Hay miedos con los que uno lidia de manera consciente. Que te atraquen por la calle, pifiarla en el curro, perder a alguien querido, las avispas (sí, qué pasa)... Otros miedos permanecen ocultos a nuestra vista, incluso cuando nuestros actos están claramente condicionados por ellos.
Hoy, un amigo me ha preguntado que quién es mi amigo más íntimo (amigo chico). No he sabido qué responder. Tengo muchos amigos, y con todos tengo más o menos la misma confianza. Tal vez a todos no les haya contado las mismas cosas, pero... les trato igual.
¿Soy cerrada? Cualquiera que me conozca sabe que no, que soy bastante abierta, hablo por los codos, con todo el mundo. También pueden coincidir en que cuento cosas íntimas con relativa facilidad, que doy confianza sin demasiados resquemores. Leéis este blog, sois conscientes de ello. Hablo de lo que me da la gana.
Pero, ¿no será que, en realidad, no dejo que nadie se me acerque demasiado, y esa facilidad para contar cosas que otros sólo contarían a sus amigos íntimos no es sino una maniobra de evasión, un muro de protección más fuerte aún que el permanecer silencioso? Si todos piensan que confías en ellos, no te pedirán más confianza.
Estoy confusa. ¿Por qué me resulta tan fácil contar ciertas cosas, pero en el fondo no confío en nadie? Porque ese es el descubrimiento principal del día. No me fío de nadie. A tres capas: están las cosas de las que hablo con cualquiera, las cosas de las que hablo con mis amigos, y las cosas de las que no hablo jamás. ¿Es igual para todo el mundo? ¿Es este otro aspecto de la vida en que tengo conceptos equivocados? ¿Un nuevo choque frontal entre el idealismo y la realidad del que no soy consciente?
Soy solitaria porque, en el fondo, no me fío de nadie. ¿Es así? ¿Por eso soy amiga íntima de mis amigos, pero no siento que yo lo sea de ellos? Porque, cuando P. me ha preguntado quién era mi amigo más íntimo, uno en el que pueda confiar y con quien pueda contar siempre, no he sabido que responder. Y puede que esos mismos amigos, ellos consideren, sí estén ahí. Pero yo no me doy a ellos tanto como para confiar hasta ese punto de pedirles que estén. O quizás se trate, precisamente, de que no soy capaz de pedir. Espero que me den sin tener que hacerlo. Es absurdo: ¿cómo me van a dar algo que no saben que necesito? No pueden saber lo que necesito porque no les permito acercarse tanto, porque no confío. Pero es así. Pese a que he mejorado bastante, no cuento con mis amigos para eso.
No siempre fue así. ¿O sí? De verás, no lo sé. Creo que la única persona en la que confío de verdad es mi psicóloga, Sara. Es la única persona a la que soy capaz de pedir sin sentirme mal, sin sentirme culpable por ser una carga, sin pensar que va a pensar que tengo mucho morro. Pero, sobre todo, sé que es la única persona que no me va a negar lo que le pida, aunque sólo sea porque es su obligación y le pago.
Creo que estoy completamente sola. Mis miedos me dejan completamente sola.
Zirbêth.
Pd. Por supuesto, cuando hablo de pedir no me refiero a nada material, ni un libro ni dinero.