Últimamente, me cuesta bastante más reflexionar en voz alta, esto es, plasmar en el blog mis reflexiones. Creo que, en buena parte, esa era la función del blog en mi vida. No la única, que esto no es un "voy a cerrar el blog", no temáis (¿alguien lo lamentaría?).
Creo que en parte necesitaba reflexionar por escrito porque en mi mente había demasiado ruído, demasiada estática, confusión, caos. Pero ya no es así. Aunque como si de una alcohólica me tratase, creo que siempre tendré que estar vigilante ante posibles recaídas, cual deportista que tras la lesión en la rodilla ha de andarse con cuidado para no volver a fastidiarla, etc., puedo decir que estoy curada y en pleno control de mis facultades. Un comentarista del blog me dijo hace poco que esto parecía una montaña rusa: es curioso, porque creo que precisamente es todo lo contrario. El vaiven del blog sólo reflejaba cierta inquietud por las vacaciones, por las ganas de hacer cosas, de afrontar desafíos. No querría hacer eso si no estuviese bien. Cuando estoy mal, me quedo paralizada. De algún modo, el que esté bien es lo que hace que el blog decaiga: las reflexiones son más interiores e imperceptibles, más suave rutina que necesidad inaplazable. El blog se estabilizará y tomará nuevas rutas, o retomará algunas que han estado aparcadas en la cuneta.
Sin embargo, no dejaré completamente de reflexionar, o de contar las conclusiones. Este expositor a mi vida será algo menos llamativo, pero cuando una lleva una exhibicionista dentro... Jajajaja.
Por ejemplo. Valencia. He podido pasar unos días con mis amigas de aquí, Con Baya y Moria, principalmente. Es curioso, aunque tiene su porque: con Baya hablo constantemente, con Moria sólo ocasionalmente. A ambas las quiero mucho, y las necesito, a mi extraña manera. Odio que estén tan lejos. Preferiría poder verlas más amenudo y dosificadamente. Ahora mismo, estoy saturada: no ya de ellas, sino de estar con gente.
Sin embargo, me ha venido estupendamente, porque verlas siempre me ayuda a aclarar algunas ideas. Moria es solitaria e independiente como yo, aunque a su manera. Baya es familiar, con su vida llena de lo que ama y a ya amaba antes de tenerlo. ¡Qué claro me parece que tiene todo! Verlas a ambas, me ayuda a aclararme yo misma.
He estado achuchando al bebé de Baya, Edu, tanto como ha sido posible. Mi instinto maternal está más desatado de lo que ha estado en años. ¡Y pensar que hace unos meses, tras rescatar una gatita, hube de reconocer que me sentía incapaz de ser su amita! Ahora, una parte de mí quiere un bebé. Pero estos días en Valencia me han servido para darme cuenta de que aún es pronto para mí. Aún necesito tiempo. Correré el riesgo de que se me pase el arroz.
Otra cosa de estas vacaciones es que ya me apetece volver a retomar la actividad. No me refiero a la ofi y el curro, sino esos otros asuntos que necesito solucionar. Las vacas han cumplido uno de sus principales objetivos: el descando necesario para afrontar nuevos retos.
Voy a declararme fiel adoradora de la rutina. Porque culpar de la rutina a la insatisfacción es como quejarte de que hueles mal y no lavarte.
Bueno, se me ha ido la pinza. Ya retomaré esta reflexión. Es imposible llevar tres conversaciones y escribir a la vez en el blog.
Zirbêth.