lunes, mayo 31, 2004

THE SANDMAN

He heard long ago, in a dream, that one day in every century Death takes on mortal flesh, better to comprehend what the lives she takes must feel like, to taste the bitter tang of mortality: that this is the price she must pay for being the divider of the living from all that has gone before, all that must come after.

He broods on this tale, but has never questioned her about its truth. Perhaps he fears that she would answer him.(Neil Gaiman, The Sandman, Seasons of mists, episodio 0, DC Comics 1992).

Hace mucho, en un sueño, escuchó que un día en cada siglo Muerte toma mortal vestidura, para mejor comprender cómo se deben de sentir las vidas que toma, para paladear el regusto amargo de la mortalidad: que este es el precio que debe pagar por ser quien separa a los vivos de todo lo que ha ido antes, todo lo que vendra después.

Él piensa amenudo en esta historia, pero jamás le ha preguntado a ella si es cierto. Quizás teme que le responda. (La traducción es mía).


Siento no haber escrito estos últimos días, pero he estado bastante atareada y no he podido. No he abandonado, sin embargo, los pensamientos que tengo para este blog. Próximamente, en sus pantallas...

Mientras tanto, y dado que no tengo un estado de concentración adecuado, he dejado El Quijote por un par de Comics de The Sandman, como la cita ya os habrá hecho sospechar. ¿Qué puedo decir? Es absorbente y me hace sentir eso que el Calvo tantas veces comenta: que leyéndole sé con certeza que yo nunca llegaré a nada...

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

(corregido)

jueves, mayo 27, 2004

¿QUÉ TAL OS HA IDO EL DÍA?

Lo resumiré: me duelen los piés. Otro encantador día en que nadie ha comprado un sólo ordenador. No creo que la tienda haya vendido más de 1000 libras hoy, o poco más. Eso sí, yo he vendido alrededor de 750 libras en pantallas, impresoras y demás basura complementaria.

Voy a aprovecharme de que en mi trabajo nadie habla español y os diré por qué este trabajo me ha desencantado en tan poco tiempo. En este trabajo ganas un fijo, que será de unas 800 libras al mes, más las comisiones. Lo principal que debemos vender no son, sin embargo, ordenadores. Lo que más les interesa que vendamos son seguros para ordenadores. Hasta ahí, ningún problema (bueno, sí, un problema: para conseguir comisiones sobre lo que vendes, debes vender un seguro de los caros a la semana; si no, naranjas de la china). Pero es que resulta que, durante mi primera semana, cuando alguien compraba un seguro, podía elegir como pagarlo, de tal manera que podía financiarlo por meses, pagarlo a tocateja o pagarlo en unos pocos plazos de cantidades iguales o distintas, a elegir. El más caro de los seguros costaba 400 libras y ofrecía un servicio que te incluía cosas como mano de obra y piezas de reparación incluídas; si querías ampliar el ordenador, también la mano de obra era gratuíta y te hacían muy buen precio en las piezas; te lo recogían en casa y te lo devolvían en un tiempo muy razonable, pues eras un cliente privilegiado, etc. Me daba un poco de mal rollo el hecho de que olía una pizca a extorsión cuando te argumentaban que, sin ese seguro, cuando llamases al teléfono de ayuda con el hardware (de software nada), el minuto de llamada te costaría una libra, mientras que con el seguro, el precio sería el de una llamada normal. Pero bueno, no estaba mal del todo.

Pues bien, a la semana siguiente, todo cambió. Resulta que ya no pueden elegir el modo de pago, porque tiene que ser obligatoriamente mensual. Si quieres el mejor seguro (el que antes costaba 400 libras), vas a estar pagando 14 libras al mes durante cinco años. ¡Eso son 840 libras! ¡¡Más del doble!! Pero eso no es todo. Para colmo, resulta que, supuestamente ofrecido como una gran ventaja, puedes dejar el seguro tras un año de estar pagando (con lo cual has pagado ya casi la mitad de lo que antes pagabas por cinco años completos de garantía)... ¡pero hasta que no llevas un año pagado no tienes derecho a pedir ninguna mejora! Si lo dejás, entonces te ofrecen hacerte una mejora, y solo una, como compensación.

Moraleja: están pagando como si comprasen un segundo ordenador, prácticamente, y encima el servicio que te ofrecen es peor.

No, no me siento muy feliz con estas nuevas condiciones. Aunque, eso sí, esta tienda tiene los mejores precios en ordenadores, especialmente en los que tienen el procesador AMD64, que es lo mejorcito que hay en el mercado. Como os imaginaréis, ya estoy buscando algo mejor. Así que, si alguien quiere que le consiga algo con el 15% de descuento, que hable ahora o se muerda el labio más tarde.

En fin, deseadme suerte. Nos vemos por aquí,

Zirbeth

miércoles, mayo 26, 2004

¿QUERÉIS LEER UNA HISTORIA?

Ya está bien de copiar citas de otros. Esta tarde os he empezado a escribir una historia. Espero que os guste.


Capítulo I. DESDE LA VENTANA

Cuando la vio estaba, como en tantas otras ocasiones, sentado frente a la ventana de su habitación. No es que se pasase la vida mirando por la ventana, es que su mesa de trabajo estaba bajo la ventana, para aprovechar mejor la luz natural cuando el sol se animaba a salir de detrás del sempiterno velo de nubes. Sin embargo, el sol ya se había ocultado cuando la vio.

Como era la hora en la que la mayoría de los vecinos regresaban a sus casas procedentes de sus trabajos, la calle estaba bastante concurrida o, al menos, todo lo concurrida que una calle de barrio de casas residenciales puede estar. Había coches pasando y otros aparcando, gente descargando bolsas de los maleteros, niños con bicicletas y jugando al fútbol en grupos aquí y allá. Una vecina regaba el jardín y otro, agachado, completaba las obras de albañilería casera que tenía la calle llena de trocitos de ladrillo y polvo de cemento.

Ella era la única que, en realidad, parecía fuera de lugar. Caminaba despacio, con aire distraído, vestida con unos pantalones y una camiseta, sencilla, y con una mochila que se adivinaba pesada, pese a lo cual llevaba abrazados contra el pecho lo que parecían un montón de papeles.

Vio venir la pelota y la esquivó, pero al hacerlo se le enganchó la mochila en el espejo retrovisor de un coche, lo que le hizo aflojar la presa de los brazos. Hojas y hojas se esparcieron a lo largo y ancho de la calle, por debajo de los coches, por el jardín aledaño, sobre las bolsas de basura apiñadas en el césped. ¿Fue desaliento o una sonrisa divertida lo que vio en su cara? No sabría decirlo.

Bajó de dos en dos los escalones hasta la puerta principal, la abrió y salió a su encuentro, dejando a su espalda ambas puertas, la de su habitación y la de la calle, abiertas de par en par. Mientras cruzaba la calle en dirección a la chica, iba recogiendo cuantas páginas encontraba a su paso, algunas de ellas, desgraciadamente, con las ruedas de un coche marcadas claramente por encima de las líneas de abigarradas y pequeñas letras. Cuando llegó a donde ella estaba, le alcanzó las hojas que tenía, un buen fajo. Ella, que estaba agachada junto al coche, alzó la mirada y le soltó un tímido “Gracias”. Sin pararse a responder, siguió ayudándola a recoger los esparcidos folios, y cuando ya todos obraban en su poder, la invitó:

-Si quieres, puedo ayudarte a ordenarlo mientras te invito a un café. Vivo justo en esa casa.
Y ella aceptó.

Bueno, eso es lo que hubiese pasado, seguro, si su reacción inicial no hubiese supuesto que su mano izquierda tirase el vaso de zumo que tenía junto al teclado del ordenador, haciéndole saltar para proteger los circuitos que tanto dinero le habían costado, momento en el que la silla en que estaba sentado salió rodando con tan mala suerte que fue a chocar con una estantería que, por ser de poca calidad, estar abarrotada y no afianzada a la pared con tornillos, cayó cuan larga era dejando a su paso libros, cintas de video, recuerdos navideños y cuantos bártulos uno pueda imaginar.

Miró desolado la desolación que su impetuosidad había dejado tras él. Para cuando terminó de recoger lo suficiente como para desbloquear la puerta de su habitación y alcanzó a abrir la puerta de la calle, un chico alto y moreno de espaldas a él pero de frente a la chica estaba entregándole en ese momento todas la páginas y folios que había rescatado para ella. Clavado bajo el marco de la puerta, y con el pomo de la misma aún en la mano, vio como ambos se alejaban juntos en animada conversación.

Se volvió a su habitación. Terminó de ordenar lo mejor que pudo los restos del desaguisado y se quedó de pie junto a la ventana, mirando hacia el punto en que había visto desaparecer a la muchacha y el usurpador. No sabía cuanto tiempo había pasado así, pero había oscurecido totalmente y ya la noche lo cubría todo, sólo la luz amarilla de las farolas iluminando pobremente la hasta hacía poco alegre calle.

La puerta de la casa de enfrente se abrió, dejando paso a un hombre y unos niños que, jugando y saltando, se metieron en un coche que había allí aparcado. El hombre, antes de sentarse en el asiento del conductor, pareció forcejear con algo junto a la puerta. Era el espejo retrovisor que la mochila de la chica había desplazado. Cuando, finalmente, el coche arrancó y desapareció en la oscuridad de la lejanía de la calle, en su lugar solo quedó silencio.

Silencio y una hoja.



Sed pacientes hasta la próxima entrega, pero demostradme cuando queráis vuestra impaciencia. Me sentiré muy halagada. Besitos a todos.

Nos vemos por aquí,

Zirbeth

CITA LARGA Y REFLEXIÓN BREVE

En el capítulo XIV de El Quijote, nuestro caballero andante y su escudero se encuentran en compañía de unos cabreros que le cuentan la historia del desamor y muerte de un tal Grisóstomo y de la pastora Marcela, causante, con sus desdenes, de la muerte del desdichado. Y me ha gustado especialmente porque ilustra muy bien esa mezquindad tan común en que caemos de culpar a quien no siente amor por nosotros de toda nuestra desgracia e infelicidad.
— ¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida, o vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma, o a pisar arrogante este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino? Dinos presto a lo que vienes, o qué es aquello de que más gustas; que por saber yo que los pensamientos de Grisóstomo jamás dejaron de obedecerte en vida, haré que, aun él muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos.
—No vengo, ¡oh Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho—respondió Marcela—, sino a volver por mí misma, y a dar a entender cuan fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan; y así, ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos: que no será menester mucho tiempo, ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos. Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera, que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir: «Quiérote por hermosa: hasme de amar aunque sea feo.» Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos; que no todas las hermosuras enamoran; que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar; porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos. Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo: que, tal cual es, el cielo me la dió de gracia, sin yo pedirla ni escogella. Y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérse1a dado Naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada aguda: que ni él quema ni ella corta a quien a ello no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debo de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas monta son mi compañía; las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, en fin, de ninguno dellos, bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió 1a bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mí mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: ¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado; desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas; confíese el que yo llamare; ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es excusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho, y entiéndase de aquí adelante que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni de desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirve; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a Crisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel; ni burlo con uno, ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas de estas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera. (Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Capítulo XIV de la primera parte, 2003 Santillana Ediciones Generales)

Así, hagámonos responsables de nuestras enfermedades de amor y veamos culpables sólo en los verdaderos culpables.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

ÚLTIMAMENTE

Últimamente he pasado bastante tiempo en casa. Primero, estuve malita y el médico me recomendó reposo un par de días y, la verdad, más que por el mal físico que me aquejaba, me tomé esos días porque estaba bastante deprimida. Bueno, no deprimida, ansiada, pero el resultado fue el mismo. Una "gripe mental" muy gorda que me dejó tirada unos dos o tres días (ya no me acuerdo).

Parte de esa ansiedad se debía al trabajo. La empresa en la que he estado trabajando casi durante un año era una tienda de deportes y ropa, como la mayoría sabéis, enorme y con mucho personal. Los turnos eran una pasada, diez horas al día con sólo media hora de descanso para comer y otros dos cuartos de hora dispersos, pero que tenías que quedarte a recuperar al final de las diez horas porque no estaban pagados. Total, que la cosa se ponía en unas diez horas y media u once, porque había ocasiones en que había que quedarse incluso más para ordenar los desaguisados de un día de afluencia de clientes desmesurada.

Dentro de lo malo, hasta la Navidad pasada teníamos una jefa que era un cielo, como una mama para todos, muy exigente pero siempre ahí para quien la necesitase. Todo el mundo le tenía miedo o, al menos, la mayoría de la gente, que debo decir son jovenzuelos de entre dieciséis y veinte años. Pero después de Navidad se fue y nos tocó un nuevo jefe. No me extenderé mucho: sólo deciros que desde que él llegó, las cosas han ido de mal en peor y los jovenzuelos han pasado a no hacer prácticamente nada, los supervisores se han hartado y también ellos hacen nada y menos y, al final, los únicos que seguimos trabajando como se debe somos los inmigrantes hispanos, que proviniendo de países donde tener trabajo es como que te toque la lotería, seguimos haciendo lo que se supone debemos hacer y no lo que, dado el caos imperante, podríamos estar haciendo: tocarnos las narices.

¿Y qué ocurre? Pues que trabajamos por todos los que no trabajan y el estrés y el mal humor se apoderan de nosotros. Nos quejamos, gritamos a los jefes, etc., pero nada mejora. Y entonces acaba pasando lo que tiene que pasar. Lo que pasó conmigo. Nos largamos.

Ya sé que he estado usando el presente, cuando ya hace dos semanas que me fui de esa empresa, pero muchos de mis amigos, incluyendo a mi compañera de piso, siguen allí y, además, he seguido pasando por allí casi a diario para arreglar asuntos de papeles. Así que me siento todavía implicada.

Pero continúo con lo que estaba diciendo. Un día reventé y al día siguiente pasé de ir a trabajar y me puse a buscar un nuevo empleo. En una semana conseguí dos trabajos en dos sitios. No eran gran cosa, pero eran una alternativa más descansada. El caso es que, justo tras aceptar uno de ellos, al día siguiente en la tienda de deportes me jodí la espalda. Así que me tiré otros cinco días en casita sin casi poder menearme (bueno, no pasó exactamente así, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otro lugar). Hasta ayer no me han dado el alta definitiva de lo de la espalda.

Además, el domingo pasado llamé al trabajo para decir que estaba malita, porque quería irme con el Calvo a una barbacoa en casa de unos familiares. Alegué tripa descompuesta, lo cual no era del todo mentira, porque con tanto antinflamatorio y analgésico tenía el estómago un poco revuelto y, además, estaba muerta de cansancio (y cuando estoy cansada, no doy pie con bola en inglés y vender ordenadores se vuelve muy complicado). Así que, ya puestos, el lunes libraba, el martes me lo habían dado porque tenía que ir al especialista en osteopatía (eso de que un tipo con mirada dulce y musculoso te pida que te desnudes y que te tumbes para que te toquetee todo el cuerpo es algo que os recomiendo a todas como modo de empezar el día) y resulta que hoy era mi día libre también (aunque me acaban de llamar para decirme que lo habían cambiado y que yo no he ido, pero, claro, como iba a saber que en el horario que hay en la sala de descanso habían cambiado mi horario si yo no he ido a la sala esa desde el sábado pasado…), pues llevo cuatro días sin trabajar.

Me encanta no ir a trabajar. Me encanta no tener que trabajar. Lo malo es que, en teoría, debería dedicar mis días libres ha buscar trabajo de maestra para el año que viene. Y me da pereza. Pero lo hago, conste, aunque no le dedique ni la mitad de tiempo que a leer, hablar con el Calvo o escribir en este blog (todo junto).
Pero ayer terminé del todo lo de la traducción del título y hoy he rellenado el formulario para que me den el número de profesor cualificado, imprescindible para trabajar en escuelas oficiales (no para las privadas) y también parte de otros formularios web de empresas de búsqueda de empleo en colegios y de traductor.

Además he tomado la decisión de que el curso que viene voy a hacer un curso (valga la rebuznancia) de inglés llamado GCSE Level y, tal vez, uno de Astronomía en inglés.
Y es que, si me voy a quedar aquí un año más, sin Calvo, más me vale buscar buenas razones y centrarme en ellas, para esos momentos en que la voluntad me falle y la nostalgia de Númenor me absorba completamente.

Porque yo vivo en Valinor, pero mi corazón está en Númenor.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

martes, mayo 25, 2004

MÁS QUIJOTE

Para que veáis que soy buena, y aunque no hay manera de entrar en el blog para que sepáis lo buena que soy, he retomado El Quijote y he dejado las Crónicas Vampíricas para otro día. Ya llevo los primeros seis capítulos y parte del séptimo. Debo decir que lo he pasado bastante mal en el capítulo VI, con toda esa quema indiscriminada de libros (¡deberían estar en un museo, digoooo en una biblioteca!; vamos, Zirbeth, recuerda que es ficción, sólo ficción...).

Os voy a copiar unos versos de este libro, aunque no están en los capítulos que me he leído y el Calvo me regañará por "leer mal".

Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado,
que fue pastor de ganado,
perdido por desamor.
Murio a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata,
con quien su imperio dilata
la tiranía de amor.

Volviendo al capítulo VI, cuando los amigos (ejem) de Don Quijote deciden atajar el mal que le aqueja destruyendo lo que lo produce, es decir, metiéndole fuego a todo libro viviente en la casa, al principio se toman cierto cuidado en leer que libros son antes de arrojarlos por la ventana. Bueno, pues mirad cual es uno de los libros que se salvan de la pira:

Pero ¿qué libro es ese que está junto a él? La Galatea, de Miguel de Cervantes- dijo el barbero.
Muchos años ha que es grande amigo ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se de, tenerle recluso en vuestra posada.
Bueno, me voy a seguir leyendo, a ver si me papeo otros cinco o seis capítulos antes de dejarlo por hoy. Además, puede que recaiga en otras lecturas antes de que acabe el día.

En fin, nos vemos por aquí,
Zirbeth

lunes, mayo 24, 2004

EDUARDO MENDOZA Y EL QUIJOTE

Cuando estaba comprobando la fecha de edición de La aventura del tocador de señoras, he descubierto que Eduardo Mendoza tiene página oficial, así que me he ido a echar un vistazillo. Resulta que está bastante bien, aunque de momento no la he visto entera porque me he centrado en una parte en concreto: aquella en que, ordenados por fecha de publicación, están los artículos que este escritor publica en diferentes periódicos y revistas. Y me he encontrado con que tiene uno que habla de El Quijote y su experiencia al leerlo. Curiosa coincidencia, me he dicho, y he pensado que, a lo mejor, a alguno de vosotros os apetecería ojearlo también.

Os copio aquí algunas de sus palabras:

Comprendí que hay libros cuya lectura va más allá de sus páginas, libros que se prolongan en comentarios, notas a pie de página (un género literario que me gusta enormemente), apéndices, índices onomásticos, bibliografías (otra de mis lecturas favoritas), y así hasta llegar a las insoportables tesis doctorales.

(...)

También comprendí, aunque de esto no me di cuenta hasta muchos años más tarde, que el humor era el lenguaje del desencanto.

Así que ya sabéis: id al link y pasearos un ratito por su vida y obra.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

UNOS VERSOS

Aquí tenéis unos breves versos con los que, en estos momentos, me siento muy identificada:

Confieso con harto afán
y sentimiento profundo,
que soy lo más holgazán
que Dios ha puesto en el mundo.

(Enrique García Álvarez)


En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

EL QUIJOTE

Pues sí, me averguenza decirlo, pero aún tengo esa deuda de honor con nuestra literatura. Pero he empezado a subsanarla. Primero, me compré una edición enorme y muy incómoda de leer en la cama y de llevar al trabajo la última vez que estuve en España, por el increíble precio de 3 euros (tal vez debería decir "insultante", porque luego te vas a por cualquier basura mal llamada literatura, pero con el apellido de bestseller, y te clavan miserablemente; pero como soy pobre, me limitaré a disfrutar de las ventajas de los sinsentidos del capitalismo). Y luego, lo he empezado a leer...

Vale, ahora viene cuando admito que, tras un primer acercamiento, cierta obsesión imperdonable por los vampiros me alejó el mismo día de él. ¡Pero no me miréis mal! Que haya retrasado un poco esa lectura no signifca que la haya abandonado. Además, para que veáis que no todo son debilidades por la sangre, también me estoy leyendo la Ética de Aristoteles, Linux para tontos y (déjame pensar) Los griegos de Isaac Asimov, y probablemente alguna cosilla más.

Me gustaría poder decir algo más, pero es que llevo muy poco leído. Así que dejo la cita para otro día, ¿vale?

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

PARA DÍAS POCHOS

Supongo que la mayoría, si no todos, conocéis a Eduardo Mendoza. Es un escritor catalán muy divertido, al que recurro siempre que me apetece especialmente ejercitar los maxilares. De entre sus libros, los que más me gustan y he leído varias veces, son Sin noticias de Gurb y El misterio de la cripta embrujada. Y este último tiene segunda y tercera parte. Cuando por fin puse mis manos en la segunda parte, El laberinto de las aceitunas, sin embargo, me sentí bastante decepcionada (ya me lo había advertido Saruman): por algún motivo, en vez de hilarante, su prosa se convierte en confusa, y lo que antes me parecieron geniales gamberradas, aquí sólo me resultó un embrollo.

Pero eso no me desanimó y, en mi último viaje a Madrid, incluí La aventura del tocador de señoras en el botín de libros a exportar. Y acerté, ya lo creo que acerté. Este vuelve a ser Eduardo Mendoza en su salsa, con esa mezcla de personajes esperpénticos y crudamente sinceros con un vocabulario delicioso y, por tanto, totalmente fuera de lugar que, al menos a mí, me llevan a veces al paroxismo de la risa.

Os animo a todos a leerlo, porque os va a poner la sonrisa en la boca y las agujetas en los abdominales. Y para muestra, un botón:

Viriato frisaba la cincuentena, era bajo, rechoncho, escaso de pelo, corto de remos, levemente corcovado y debía de haber sido bizco cuando aún disponía de los dos ojos. Por lo demás, era un hombre de aspecto saludable, no mal parecido, en apariencia bonachón y predispuesto a reír sus propios chistes. Aprehendió mi presencia y condición sin sorpresa ni enfado, reiteró el ofrecimiento que me había hecho Cándida, y no eludió la cuestión que con mucha sagacidad leyó en mis ojos.
—Acompáñame a la cocina y hablaremos mientras preparo el rancho —dijo. Y cuando estuvimos a solas, añadió—: Sin duda te estarás preguntando por qué un individuo como yo, tan parecido a Kevin Costner, se ha casado con una broma de la naturaleza como Cándida. Todo tiene una explicación. Desde muy pequeño deseé llevar una vida retirada, consagrada a la meditación y la filosofía, pero el hecho de haber desaparecido mi padre a los pocos minutos de haberme concebido, llevándose de paso los exiguos ahorros de mi madre, los apuros económicos a que este suceso dio lugar y otros infortunios que no vienen al caso, dieron al traste con mis planes. Durante un tiempo pensé ingresar en un convento, pero me lo impidió no tanto el ser yo un maricón de tomo y lomo como el no poder abandonar a su suerte a mi anciana madre, a la cual aqueja la desgracia, por lo demás muy común, de haber sido anciana desde la más tierna infancia. En vista de lo cual, me dediqué al negocio que actualmente nos proporciona el sustento y en los ratos libres, a mi verdadera vocación. De este modo cumplo con mi deber y ya llevo escritos nueve tomos de un tractatus que en algún momento, si tú quieres, te leeré, con las consiguientes apostillas.
—Nada me haría más feliz —contesté—, pero ibas a contarme lo de Cándida.
—Ah, sí, Cándida —exclamó como si aquel nombre le recordara algo—. Pues resulta que mi madre, en previsión de las afecciones propias de sus años, insistía en que me casara. Ya sabes cómo pueden ser las madres de persistentes y cuántos recursos emocionales son capaces de movilizar en estos casos. Dos veces prendió fuego al piso. una vez se tiró por el hueco de la escalera y por último, habiéndole fallado estos conatos, se fue al zoo y se arrojó a la jaula de los leones, donde aún estaría si éstos no hubieran llamado la atención de su guardián con grandes rugidos y aspavientos. En vista de lo cual, opté por dar gusto a mi madre. Después de considerar varias ofertas interesantes, di con Cándida y me convencí de haber encontrado lo que buscaba. No me equivoqué: a mi madre le cayó en gracia Cándida y Cándida parece congeniar con mi madre. Yo, como buen filósofo, me adapté pronto y sin problemas a la nueva situación. Cándida es servicial y muy sufrida, no se inmiscuye en mis asuntos, saca a pasear a mi madre por la azotea cuando hace bueno, no incurre en gastos suntuarios y limpia casi tanto como ensucia. Sé que un día las mataré a las dos a hachazos, pero entre tanto vivimos bien.
Nada podía yo agregar a estas sensatas palabras y como por otra parte Viriato mientras hablaba había ido preparando unos macarrones con picadillo que no habrían desmerecido en la mesa de un sátrapa, con un enérgico abrazo sellé nuestra amistad y como miembro viril de la familia di mi bendición a aquel venturoso enlace.
(Eduardo Mendoza, La aventura del tocador de señoras, Biblioteca Breve, Seix Barral, 2001)

Ya estáis tardando en ir a comprarlo.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

domingo, mayo 23, 2004

CITA

Ya sé que las Crónicas Vampíricas no son un gran ejemplo de buena literatura pero, hasta cierto punto, creo que Anne Rice también ha creado su propia mitología. Bueno, pues esto está en uno de los primeros capítulos de su penúltimo libro publicado en Inglaterra, Blackwood Farm (probablemente a España aún no ha llegado).

"But you love books, then," Aunt Queen was saying. I had to lisen.
"Oh, yes," Lestat said. "Sometimes they're the only thing that keeps me alive".
"What a thing to say at your age," she laughed.
"No, but one can feel desperate at any age, don't you think? The young are eternally desperate" he said frankly. "And books, they ofer one hope - that a whole universe might open up from between the covers, and falling into the new universe, one is saved". (Anne Rice, Blackwood Farm, 2003)

- Pero, entonces, amas los libros -estaba diciendo Tía Queen. Tuve que escuchar.
- Por supuesto -dijo Lestat-. Algunas veces son lo único que me mantiene con vida.
- Vaya cosas que dices para la edad que tienes -se rió ella.
- Tal vez, pero uno se puede sentir desesperado a cualquier edad, ¿no crees? Los jóvenes están eternamente desesperados -contestó con franqueza.- Y los libros, ellos ofrecen una esperanza: que un universo entero pueda alzarse de entre sus tapas, y al caer en ese nuevo universo, uno se salva. (Anne Rice, Blackwood Farm, 2003; La traducción es mía)


¿Alguien más siente algo parecido?

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

viernes, mayo 21, 2004

MICRORELATOS

Hace unos años, no recuerdo ya cuantos, y casi mejor así, Saruman me hizo descubrir los microrelatos. Ya sabéis, esos mini cuentos de una sola frase o poco más que, cuando son buenos, son geniales. Para que negarlo, al principio no compartí su entusiasmo. Me parecían una chorrada (es que soy de las que, o el libro pesa el cuarto de kilo o paso, que si es bueno y se acaba pronto me da mucha rabia). En esto, como en otras muchas cosas, voy siempre por detrás de él. Menos mal que es perseverante y al final siempre consigue que vea la luz. Así que ahora también yo disfruto de ellos. El ratito que duran. Snif.

Desgraciadamente, ahora mismo no tengo a mano ningún microrelato, excepto los dos que, al cabo de muchos años y sin intentarlo, me acudieron a la mente con pocos días de diferencia y sin que mediara en ello una verdadera búsqueda de microrelato. Es decir, me salieron de chiripa y no creo que si me sentase a escribir algún día uno me saliera ni de coña. Así que, allá va el fruto de mi no esfuerzo:

M1. Con él cometió todos los errores.

M2. Sacrifiqué mi último beso al altar de tus tostadas.


En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

PRIMERAS PALABRAS

No estoy muy segura de si esto de escribir un blog va a ser lo mío. Últimamente casi no tengo tiempo ni de leer el correo y, lo que es peor, rara vez lo respondo. Así que algunos pensaréis que tal vez debería dedicar el escaso tiempo libre a responder a las pocas personas que todavía me escriben de vez en cuando y no a esto del blog que, para colmo, no tengo muy claro de qué quiero llenarlo ni a quién quiero dirigirlo.

Cuando ayer, harta (y envidiosa, para que negarlo) de escuchar al Calvo hablar de los blogs de los demás, qué si qué divertido es éste, qué agudo el otro, a ver si escribe algo nuevo fulanito o menganita que hace eones que no añaden nada, pues me decidí a empezar uno. Como ya advertía más arriba, probablemente lo abandone en poco tiempo o sólo escriba de tarde en tarde.

Una vez tomada la decisión, me enfrenté al primer problema: ¿Qué título o marco le doy? Buena cuestión. ¿De qué me gusta hablar a mí? ¿Qué me apasiona o, lo que es lo mismo, qué me suelta la lengua (aparte de la cerveza y otras bebidas alcohólicas)? Estuve un buen rato dándole vueltas y, al final, de un modo un tanto chapucero, lo titulé como ya sabéis. ¿Por qué? Pues porque contar historias o disfrutar de las que otros me cuentan, usar las palabras de vez en cuando, aunque sólo sea de manera mediocre, es algo sin lo que no puedo vivir.

Así que, a grandes rasgos, aquí os encontraréis desde citas de libros que me esté leyendo y que me gusten especialmente, comentarios sobre los mismos o del día a día, hasta reflexiones o irreflexiones varias y relatos o intentos de relatos de mi propio teclado. Esta es la idea, aunque probablemente luego el contenido varíe.

Lo sé, no es muy interesante. Pero a ver si así no dejo de escribir, o al menos intentar escribir. Si alguien, en el proceso, disfruta mínimamente, pues mejor.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth