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Pues sí, seguimos buscando compañero de piso. Es difícil por muchas razones.
Para empezar, da cierto yuyu siempre meter a un perfecto desconocido en casa. Piensas que tendrás que salir y dejar la casa sola, y ese tipo tiene las llaves y, oh Valar, lo mismo esas cuatro mierdas a las que tanto afecto tienes pueden desaparecer. O, simplemente, puede tocarte alguien con poco sentido de la discreción y, aunque no te desvalije, cosa harto de agradecer, igual se da un garbeo por tus interioridades ocultas en cajones, armarios, estanterías o, para qué negarlo, tiradas en cualquier rincón descuidadamente. Todo eso y que, además, con el calor que hace, en esta casa acostumbramos a dormir con las puertas abiertas y la ropa mínima imprescindible, y eso, al menos por un tiempo, se acabará. Y eso que una no es especialmente cortada a la hora de pasearse en topa interior, pero hace falta un mínimo de confianza y saber que al contrario le da igual porque ni zahiere su sentido de la intimidad, ni le pones lo más mínimo.
Pero, además, hay otro aspecto menos general que nos está costando superar a la hora de escoger compañero de piso: que somos frikis y nos gustan los frikis. No me imagino a nadie viviendo bien en esta casa que no sea mínimamente capaz de convivir con el desorden que precede a un rol en vivo, a una mereth, a una feria medieval o a cualquier otra iniciativa típica de los dos actuales inquilinos de la casa. El salón es tomado con increible frecuencia como taller de trabajo o costura, como sala de reuniones de masters o tolkiendilis frenéticos o, ya menos a menudo, como improvisada sala de lectura, cena hobittica y posterior acampada. Nuestra casa es lugar de tránsito de muchos amigos de esos que se hacen en lugares distantes y ocasiones mágicas, y, la verdad, queremos que siga siendo así el mayor tiempo posible.
De manera que nuestro fututo compañero de piso debería ser, como poco, tolerante con los frikis pero, deseablemente, friki hasta la médula, fan de partidas de rol de mesa y en vivo, de esos que al ver un salón lleno de trajes y cotas de mallas babée de felicidad y para quien tener un montón de gente durmiendo en el salón no sea un problema, ni aunque sean diez personas y estén sobre mantas y colchonetas de camping.
Y así estamos. Esperando con ansiedad y carita del Gato con botas de Shrek II a ver si aparece un alma friki trilliza que nos libre de la búsqueda y de, por supuesto, tener que pagar nosotros la diferencia de alquiler por la falta de tercer habitante.
Ejem. ¿Algún friki en la sala?
Zirbêth, compuesta y sin compi de piso nº 3.