miércoles, mayo 26, 2004

ÚLTIMAMENTE

Últimamente he pasado bastante tiempo en casa. Primero, estuve malita y el médico me recomendó reposo un par de días y, la verdad, más que por el mal físico que me aquejaba, me tomé esos días porque estaba bastante deprimida. Bueno, no deprimida, ansiada, pero el resultado fue el mismo. Una "gripe mental" muy gorda que me dejó tirada unos dos o tres días (ya no me acuerdo).

Parte de esa ansiedad se debía al trabajo. La empresa en la que he estado trabajando casi durante un año era una tienda de deportes y ropa, como la mayoría sabéis, enorme y con mucho personal. Los turnos eran una pasada, diez horas al día con sólo media hora de descanso para comer y otros dos cuartos de hora dispersos, pero que tenías que quedarte a recuperar al final de las diez horas porque no estaban pagados. Total, que la cosa se ponía en unas diez horas y media u once, porque había ocasiones en que había que quedarse incluso más para ordenar los desaguisados de un día de afluencia de clientes desmesurada.

Dentro de lo malo, hasta la Navidad pasada teníamos una jefa que era un cielo, como una mama para todos, muy exigente pero siempre ahí para quien la necesitase. Todo el mundo le tenía miedo o, al menos, la mayoría de la gente, que debo decir son jovenzuelos de entre dieciséis y veinte años. Pero después de Navidad se fue y nos tocó un nuevo jefe. No me extenderé mucho: sólo deciros que desde que él llegó, las cosas han ido de mal en peor y los jovenzuelos han pasado a no hacer prácticamente nada, los supervisores se han hartado y también ellos hacen nada y menos y, al final, los únicos que seguimos trabajando como se debe somos los inmigrantes hispanos, que proviniendo de países donde tener trabajo es como que te toque la lotería, seguimos haciendo lo que se supone debemos hacer y no lo que, dado el caos imperante, podríamos estar haciendo: tocarnos las narices.

¿Y qué ocurre? Pues que trabajamos por todos los que no trabajan y el estrés y el mal humor se apoderan de nosotros. Nos quejamos, gritamos a los jefes, etc., pero nada mejora. Y entonces acaba pasando lo que tiene que pasar. Lo que pasó conmigo. Nos largamos.

Ya sé que he estado usando el presente, cuando ya hace dos semanas que me fui de esa empresa, pero muchos de mis amigos, incluyendo a mi compañera de piso, siguen allí y, además, he seguido pasando por allí casi a diario para arreglar asuntos de papeles. Así que me siento todavía implicada.

Pero continúo con lo que estaba diciendo. Un día reventé y al día siguiente pasé de ir a trabajar y me puse a buscar un nuevo empleo. En una semana conseguí dos trabajos en dos sitios. No eran gran cosa, pero eran una alternativa más descansada. El caso es que, justo tras aceptar uno de ellos, al día siguiente en la tienda de deportes me jodí la espalda. Así que me tiré otros cinco días en casita sin casi poder menearme (bueno, no pasó exactamente así, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otro lugar). Hasta ayer no me han dado el alta definitiva de lo de la espalda.

Además, el domingo pasado llamé al trabajo para decir que estaba malita, porque quería irme con el Calvo a una barbacoa en casa de unos familiares. Alegué tripa descompuesta, lo cual no era del todo mentira, porque con tanto antinflamatorio y analgésico tenía el estómago un poco revuelto y, además, estaba muerta de cansancio (y cuando estoy cansada, no doy pie con bola en inglés y vender ordenadores se vuelve muy complicado). Así que, ya puestos, el lunes libraba, el martes me lo habían dado porque tenía que ir al especialista en osteopatía (eso de que un tipo con mirada dulce y musculoso te pida que te desnudes y que te tumbes para que te toquetee todo el cuerpo es algo que os recomiendo a todas como modo de empezar el día) y resulta que hoy era mi día libre también (aunque me acaban de llamar para decirme que lo habían cambiado y que yo no he ido, pero, claro, como iba a saber que en el horario que hay en la sala de descanso habían cambiado mi horario si yo no he ido a la sala esa desde el sábado pasado…), pues llevo cuatro días sin trabajar.

Me encanta no ir a trabajar. Me encanta no tener que trabajar. Lo malo es que, en teoría, debería dedicar mis días libres ha buscar trabajo de maestra para el año que viene. Y me da pereza. Pero lo hago, conste, aunque no le dedique ni la mitad de tiempo que a leer, hablar con el Calvo o escribir en este blog (todo junto).
Pero ayer terminé del todo lo de la traducción del título y hoy he rellenado el formulario para que me den el número de profesor cualificado, imprescindible para trabajar en escuelas oficiales (no para las privadas) y también parte de otros formularios web de empresas de búsqueda de empleo en colegios y de traductor.

Además he tomado la decisión de que el curso que viene voy a hacer un curso (valga la rebuznancia) de inglés llamado GCSE Level y, tal vez, uno de Astronomía en inglés.
Y es que, si me voy a quedar aquí un año más, sin Calvo, más me vale buscar buenas razones y centrarme en ellas, para esos momentos en que la voluntad me falle y la nostalgia de Númenor me absorba completamente.

Porque yo vivo en Valinor, pero mi corazón está en Númenor.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth