspasadas por una luz más benévola. El dolor, como la esperanza, renace con la claridad. De nuevo, pese al agotamiento, nado hasta la superficie. De nuevo, el aire inunda mis pulmones, parece que la tormenta amaina, veo a lo lejos la costa...

Desde la profundidad de mi enfermedad, me debato contra síntomas físicos y psíquicos. A veces, tengo la sensación de que ya salgo de esta enfermedad, de que diviso la costa y la tormenta amaina, y me esfuerzo por normalizar mi vida, por encontrar un trabajo, hacer ejercicio, estudiar... Pero, de nuevo, empeoro. Vuelvo a no ser capaz de concentrarme, a no lograr salir de mi casa, a no soportar ni el estrés que supone ir en el metro a la consulta del médico. A esos síntomas físicos, sospecho que se unen somatizaciones físicas, como la fiebre y el mareo constante.

Por eso, sé que superar esto va a ser largo y difícil. Y uno de los aspectos más duros es la sensación de fracaso y desesperación que acompañan a cada recaída. No hay nada peor que esperanzarte para descubrir que tu esperanza era sólo un espejismo.

Al menos, vuelvo a escribir.

Zirbêth, introspectiva y metafórica.

ALERTA GATUNA

Ayer por la tarde, al irme a estudiar a mi cuarto, un sonido que me solivianta y me revuelve de arriba a abajo siempre que lo escucho, inundó mis oídos con la premura del desamparo.

Sé que no soy la única en este cibermundo a quien los gatos le parecen las criaturas más asombrosas del universo, o que al escuchar el maullido lastimero de un cachorrillo abandonado, el corazón le da un vuelco y siente la imperiosa necesidad de ofrecerle consuelo y cobijo, de algún modo.

Desde que le escuché la primera vez, traté de encontrarle y cogerle. Lloraba con ese maullido característico del miedo de un "niño". Pero, por más que lo intenté, no conseguí dar con él. Mi madre me dijo que llevaba maullando toda la mañana y que había intentado cogerlo varias veces, pero sin éxito. Durante todo la noche, sus maullidos me han despertado, aunque seguía sin conseguir averiguar de donde procedían exactamente.

Finalmente, a las seis y cuarto de la mañana, sus lamentos han sido tan continuos y a tal volumen, que he conseguido averiguar donde se escondía. Tras unos veinte minutos de maullidos, suyos y míos, de gente madrugadora mirándome con cara de alucine al verme sentada en mitad de la calle en pijama y chaqueta al lado de un coche en conversación gatuna; al fin, a eso de las siete menos veinte, he conseguido, con la ayuda de una olorosa y seguro que suculenta (estaba muerto de hambre)loncha de chooped, que saliese del chasis de la dirección del coche en que se había metido. Ha empezado a comer mientras trataba de llevarse la loncha de chooped, momento que he aprovechado para cogerle, loncha colgando. Me ha bufado, se ha puesto tenso como cuerda de arco, pero, eso sí, sin soltar la comida.

Estaba sucísimo. Parecía gris oscuro y de pelo largo. Supongo que la mierda puede presentar apariencia de extensiones, y que el tener el pelo de punta y bufando también ha ayudado. Y está famélico. No me ha arañado ni una vez y, la única vez que me ha mordido, ha sido porque mi dedo era el soporte de la loncha de chooped. Después de darle otra loncha y algo de leche, he tratado de calmarlo con caricias y calor. Me ha puesto pringando dos camisetas, pero se ha ido calmando y durante un rato ha dormitado en mi cuello mientras ronroneaba sonoramente.

De repente se ha inquietado de nuevo, ha empezado a maullar y, el pobre, se ha hecho una diarrea verde y apestosísima. Menos mal que en ese momento yo ya había decidido que había que bañarlo (el trapo húmedo no conseguía arrastrar la mierda, consistente en grasa de coche y tierra, sobre todo). Primero, al caer el agua del lavabo, se ha lanzado sobre esta y ha estado bebiendo un buen rato. Y cuando le he empezado a lavar (jabón de glicerina y agua calentita) es cuando ha empezado a hacerse diarrea. Se quejaba, tenia el culete taponado, y al final el pobre ha hecho lo que parecía una caca más sólida, pero que al entrar en contacto con el agua, lo que ha salido era un trozo de plástico a medio digerir.

Le he comprado comida apropiada y arena, aunque eso ha sido después de bañarlo (no ha protestado, pese a hacerle pasar por debajo del grifo dos veces, pues se ha vuelto a pringar de caca diarreosa*) y secarlo con la estufa. Animalito, no ha protestado casi y, pese a que sigue aterrorizado, se ha mostrado bien dispuesto a soportar el ruído del calefactor.

Ahora, está metido en una caja con mis pantalones de forro polar, asustado todavía. Se esconde al menor ruido, sobresaltado, y si se queda sólo mucho rato en la habitación, empieza a maullar, nuevamente lastimero. Aún no juega, aunque ronronea cada vez que lo cojo o le acaricio, pese a su primer impulso de salir corriendo. Debe haber pasado una noche horrible (o más), con el viento, la lluvia, los perros, los coches y los transeuntes ruidosos.

Tras quitarle la mugre, he descubierto un gato gris pardusco, sin las líneas muy bien definidas, escuálido y, creo, macho. Aún no ha sacado la cola de entre las patas. No debe tener más de cinco semanas. Aunque a mucha gente los gatos les dan grima y tienen una relativamente inmerecida fama de ariscos e intratables, a mí me despiertan una enorme ternura, tanta, que escuchar un gato llorando me pone en estado de absoluta alerta y no puedo quedarme parada. De algún modo, me siento identificada con esa indefensión arisca, ese necesitar ayuda pero estar tan asustado o herido que no permites que nadie se acerque a ti para ayudarte, socorrerte y consolarte. En los dos meses aproximados que llevo aquí, este es el segundo gato que rescato. La primera fue una gatita de unas dos o tres semanas, con los ojos aún azules de la lactancia. Era tan tierna que, al llevarla al veterinario para ver si estaba bien, un chico me dijo que si se la daba. Era una preciosidad.

Este nuevo rescatado no es tan bonito, ni tan tierno. No es arisco, pero a cada ruído sale corriendo. No es tan mono, porque ya no es un bebé, aunque sea todavía un "niño" muy pequeño. Pero necesita un dueño que le de un hogar y la tranquilidad que necesita. Y yo no puedo ser ese dueño. Vivo en casa de mi madre, y a P. los gatos le ponen muy nervioso. Igual que hay gente, como yo, a quien ver moverse con esa elegancia innata o acariciar su suave y flexible cuerpo nos encanta y relaja, a él le ponen nerviosísimo.

Este gatito, con la tripa mala de a saber qué que ha comido, escualido y asustado tras días abandonado a su suerte (y digo abandonado porque un gato arrabalero no llora y llora, se busca la vida y jamás deja que un humano se acerque a él) necesita un amo y un hogar. Para quienes piensen que viven en un piso pequeño y que no va a poder darle lo que necesita, que piense que, en la calle, en pocos días estará muerto.

Así que, por favor, si alguien quiere y puede ofrecerle un hogar, que me lo diga. De lo contrario, en pocos días tendré que llevarlo a la protectora, donde ya os imaginaréis que sus días estarán contados.

¿Algún amante de los felinos en la sala?

Zirbêth.

*Me ha quedado un poco escatológico, ¿no?

miércoles, noviembre 22, 2006

LOS NIÑOS QUE ESTORBAN

Ya lo he mencionado varias veces, y aquí os pongo una muestra de porque pienso que el libro ¡No puedo más! Las mil caras del maltrato psicológico, de Ana Martos Rubio, debería ser de lectura obligada (poco menos) para todo aquel que le preocupe y le interese como funcionan el maltrato y el acoso psicológico, como detectarlos en el día a día, evitarlos en la propia conducta, defenderse si se es víctima y, en definitiva, entender mejor qué le está ocurriendo a esta sociedad nuestra donde, por poner un ejemplo notable y lamentable, cada vez salen a la luz más casos de acoso entre niños en los colegios. Porque, no nos engañemos ni nos dejemos engañar, esos casos son muchos, muy comunes y ocurren desde hace muchísimo tiempo, y el que ahora nos hablen de ello en las noticias se debe a un recrudecimiento, sin duda, pero también a que antes no se hacía caso, considerándose cosas de niños, y a que en los medios de comunicación prima de manera lamentable aquello de "si hay sangre, hay noticia". Entre otras cosas.

LOS NIÑOS QUE ESTORBAN

Es difícil decirlo, pero a veces los hijos estorban. Estorban cuando el trabajo ocupa un lugar importante, estorban cuando hay una separación y los hijos se convierten en un lastre para la libertad, estorban, sobre todo, cuando son hijos no queridos, hijos de la casualidad, del despiste, del ¡qué le vamos a hacer!
Los niños que estorban se depositan en manos de terceros, aunque sean terceros amorosos. Los niños que estorban reciben una inundación de bienes materiales que pretenden sustituir los bienes inmateriales que no podemos o que no sabemos darles. Los niños que estorban están obligados a estudiar mil y una cosas para que, cuando salgan del colegio, no estorben en casa ni haya que ir a recogerlos sin saber qué hacer con ellos.
La educación y la atención de los niños que estorban queda en manos de la escuela, de la academia o del polideportivo. Los padres apenas disponen de unos minutos al día para verles de refilón sin meterse en complicaciones de comunicaciones profundas ni dialogar. Es mejor compartir un videojuego o un programa de televisión, que impide hablar de cosas íntimas. A cambio de esta falta de comunicación, de atención y de transmisión de valores, a los niños que estorban se les compra infinidad de juguetes, caprichos, viajes, actividades, ropas de marca o cualquier cosa que se adquiera con dinero.

El director del colegio envió una nota a los padres de Andrés porque había observado una conducta excesivamente violenta. Envió otra nota a los padres de Jesús porque le notaba un aire tímido y reservado y muchos comportamientos que denotaban un complejo de inferioridad. En ambas notas, el director expresava su deseo de conversar con los padres acerca de la problemática del hijo con el fin de resolverla.

La respuesta fue similar en ambos casos: "Por favor, arréglense ustedes con esos problemas. Para una horita que veo a mi hijo, quiero disfrutar de él y no regañarle ni mantener charlas comprometidas".


Los niños que estorban acumulan tareas escolares y extraescolares que les mantienen ocupados constantemente para que molesten lo menos posible. Los niños que estorban disponen de innumerables entretenimientos con los que pasar el tiempo y a los que dedicar la atención que les sobra. Tienen canguros virtuales interactivos que responden a algunas de sus preguntas, menos a la que menciona José Antonio Ríos que plantea un hijo respecto a su padre: "Mamá, ese señor que viene a comer los domingos me ha pegado".
Los niños que estorban, en resumen, no reciben atención de sus padres. No reciben atención suficiente para comunicarse con ellos y contarles lo que les está pasando, lo que les aterra y lo que está surgiendo en ellos. En el caso anterior, Andrés desarrolló una conducta violenta, muy probablemente para llamar la atención y que sus padres le hicieran caso de una vez. Pero ya vemos que ni así. No sabemos cuál habrá sido o cuál será la siguiente llamada de atención de Andrés. Puede ser cometer un delito, emborracharse hasta tener que ir a urgencias o hacer un intento de suicidio, el caso es que sus padres, de una vez por todas, se pongan delante de él y le pregunten qué le pasa sin mirar el reloj. Lo malo es que, probablemente, no lo harán. Se limitarán a echarle un sermón o a regañarle por lo que ha hecho.

Ana Martos Rubio, ¡No puedo más! Las mil caras del maltrato psicológico; MGraw-Hill/Interamericana de España, S.A.U., 2003.


Muchas veces son hijos deseados y queridos, muchas veces no es que no se quiera cuidar su educación y necesidades. Muchas veces lo que ocurre es que los padres tienen que trabajar ambos para poder conseguir unos ingresos que les permitan sobrevivir y no les llega la energía ni el tiempo para acometer sus obligaciones de padres. De ahí surgen muchas veces esas agresiones a maestros y profesores en las que los agresores son los propios padres, que defienden a su hijo de un supuesto ataque como modo rápido de zanjar una situación de desatención que, en muchos casos, está tras las conductas violentas que sus hijos protagonizan en la escuela y que son el motivo de que el maestro o profesor haya actuado de manera censora. Y si el padre es agresivo y violento con el maestro, ¿por qué no lo va a ser el hijo? Imita la conducta aprendida de su progenitor, con la seguridad, además, de que éste no le va a regañar ni a censurar a su vez, sino que con su conducta premia la violencia del hijo hacia el educador.

Pero también hay otros casos, y yo he conocido muchos en mi trabajo como socorrista, en que los hijos se tienen como parte de los bienes que proporcionan un cierto estatus social. Tengo un Mercedes, tengo un chalet y tengo tres hijos que van a un colegio privado carísimo y a tropecientas actividades de élite, que siempre están con una tata (a veces que ni siquiera habla castellano) y a quien muestran primorosamente vestidos a sus amistades en los encuentros sociales propios del "tanto tienes, tanto vales". Son niños no queridos, porque se han tenido por razones equivocadas. Se tienen porque a los treinta ya hay que estar en un puesto de trabajo prestigioso, casado con alguien también prestigioso, y para aumentar y demostrar el prestigio unido al poderío económico, hay que tener hijos que vestir de marca, que llevar a colegios caros, que atiborrar de juguetes caros, ets., etc., etc. Y no sabéis la lástima que da encontrarte con cuatro críos, que se llevan unos dos años o menos entre sí, siempre solos, campando a sus anchas, con conductas violentas y agresivas, demasiado pequeños para entender qué les pasa, y de quienes los vecinos te cuentan que se los han encontrado medio desnudos en pleno invierno en el garaje jugando a subirse en una moto de cientos de kilos, que han asaltado la casa de unos vecinos y han destrozado muebles y recuerdos personales; niños que tienen con siete años móvil, desde el que se dedican a hacer llamads a la policía, a los bomberos, et., para gastar bromas, y que ves con tus propios ojos que, al llegar el fin de semana, su madre les grita en la piscina cuando estos les dicen "¡mira, mira, mama, mira cómo me tiro!", porque ellas quieren leer una revista y los niños le molestan. Una madre que goza de un gran prestigio por la casa que ha comprado, por los cochazos en el garaje y por ser cirujana en un hospital de mucho postín.

Son niños que estorban, niños tenidos por razones aún peores que las que menciona la autora del libro: la casualidad, el despiste, el ¡qué le vamos a hacer! Y lo peor es que nadie denuncia esta situación ante las autoridades: demasiado arraigado está en la norma social aquello de que, lo que ocurre en la familia es cosa suya, y no hay que meterse. Somos (yo también, pues nada hice) cómplices de los malos tratos, del abandono, de la violencia que esos niños desesperados ejercen contra todos los que les rodean, gritando así su necesidad y su sufrimiento; somos presos de normas sociales inhumanas y casi atávicas, del miedo al qué dirán y a las posibles represalias por "meternos donde no nos llaman".

Así que, la próxima vez que veáis en las noticias un caso de acoso, maltrato o violencia entre niños, pensad en los pequeños agresores también como en víctimas. Víctimas del abandono, de la ignorancia, de la debilidad inherente a su dependecia de los adultos, y víctimas, por último, de una sociedad que los estigmatiza como violentos sin preocuparse de ver más allá del titular de la noticia, que no pone los medios para evitarlo desde la raiz del problema, que siempre pone por encima del individuo las apariencias, convirtiendo en objetos a las personas, sin considerarlos seres humanos antes que mercancías o consumidores.

Es como para llorar.

Zirbêth, con escalofríos, y no sólo por la fiebre.

MISCELANEO

1. Que Peter Jackson no vaya, finalmente, a dirigir El hobbit, la verdad, no me quita el sueño. Aunque sus películas me las viera varias veces y, por el buen hacer de muchos de los actores y de la plasmación estética, no pueda decir que no me gusten, lo cierto es que aún no le he perdonado ni a él a ni al resto del equipo de guionistas las cuatro patadas que le han dado a la obra de Tolkien para hacer más comercial/entendible la obra al público general. Por, en una palabra, hacer de una novela épica a la altura del propio Homero y su Odisea, un grandes éxitos de la novela de fantasía. El señor de los anillos no es una novela de fantasía para niños o adolescentes: es épica para todas las edades, aunque más bien para adultos. No es un best-seller de esos dirigidos a quien casi nunca lee, es un libro para lectores empedernidos. No es un cuento, es novelización de mitología. Es cuasi-historia. Así que, si no se lleva al cine El hobbit, no seré yo quien lo eche de menos.

2. Después de un mes esperando a que me llamasen para mi plaza de interino, me he quedado con el amargo sabor de la inconpetencia administrativa en los labios. Cuando me presenté, me dijeron que, al no ser mi especialidad, necesitaba aprobar el primer examen para poder optar a un puesto de interina. Así que, cuando vi mi nombre en la lista de interinos, alcé una ceja. Me fui, ceja alzada, a la dirección de área territorial y pregunté, llena de desconcierto y desconfianza. Pero esperanzada: faltaba personal para cubrir puestos y habían abierto un plazo para que se presentase gente que no se hubiese presentado a la oposición. Así que pregunté y repregunté. La respuesta fue que, si me habían incluído en la lista de interinos, era porque podía optar a la plaza. Así que, dado que quedaban menos de doscientas personas por delante de mí en las listas, me dijeron que estuviese muy atenta, porque el llamamiento sería en muy poco tiempo. Así que me dispuse a esperar y, lo que es más importante, no me molesté en buscar otra cosa. Tras un mes de espera, me llamaron, me pidieron que llevase nº de cuenta bancaria, la fotocopia del título, etc. Tras un rato de espera, dijeron mi nombre. Y entonces, para mi sorpresa, una funcionaria con malos modos me dijo que yo no debería estar allí porque ni tengo el título de la Escuela Oficial de Idiomas, ni de Filología Inglesa, ni tres años de Traductores e Intérpretes, ni la especialidad de inglés de Magisterio. Toma, pues no, y bien clarito que quedó cuando, para las dichosas oposiciones, me pidieron aportar toda esa doumentación. "Pues no tienes derecho a plaza y no deberías estar en la lista de interinos", me espetó de nuevo. Vamos, que me metéis en una lista que no me corresponde, ¿y encima es culpa mía? Manda ovarios, de verdad. En definitiva, me quedé compuesta y sin curro, y perdí todo un mes que podría haber dedicado a eso mismo, a buscar curro, que buena falta me hacía (y hace). Eru, que cruz.

3. Por primera vez en mi vida laboral, he echado mano de las ETTs. No me gustan un pelo, porque si te pones malo, no cobras, dado que te pagan por hora trabajada. Bueno, no me gustan por mucho más motivos, pero en este breve contacto, he hallado un nuevo motivo de disgusto. Probablemente sea ingenuo por mi parte esperar que una empresa cumpla el servicio para el que recurres a ellos, teniendo en cuenta el país en que vivo. En este caso, lo que una ETT ofrece (algunas hasta lo tienen en una pared a tamaño enorme escrito en publicidad, bajo en nombre de compromiso con el trabajador y el cliente...) es, al empresario, un trabajador que se ajuste a sus necesidades, tanto por formación como por necesidades de temporalidad, entre otras cosas; con el trabajador, es ofrecerle puestos que se ajusten a sus necesidadades, capacidades y espectativas. Pero se ve que eso es pedir demasiado, por supuesto. La empresa pide alguien para hacerle fijo, pero ellos no se enteran, y le mandan a alguien que claramente dijo que buscaba algo temporal. O la empresa quiere alguien a tiempo parcial, y le mandan a alguien que quiere un completo. O el trabajador quiere un parcial y temporal, que es mi caso, y me mandan a una empresa que ha pedido a alguien para completo y que quiera hacer carrera en la empresa. Si a eso le añadimos que quien me hizo la entrevista se entusiasmó con mi nivel de inglés y no estuvo atento a lo que le dije en referencia a que estoy preparando oposiciones... Pues pasa lo que me ha pasado a mí: que a la semana se disculpan, te piden perdón por no haberte preguntado ni escuchado, pero que ellos quieren a alguien que se quede. Y vicebersa. En la siguiente entrevista, la ETT me dijo que eran dos meses por ETT y luego fijo, así que yo me callé lo de las oposiciones y mi búsqueda de temporalidad para que no me descartasen así, a la primera (lo de que a veces hay que mentir, que decía en otro post), y resulta que eso era exactamente lo que ellos buscaban. No sé aún si me han descartado o no, pero está claro que, si la ETT se hubiese enterado bien de lo que la empresa buscaba y me hubiesen dado la pertinente información, mis posibilidades hubiesen sido mucho mejores. Y así se lo he hecho saber a la persona que me seleccionó para el puesto: también se deshizo en disculpas, por supuesto; pero de poco me sirven las disulpas. ¡Qué hagan bien su trabajo, leñe!

Zirbêth, griposa y con fiebre. Y buscando curro a media, además.

domingo, noviembre 19, 2006

ELECCIONES

Entre las cosas que ando liada haciendo, la más importante quizás sea hacer elecciones. Llleva mucho tiempo si se quiere hacer bien. Menudo descubrimiento, a mi edad, ¿no creéis? Pero es que he sido (¡ja!) más bien impulsiva. Así que, en esta especie de retiro espiritual de los últimos meses, aparte de recuperarme poco a poco del cataclismo que ya he descrito, me estoy dedicando a tomar decisiones, a pensar mucho, a reflexionar más, sobre quien soy y que que quiero hacer con mi vida de ahora en adelante.

Las conclusiones son, no necesariamente en este orden, las siguientes:

- Quiero estar sana, sobre todo mentalmente sana, aunque un buen dentista tampoco estaría mal, así como hacerme ver lo de la ciática (sí, tengo ciática, qué pasa, XD). Eso va a llevar una buena inversión tanto en tiempo como en dinero. Y en energías, para qué negarlo.
- Quiero trabajar como maestra y hacer de la enseñanza mi profesión. Para lo cual, hay que prepararse las oposiciones en serio. Si no las saco este año, será el próximo, pero la cuestión es que hay que hacerlo.
- Quiero seguir estudiando y, tras mucho deliberar, he decidido seguir mi deseo de hacer Filología Inglesa. Si os váis a finales de mi estancia en Valinor, veréis que hice una lista de propósitos de año nuevo que incluía esto mismo. Pues bien, tras casi dos años, sigo queriendo hacerlo. Además, como inversión a largo plazo también es provechoso, pues la licenciatura me abrirá las puertas de secundaria, me dará más curriculum en general, me permitirá acceder al mundo de las traducciones de un modo más profesional, etc.
- Quiero, en un orden de cosas algo más superficial y menos trascendente, al menos a simple vista, volver a estar buena. Es decir, delgada pero sana, fuerte pero no enorme. Quiero estar todo lo contenta con mi cuerpo que pueda estar, y eso significa perder quince kilos, más o menos.
- Quiero seguir aprendiendo a coser y seguir cosiendo. Cuando pueda, tras las oposiciones, a ver si consigo hacer el curso de técnico de vestuario. Me encanta coser: crear con mis propias manos algo maravilloso y tangible que puedo tocar con mis manos, ver con mis ojos y mostrar a todo el mundo.
- Quiero volver a escribir más en el blog. A escribir de verdad, por placer y no sólo por necesidad.
- Quiero escribir un buen cuento y, si se tercia, presentarlo a algún concurso.

Todo esto es más o menos a corto plazo. Cosas que, aunque pueden algunas llevarme varios meses o incluso años, puedo empezar a hacer ya. Luego, claro está, hay otras cosas que quiero también hacer, aunque me llevará algo más de tiempo y no dependerá sólo de quererlo, o de ponerme a ello. Tendrán su parte de esfuerzo, pero también una buena dosis de buena suerte. Así que, por el momento, me quedo con esta breve pero intensa lista. Y otras cosas, sintiéndolo en el alma, quedan en un muy secundario plano. Creo que ya he malgastado demasiados esfuerzos en empresas que no debía haber puesto las primeras de mi lista.

Zirbêth.

BLOG, PSICOANÁLISIS Y MALOS TRATOS

Yo, desconfío del psicoanálisis. Eso lo sabe hasta mi psicoanalista. Que me digan que a lo mejor estoy engordando porque de pequeña era regordeta y, como ahora he vuelto a casa de mi madre estoy regresando, a nivel subconsciente, a la niñez, me parece rebuscado hasta para el Sr. Freud.

(Jurl, casi me sale el Sr. Frodo...)

Pero lo cierto es que sí me está ayudando. Como todas las escuelas psicológicas, el psicoanálisis tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Estoy descubriendo sus ventajas, aunque con el inconveniente de que el proceso es largo y costoso (económica y emocionalmente). Pero me está, como poco, ayudando a conocerme mejor a mí misma (mismamente).

En el paseo por la memoria, los recuerdos y los sueños, estoy sacando a la luz de la consciencia muchas cosas, de esas que uno ya sabe, pero que de algún modo se oculta a sí mismo, que no recuerda o que, simplemente, al no verbalizarlas no se es verdaderamente consciente de ellas. La más notable, para mí, quizás sea la de la íntima relación con los libros y con las palabras que, durante muchos años, han sido mi herramienta de supervivencia en el más amplio sentido del término.

De pequeña aprendí muy pronto a leer, así que adquirí vocabulario muy rápido, y vocabulario de adulto en muchos casos. Perceptiva, notaba como los adultos admiraban que leyese, tanto por cantidad y velocidad, como por la comprensión de lo leído que demostraba, y también por la elección de las lecturas. Ya he hablado aquí muchas veces de lo que disfrutaba (y disfruto) leyendo, de que buscaba ávida en la biblioteca del cole libros y libros y, cuanto más gordos y más "para mayores", mejor. En esa época y respecto a los libros, os aseguro que el tamaño realmente importaba para el coco de esta niña criada entre mayores. Así, paseaba orgullosa con diez años el enorme volumen de Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, y me quejaba si el maestro me mandaba leer un libro que pesase menos de medio kilo, midiese menos de un decímetro de ancho o considerase que era demasiado para niños de mi edad.

Así, lo que en principio fue un modo de sorprender a los mayores por la precocidad, poco a poco se fue convirtiendo el recurso al que acudía en caso de casi cualquier necesidad, como si los libros fuesen personas, las personas mayores que guían el crecimiento y la maduración de los niños en su viaje por la vida, pero que, en mi caso, demasiadas veces no tenía.

Pasé de vivir con mis abuelos y mis tíos (adolescentes por aquel entonces), rodeada de atenciones de personas mayores que yo, a los que mi capacidad de lectura sorprendía y agradaba, a vivir sólo con mi madre, y un padre adoptivo que en poco tiempo se convirtió en verdugo, en amenaza constante y fuente de miedo e inseguridad. Pasé de ser escuchada por todos, a que se me ignorase y ningunease por activa y por pasiva. Y en el colegio, pasé de un entorno acogedor y positivo en Gerona, donde entre los compañeros ser buen estudiante era premiado con aprecio y admiración, a otro, el de Cádiz, donde si leías y sacabas buenas notas eras blanco de burlas, de menosprecio y de, en ocasiones, auténtico desprecio y agresividad más o menos explícita. Los libros pasaron de ser un arma de seducción a un arma de defensa. Me aferré a ellos como a un madero en un naufragio.

Mi padrastro, si sacaba buenas notas, me mostraba desprecio por ser una empollona, pero cuando llevé a casa el primer suspenso, me calló una bronca descomunal, peor aún por no esperada, dado que durante tanto tiempo las buenas notas se habían demostrado algo sin importancia. Los suspensos, en sus manos, se convirtieron en un instrumento de tortura justificada, de malos tratos parapetados en el manido y manipulador "lo hago por tu bien". Y, por supuesto, si despreciaba mis notas cuando eran buenas, ni que decir tiene que ampliaba ese desprecio a todos los aspectos de la vida. Ninguneo e ignorancia con premeditación y alevosía (no discriminaba por horas, le valían todas).

Los libros se convirtieron en mi refugio, mis amigos y, sobre todo, mi apoyo cuando se trataba de negar o ignorar lo que decía: "lo pone aquí, mira". Si estaba escrito, era más difícil que funcionase aquello de "no dices más que tonterías" o "qué sabrás tú".

Estoy leyendo un libro llamado ¡No puedo más! Las mil caras del maltrato psicológico, como ya os he dicho. De algún modo busco respuestas, pero también sigo buscando en el libro la herramienta y el arma que me permitan defenderme: leyendo constato lo que ya sabía, que he padecido malos tratos durante muchos años, pero además el libro me sirve para decir aquello de "eh, que no lo digo yo, lo dice alguien con títulos, que sabe de verdad del tema, que tiene razón; y yo, por tanto, tengo razón, y tú te tienes que callar tus mentiras y tragarte tu menosprecio y tu ninguneo".

Hace menos tiempo, empecé a escribir. Primero escribía cartas, que a veces mandaba y otras no, pero que se convirtieron en testimonio de mis vivencias y también en un modo más contundente de hacer que se me hiciese caso. En una conversación es fácil que te corten, que no te dejen hablar. Cualquiera más hábil que tú puede dejarte cortado, darle la vuelta a tus palabras o, llegado el caso, gritarte y no dejarte expresarte. Pero cuando escribes, es más complicado. Aunque pueden pasar de leerte, claro está, si consigues que lo hagan, de algún modo te están escuchando. Escuchando de principio a fin. Y si no lo leen, al menos tú has conseguido soltar lo que querías. No es lo mismo, claro, pero algo es algo.

Nuevamente, lo que era en principio un entretenimiento, un placer, se convirtió en herramienta de supervivencia.

El blog, podría decirse, ha sido la herramienta definitiva. Escribo por placer, claro está, pero también es un modo de ser escuchada. No sólo de las cosas que disfruto contando, sino, lo que es más importante, de las cosas que necesito contar, gritar a veces.

Leía para sobrevivir, buscando respuestas a mis dudas, a los sinsabores, a la falta de modelos. Leía para aprender a defenderme, para hacerme un lugar en el mundo, para ser reconocida y aceptada. Y ahora escribo para fundamentalmente lo mismo, para buscar respuestas. Pero sobre todo para contar lo que me pasa, para que cuando nadie cercano me escucha de verdad, cualquiera pueda hacerlo con sólo un clic. Porque, "mira, está escrito". Para que no se me ignore también esta vez.

Durante años, sin embargo, y como es desgraciadamente normal en estos casos, me callé los malos tratos, la soledad, la indefensión y los ninguneos a base de hacerme la dura, de hacer ver que no pasaba nada, de mirar para otro lado para no tener que enfrentarme a lo que realmente pasaba. Para sobrevivir. Al irme de Granada, donde tan mal lo pasé, y llegar a Madrid, hice un esfuerzo hercúleo (ahora me doy cuenta) para deshacerme de muchos de mis gestos de autodefensa, para abrirme a las personas y darle una oportunidad a la vida, a las amistades y al amor. Fue un paso muy difícil, muy duro, y que llevó mucho tiempo. Pero poco a poco logré convertirme en una persona más parecida a quien quería ser, a quien había sido antes de que los malos tratos de mi padrastro y de la sociedad me casi destruyeran. Tras años de no conseguir amar a nadie de verdad (más allá del enamoramiento inicial, se entiende), de no conseguir hacer amigos de verdad, por fin, en el 2002, encontré amigos de los de verdad y me enamoré de verdad.

Por eso, cuando pasó lo que pasó con M., cuando tras conseguir abrirme y darme, desprenderme de la armadura de aislamiento e indeferencia tras la que me escondía y lamía mis heridas, y traté de crear una vida para mí y mis sueños y necesidades, cuando, como decía, pasó lo que pasó con M., la caída fue estratosférica, o casi. Y larga, muy larga, pues hace muy poco que me he conseguido despegar del suelo tras el batacazo.

Pero, esta vez, ha habido algo diferente. Esta vez no he callado los malos tratos. He gritado y bien alto. He dicho exactamente lo que pensaba y si necesitaba gritar por el dolor, lo he hecho, siempre que he sido capaz. Y el blog ha sido, quizá, el principal instrumento.

Muchos podrán (podréis) pensar que debería haberme callado, que debería haber lamido mis heridas en la intimidad absoluta, sin contar nada en el blog, ni a los amigos. Y yo les contestaré que eso que dicen es un modo de malos tratos sociales: los que permiten los abusos y los justifican, haciéndose por tanto cómplices del maltrato, cargándose de razones en el apoyo de los convencionalismos sociales.

Porque la sociedad maltrata con duros castigos a quien no hace lo que se ha convertido en norma social, en costumbre, que no hay que confundir con las leyes. Por ejemplo, la ley dice que todos somos iguales sin importar la raza, el género, la confesión religiosa, la edad..., pero la sociedad discrimina por esas mismas razones, tratando de manera diferente a las personas en razón del color de su piel, de si son hombres o mujeres, de si son católicos o musulmanes o ateos, de si son niños, adultos o viejos, metiéndose en facetas de la vida tan personales como el si te quieres o no casar, la edad en que lo haces, con quien te acuestas, como te vistes, etc. La ley dice "no discrimines"; la sociedad dice "hazlo o tú mismo serás el discriminado".

Así que, yo ya no me callo. No me basta con saber que me han maltratado y librarme del maltrato. Quiero que los demás lo sepan: que sepan qué me ha ocurrido, quién lo ha hecho y que la sociedad, si va a castigar a alguien por lo que hace, lo haga porque esa persona es un maltratador y no por como viste o con quien se acuesta.

Y el blog es mi arma, mi herramienta, mi voz al mundo. Y no es anónimo, pues cualquiera puede averiguar quien soy si se lo propone. Buena parte de quienes me leen son mis amigos y conocidos, y hay amigos a quienes he conocido precisamente por el blog. Zirbêth no es un nombre que me oculte, sino uno que me define. Y aquí trataré de escribir por placer, por diversión, para entretener y entretenerme, pero también para decir a los cuatro vientos lo que quiera decir y para defenderme si alguien me hace daño de ese ladino modo que es maltratar en cualquiera de sus formas, de las más evidentes y a las más insospechadas. A todos los Juanjos padrastros del mundo que maltratan y abusan de los menos fuertes que ellos, a todos los mal llamados amigos que abusan de la confianza y cariño que les profesas, a todos los novios que menosprecian, ningunean y utilizan, y encima tratan de hacer como que ellos no han hecho nada y dejarte a ti de mala de la película, a todos los que eligen entre sus amigos al que hace daño, frente a quien, siendo también su amigo, ha sido víctima del desaprensivo. A todos esos, les digo:

No pienso callarme y
¡mirad, aquí está escrito!


Zirbêth.

KILOS, CENTÍMETROS, LITROS

KILOS:
Te miras al espejo, con afán de comprobar qué tal te sientan los modelitos del invierno pasado y, claro, te llevas un disgusto, o varios. Todo aprieta aquí, todo delata michelines allá. Así que te metes en el gimnasio y, aleeeee, a machacarte sanamente de dos a tres horitas al día, al menos cuatro días a la semana.

En teoría, una necesita unas mil novecientas calorías al día, así que echas cuentas de lo que consumes y de lo que comes, sumas, restas multiplicas y divides, sacas decimales si hace falta, e incluso aplicas reglas de tres, y te montas un plan de actividades y contraingestas. Que si ochocientas calorías de bici, que si otras trescientas entre aparatos y caminatas (en cinta o de callejeo real), reduces lo que comes, fuera dulces, fuera grasas, fuera delicatesen, y esperas entre ilusionada y estresada a que pase un mes.

Llega el día D, la mañana en ayunas H, y te pesas P de "en pelotas". Pesas tres kilos más.

Caguentoloquesemenea...

Bien, te dices, la masa muscular pesa más que la grasa, y firmeza sí que te ves, y eso del culo más para arriba, un principio intuído de chocolatina en la tripa, las piernas mejor torneadas. Pues nada, pasando de la balanza, que no es objetiva en cuanto a lo que me interesa, es decir, que me quepa la ropa. Mejor valores en unidades de superficie.

CENTÍMETROS:
En una libreta, te haces una lista de las medidas de los contornos de las zonas susceptibles de reducción: pecho, cintura, cadera alta, cadera baja, contornos de brazo y de muslo. Cada varios días, vas midiendo y anotas, gozosa, las cifras obtenidas en sentido descendente. El proceso es lento, pero da buenos resultados. Excelente.

Al final de una semana, has perdido de donde menos un par de centímetros, y de donde más, hasta cuatro. Así que llega el fin de semana y te miras de nuevo en el espejo, satisfecha, con ese dulce sabor de boca del deber cumplido. "La semana que viene", te dices, "hago una dieta más exahustiva, y me machaco más y mejor, que quiero ponerme esos pantalones negros que tanto me gustan".

Así que pasas una semana de hiperactividad gimnástica, de aeróbicos sudorosos, que parece que te has caído en un charco, o cosas peores y más escatológicas, si me apuras. Llega el fin sábado y coges la hoja y la cinta métrica, y por la mañana y sin desayunar, procedes a medirte. Estupendo, de nuevo bajada de centímetros. Así que te relajas un poco, te dedicas a ver la tele, a jugar un solitario, a comerte algún dulce "porque tú lo vales"... Y el lunes por la mañana te miras en el espejo y estás inflada como un globo, con los rollizos michelines de los que creías haberte desecho (hay pruebas físicas, te mediste, el sistema métrico decimal no engaña, como la báscula, que se puede desequilibrar). No cabes en la ropa, te aprieta en la cintura, en las rodillas. Pero si hasta jurarías que no te caben las manos en los guantes...

LITROS:
La desesperación te toma cual si fueras La Bastilla. Si dos días antes no cabías en ti de gozo, ahora no cabes ni en los vaqueros de emergencia. No te lo explicas: vale, no has ido al gimnasio en el finde, pero tampoco has comido ni bebido tanto. No has tomado más que un vaso de Cacacola comiendo, un dulce tras la comida, pero no has merendado, y la cena fue ligera. No importa cuantas vueltas le des en la cabeza, ni cuantas des sobre ti misma frente al espejo: estás que rebosas. Si llegas a ir en el Titanic, se hunde en media hora y sin necesidad del iceberg, vamos.

Presa de la desesperación, te vas a la tienda esa barata del barrio y te compras, en plan medida de emergencia, alguna camiseta o jersey en el que quepas sin sentirte cual interna de psiquiátrico de los antiguos...

Psiquiátrico... Psiquiátrico...

Y entonces te acuerdas. Porque no es que caigas, es que te acuerdas, de lo oculto que estaba en la memoria. La medicación, la maldita medicación. Antidepresivos y tranquilizantes. Y, por cierto, ¿no te tocaba ya la regla?

Merdemerdemerde.

Tras gastar taitantos euros en ropa el jueves, el domingo te despiertas y, ¡oh maravilla!, tu cuerpo se ha desprendido de los michelines, el abotargamiento y esa sensación tan desquiciante de no caber en tu propia piel. La ropa te vuelve a caber, vuelves a medir en centímetros lo que deberías (y medías) tras semanas de ejercicio y control de ingesta.

"Líquidos", te dicen, "eso va a ser que retienes líquidos". ¿Retener? ¡Pero si lo de la sequía va a ser por mi culpa, vamos! Que me escurres y lleno un pantano. Que se olviden de lo del trasvase Ebro-Segura, que ya voy yo para allá...

Mandawevos.

Y así estamos. En lucha pírrica contra los volúmenes excesivos, que al parecer la mitad se debe a que retengo líquidos cual esponja de mil euros. No sé si alegrarme o montar en Cólera. Que últimamente casi no la saco de paseo, animalica.

Menos mal, me repito, que ya me están retirando la medicación. Menos mal que mis niveles de ansiedad, de esos que te dan más hambre que la que pasa una aldea etíope, están ya más controladitos y soy capaz de no comer tanto. Menos mal que, como dice mi psicoanalista, estoy llenando el vacío que siento con algo más que comida.

Eru, qué cruz.

Zirbêth.

viernes, noviembre 17, 2006

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES

Y tanto...

Otra vez a buscar.

A ver cuando aprendo que, en ciertos momentos, la mentira es la respuesta.

Zirbêth.

miércoles, noviembre 15, 2006

BREVE BREVÍSIMO

Tengo mucho que escribir, mucho que quiero escribir. Pero.

Hay un pero.

Un buen pero, pero pero al fin y al cabo.

No tengo tiempo. Entre el trabajo y el gimnasio, no me da tiempo a escribir entre samana. Así que esperemos que el sábado me de tiempo y me acuerde de lo que quiero contar.

Zirbêth, empleada y deportista.

jueves, noviembre 09, 2006

EL MEJOR SISTEMA

De los trabajos que he tenido en los que me han cogido sin demora, creo que la clave del éxito ha sido el hacer la entrevista con el mismo ánimo de quien se va de tiendas: sin agobios, a disfrutar y a buscar lo que más te gusta y mejor te queda. Llegar con algo de tiempo para mirar "el escaparate", es decir, el edificio y los alrededores, incluyendo paradas de autobús y metro. Recuperar el aliento, retocar maquillaje si se lleva (en mi caso, casi nunca) y dejar de sudar (esto último casi siempre, porque una suda a la menor provocación). Como ha habido tiempo de relajarse y tomar el aire, pues entras relajada, aún con tiempo, y preguntas por la persona que te va a entrevistar. Sonrisa confiada, pero relajada de verdad, no fingidamente. La cosa, el truco, está en que no te importe un comino si te dan o no el puesto de trabajo. Tú vas a una entrevista no a que te seleccionen, sino a decidir si te interesa lo que te proponen o no. Si vas con esa idea en la cabeza, en vez de ansioso por que te escojan, creo sinceramente que las posibilidades de que te ofrezcan el puesto aumentan exponencialmente. Estás tranquilo, no estresado por el miedo a seguir en paro. Cualquier prueba o pregunta que te hagan te saldrá mejor si lo haces para ver si te gusta lo que te proponen, que si lo haces pensando en gustarles a ellos.

Así, yendo en plan "a ver de que va esto" y un poco con espíritu de "me da igual", las pruebas salen mejor que si vas pensando en hacerlo lo mejor posible, en quedar supermona y educada, etc. Además, vestirse o actuar de un modo distinto a como se es realmente puede llevar, a la larga, a equívocos e incumplimiento de espectativas. Y lo mismo ocurre respecto a aquello de inflar el curriculum. Hay que dejar bien claro tanto lo que se sabe como lo que no se sabe. Ya me pasó una vez que esperaron que supiese contabilidad, pese a que en mi curriculum no decía eso por ningún lado. Mejor dejar claros ciertos puntos que crear falsas espectativas.

Por lo tanto, a la entrevista de trabajo que he hecho hoy, he ido de lo más relajada. Si les gusto, bien, y si no también. Y, ante todo, que me gusten ellos. No ya tanto el trabajo, como el ambiente que se respira. Formalidad, distensión, respeto a la intimidad: me repatean esas empresas donde se empeñan por huevos en que desde el primer momento les consideres como de la familia y que haya que estar comiéndose los mocos, quedando para ir de copas, etc. Esas cosas no se fuerzan, leñe.

Y otro detalle muy importante: el periodo de prueba es tanto para que ellos te prueben a ti como para que tú les pruebes a ellos. Así que, si decides irte porque no te gusta el trabajo en algún aspecto importante, pues que se chinchen, vamos.

Pues bien, ahí andamos. A ver que me ofrecen, porque de aspecto y cercanía a casa está muy bien, pero habrá que ver que contrato ofrecen y para que puesto. En principio era para teleoperadora bilingüe en un call center, pero al ver ni nivel de inglés el jefe jefazo ha sicho que igual para secretaria de dirección o algo así. El horario no está mal, aunque yo preferiría un media jornada: de nueve a seis con una hora para comer, los viernes sólo hasta las tres y los findes libres. También el sueldo está por determinar, pues dependerá del puesto al que me asignen. Pero les he gustado mucho, vamos. Sobre todo al jefe, que no ha parado de alabar mi acento y pronunciación en inglés. Y es que, otra cosa no, pero hablar hablo por los codos, si me dejan.

¡Deseadme suerte!

Zirbêth.

domingo, noviembre 05, 2006

POR DIVERSIÓN

Como últimamente hago vida familiar y a P. le gusta ver Operación Triunfo (sólo los resúmenes, creo), la casa se llena de gorgoritos más o menos cada noche durante un rato. A mí, aunque me gusten determinadas voces, la verdad es que el programa me abomina un rato.

Cuando era peque, en el parque jugábamos a veces a cantar, uno más entre muchos juegos, y no precisamente el que más nos gustaba o al que dedicábamos más tiempo. Era un juego, y ninguno pensaba que fuésemos a ser estrellas ni profesionales. Era como jugar a las casitas, a polis y cacos, a colegios... Un juego de imitación de la vida adulta. Y como entre los adultos había pocos que fuesen cantantes profesionales famosos, pues el porcentaje de tiempo imitándoles era escaso.

Luego, cuando viví en el penal, dos años hicimos, como parte de la fiesta de La Mercé, un festival de la canción. Elegíamos a quien queríamos emular, buscábamos las canciones, nos hacíamos los disfraces, inventábamos coreografías y nos aprendíamos las letras para, luego, hacerlas en playback. Era muy divertido, porque se implicaba todo el mundo. Y no eran sólo canciones pop, no. Recuerdo con especial cariño una de Pinpinela y Diango, que fue lo más desternillante que os podáis imaginar. Mientras unos actuaban, el resto nos sentábamos en el suelo, delante de la primera fila, a verles. Eduardo, que hacía de Diango confesándole al otro que le había levantado a la parienta, sentados ambos en una mesa como de taberna con sendas copas de vino, cada vez que le tocaba silencio, apoyaba la cara en la mano, tapándosela, como si estuviese apesadumbrado por su traición, pero en realidad, nosotros desde nuestra privilegiada situación podíamos apreciarlo, estaba descojonado de la risa, con unos lagrimones cayéndole por la cara que cuando cantaba serio eran de los más efectivas. Levantaron pasiones, no os lo podéis imaginar.

Yo hice un año "Barco a Venus", de Mecano, y el siguiente de Tina Turner. Mi madre, de sus años más jóvenes (era muy joven aún) tenía mucha ropa de esa que se vuelve a llevar ahora. Para Mecano llevé una camiseta de mi madre, que a mí me quedaba como un vestido (debía tener unos once años y aún no había dado el estirón), malva, con mangas de murciélago, cuello alto, una flor bordada con abalorios en un lado del pecho, y los puños y la cinturilla eran elásticos negros, está última pareciendo en mí una falda. Para hacer de Tina Turner, ya habiendo dado el estirón en altura de los doce años, usé un body dorado y una minifalda de cuero negro. El body era de mi madre, muy escotado, con unos tirantitos muy finos que lo dejaban casi en un palabra de honor, y era de tanga (qué mami más moderna tenía, aish). La minifalda era minifalda hipercorta y estrecha porque en realidad era la falda de otra niña, de siete años y muy delgadita. Así que me subí al escenario, con el pelo cardado, maquillada para parecer de color, el body dorado, la mini-minifalda, unas medias negras de red y botines con algo de tacón y, al parecer, igual que se veía reir a "Diango", a mí se me veía, al final de mis largas piernas... Mis amigos me miraban sonrojados, no por ver nada que a ellos les emocionase, sino porque, al parecer, emocioné a algún que otro padre sentado en las primeras filas. Para quien durante años había sido el patito feo, rechoncha, bajita, con dientes demasiado grandes para la boca, aquello fue una auténtica sorpresa y un subidón de autoestima que te cagas. Mi madre, claro está, tenía más bien la opinión de que había demasiado sátiro suelto.

Pero a lo que iba, que evocando me he ido por los cerros de Úbeda. Nos currábamos muchísimo las actuaciones, desde las coreografías hasta los disfraces y maquillajes, pero en ningún momento teníamos fantasías de llegar a ser superfamosos. Tal vez porque por aquel entonces no había tanto superfamoso y, menos, español y en España. Si acaso, Julio Iglesias y, ya imaginaréis, no era el espejo en que gustásemos reflejarnos: ¡menudo plasta!

Sin embargo, ahora ves a esos jovencitos siempre medio histéricos, llorando emocionadísimos por cualquier cosa, que me recuerdan ese anuncio del coche con el tipo llorando al ver a un escarabajo caerse panza arriba, vamos. Sería gracioso ese exceso si fuese histrionismo, ¡pero es que va en serio! Y es preocupante, o al menos a mí me parece que debería serlo. Vivimos en una sociedad donde para muchos jóvenes el modelo a seguir es el del famoseo. Hay una terrible falta de realismo, de ser conscientes de que esa posición es sólo para unos pocos que, además y por lo general, llegan a donde están a base de muchísimo esfuerzo, no por puente televisivo, y no porque tengan una voz estupenda, sino porque suelen reunir en su haber la voz y la creatividad. Así, por un lado, cada vez hay menos buenos grupos y solistas y más pastiches comerciales o recocinados, por lo que artistas buenos y genuínos se las ven y se las desean para hayar un hueco entre tanto Goliat de mercado. Y por el otro, los modelos de vida adulta que adoptan los jóvenes y sobre los que basan sus espectativas son tan irreales, tan plasticosos, que luego no es de extrañar que haya tanta gente padeciendo vacío existencial, perdida, sin centrarse y crearse una buena vida.

No me malinterpretéis. No desprecio en absoluto a quienes quieren ser estrellas. Sólo lamento que haya tanta desproporción y extravío. Tan poco realismo sobre lo que realmente significa esa elección. O, a lo mejor, es sencillamente que últimamente veo demasiada televisión.

Zirbêth.

sábado, noviembre 04, 2006

FUTURO IMPERFECTO

Cuando volví de Valinor, tras semanas de echar de menos su compañía y sus palabras, con las esperanzas puestas en aquella reconciliación en nuestro último enuentro, lo organicé todo para reproducir de la manera más aproximada el marco de nuestra vida en común en aquellas ya lejanas tierras. Las semanas de silencio, de no tratar de buscarle por mail o teléfono, de dejarle espacio y no agobiarle para que se readaptara a la vida en Númenor, fueron las cómplices del desastre en mi corazón y mi cabeza. El esperado reencuentro fue el primer terremoto de una larga serie de acontecimientos destructivos que se fueron sucediendo en los posteriores meses. Descubrir que, sin advertencia alguna, la reconciliación sólo había sido una caída en la tentación por su parte y, por tanto, el haber sido utilizada. Descubrir que la vuelta a Númenor y al escenario compartido con los amigos hacían inviable el status quo de nuestra relación descompensada, en un primer encuentro lleno de frialdad mientras estuvimos en grupo, frialdad que me fue acelerando el pulso del miedo y los sudores fríos hasta desembocar, al quedarnos a solas, en la ruptura final y el hundimiento y resquebrajamiento de mi ser al completo...

Sólo con que me hubiese dicho eso mismo un par de semanas antes, por teléfono, muchas de mis decisiones respecto a mi planteamiento de vida al regresar hubiesen sido muy diferentes. Mi madre me habia sugerido que me fuese a vivir con ella para prepararme las oposiciones más tranquilamente y sin tanto gasto. Pero, claro, yo no quería. Yo quería mi independencia para poder tener un lugar para continuar con esa vida a la que me aferraba porque eran la fuente de mi felicidad... y de mi sufrimiento, para qué engañarnos. El sufrimiento del miedo constante a que me abandonase.

Si, como decía, hubiese tenido la decencia de no sucumbir en aquel encuentro, o de haberme sido sincero y decirme que se acababa, que había otra persona en su pensamiento (en vez de aquella torpe excusa del famoso masaje que "de verdad, sólo fue un masaje y no pasó nada"), y no esperar a que le pusiese entre la espada y la pared, mis planes hubiesen sido muy distintos.

Así que uno de los "errores" que me tengo que perdonar y que he de comprometerme a no cometer jamás es el de supeditar mis decisiones y mis planes a terceras personas. Se acabó lo de dejarlo todo por amor. Sé que es muy romántico, pero me está costando sangre, sudor y lágrimas recuperarme. Y no puedo permitirme volver a hacer algo así nunca más.

Si hubiese sabido que me dejaba, me hubiese ido a vivir con mi madre, lo cual hubiese significado que me hubiese centrado mucho más en las oposiciones, que hubiese estado más protegida y cuidada en un momento (de un año y medio) muy difícil. Probablemente, me hubiese recuperado antes de todo esto, no hubiese tocado fondo de un modo tan virulento y destructivo, no me hubiese dejado la autoestima y la salud por el camino y hubiese podido dedicarme a construirme una vida y un futuro, a comprometerme conmigo misma de verdad y de una puñetera vez.

Así que tengo por delante mucho trabajo y un gran compromiso con mi vida. Tengo, para empezar, que perdonarme por el pasado de errores (a él no le perdono ni le perdonaré nunca: es mi prerrogativa) y tomar decisiones firmes de cara al futuro.

Tengo, sobre todo, que recuperar la salud para poder hacer frente a ese futuro. Y, lo dicho: se acabó el organizar mi vida en función de una pareja. Para poder querer a otro antes me tengo que querer mucho a mí misma.

Zirbêth.

viernes, noviembre 03, 2006

UN PLANETA AZUL

De algún modo, está claro que empieza una nueva etapa de mi vida. Los cambios que están teniendo lugar directa o indirectamente en ella son como un cataclismo geológico.

Fallas que rompen y conmocionan las placas tectónicas de mis continentes. Las zonas de subducción se tragan y devuelven al núcleo incandescente territorios enteros. Surgen, creadoras y destrutoras a un tiempo, cordilleras e islas. Desaparecen bajo las aguas y la tierra los vestigios de las civilizaciones conocidas. En el horizonte se entremezclan auroras boreales, refulgir de llamas, cenizas y humo, amanecer y ocaso.

Es un proceso largo y doloroso.

En esta tierra convulsa, sin embargo, empiezan a brotar nuevas especies vegetales, y animales evolucionados se adaptan rápidamente al medio intensamente metamórfico. Pronto es aún para establecer verdaderos asentamientos, y aún deberán los reyes de la cadena evolutiva conformarse con la caza y la recolección.

Sin embargo, hay signos evidentes del desarrollo de un lenguaje nuevo y complejo, que va plasmando en su rudimentario estado de signos fónicos la clave de la individualidad: el control sobre el mundo que les rodea.

Este planeta convulsionado ha mudado su aspecto, pero aún más va a cambiar su esencia, su fondo.

Este planeta, mi planeta, es


UN PLANETA AZUL.


Zirbêth.

CONTRASTE

En contraste con este pasado verano, en que leí con premeditación y alevosía, una barbaridad, hasta que se me calleron los ojos... como decía, en contraste, llevo cosa de un mes que no habré leído ni un centenar de páginas. O tal vez sí, pero de diferentes libros. Por lo que no he terminado ninguno. Tengo tres en este momento empezados, y llevaba más de una semana que no leía de ninguno de ellos.

El primero lo empecé uno de los últimos días en la piscina y, aunque le reconozco al autor que es original, inteligente y a ratos muy entretenido, la verdad es que también resulta a ratos algo tostón. Es tostón con la misma premeditación y alevosía que antes mencionaba, o más. Porque lo que lo hace tostón es un preciosismo y precisión por recrear el modo de escribir propio de la época en que transcurre la narración. Yo, personalmente, lo asocio a una peculiaridad que adjudico al autor en todas sus obras, y no sé si alguien estará en esto de acuerdo conmigo. Umberto Eco exige a los lectores que pasen una especie de prueba. Cualquiera que se enfrenta a sus libros se encuentra siempre al principio con una escalada intelectual, un desafío semántio, un acertijo de conocimientos específicos que pueden hacer desistir a más de uno. Por supuesto, no sé a ciencia cierta si él lo hace para poner a prueba al lector, para desafiarle, o si es un modo de lo más barroco y meticuloso de sacar al lector de su realidad cotidiana y sumergirle de golpe en esa otra, alternativa, que su libro alberga. Por eso, aunque a veces me rinda y no siga la lectura y me de unos días para retomarla, jamás he abandonado un libro suyo. Ni siquiera El péndulo de Focault, que se me ocurrió leerlo cuando tenía unos catorce años y, la verdad, no me enteraba de nada. Su principio es una auténtica barrera física. Pero me lo acabé. Aunque, lo reconozco, algún día volveré a leérmelo, cuando sepa más sobre la masonería, física y demás. Ya lo hice con El nombre de la rosa y, aunque volví a saltarme las frases en latín, disfruté muchísimo con esa segunda lectura. Por tanto, no voy a abandonar La isla del día de antes (Oron, yo creo que te gustaría).

Los otros dos libros que me estoy leyendo fueron dos curiosas elecciones. Si es que de elecciones se puede hablar, exactamente.

Mi madre me pidió que le comprase un libro: ¡No puedo más! Las mil caras del maltrato psicológico. Los trayectos en tren o autobús largos son terribles si no llevas nada que leer y tienes tendencia a comerte el coco. Así que me lo empecé... ¡y menudo tiento le metí! Me zampé como un tercio del libro. Y el libro en cuestión es uno de esos que yo utilizaría para preparar clases con aborrescentes, digo adolescentes: claro, sencillo, conciso, con lenguaje de lo más accesible y muy didáctico incluso así, tal cual, leído, así que imaginad si se elaboran algunas actividades y juegos. Creo que sería una estupenda herramienta para enseñar a todos esos "niños perdidos" del sistema capitalista, la televisión basura, las reformas educativas propias de laboratorio de cobayas, de familias desestructuradas o sobrecargadas de horas de trabajo y escasas de horas de convivencia familiar, etc. Pero cuando llegué a casa de ese viaje en tren en que me zampé, como decía, cerca de un tercio del libro, mi madre cayó sobré sus páginas ávidamente, pues llevaba detrás del mismo ya bastante tiempo. Así que, de mala gana, se lo dejé, y no ha sido sino hasta hoy que lo he retomado.

Pues bien, al dejarle a ella el libro, yo me vi compuesta y sin lectura para volver a casa (aún vivía en Madrid), así que me metí en una librería de camino al autobús. Mejor dicho, en una papelería que tenía algunos libros. Entre ellos, uno del que había oído hablar unos pocos días antes en un programa en la tele que trataba sobre Jack El Destripador. Y me lo compré. Debo reconocer que al principio me resultó interesante, pero a medida que avanzaba acabe saturada de hipoteticos, posibles y probables, que a cada párrafo me convencían más de que lo único cierto es que sólo se puede hacer suposiciones sobre la identidad del misterioso asesino, por más que uno quisiera darle la razón a Patricia Cornwell. Me lo acabaré, por supuesto, sobre todo porque leerlo a la vez que el de Ana Martos Rubio sobre el maltrato psicológico es un estupendo y divertido ejercicio de deducción a lo Sherlock Holmes (o a lo House, si me apuran).

Y así estoy. A tres bandas y con la vista torcida hacia la mesa del salón, porque mi madre se ha comprado El rey transparente, y desde aquí oigo sus cantos de sirena.

Zirbêth

SUMA Y SIGUE...

Cualquiera que haya estudiado algo de mates sabe que las operaciones de números enteros están supeditados a si son positivos o negativos. Así, si multiplicas muchos menos, no necesariamente te va a salir un resultado negativo. Con un poco de suerte o, sencillamente, con una acumulación determinada, al final puede que el resultado sea positivo.

En la ecuación de múltiples incógnitas que es la vida, uno puede sumar muchos negativos y que el resultado, al final, sea positivo. Sobre todo, si te empeñas.

Y yo he decidido empeñarme.

Zirbêth.