domingo, julio 15, 2007

¡¡¡VICTORIA Y EVASIÓN!!!

Ha sido una paliza, sí, pero lo he logrado. Me he pegado un madrugón para poder evitar las horas de más calor, y desde las siete y media de la mañana hasta las cuatro y media he estado ordenando libros, cds, dvs, telas, ropa, papeles, apuntes, herramientas, material de oficina... Pero lo he logrado. Le he dado una paliza al caos y ahora mi dormitorio está, por fin, completo.

De la lista de tareas pendientes de hace unas semanas, me he quitado la parte peor: la operación trastero. También, he escrito el post que me propuse y, más bien poco, he empezado la operación bikini. Voy a empezar un nuevo trabajo cuando vuelva de las vacaciones, tendré una traducción nueva que hacer, ya tengo preparadas las cosas para empezar a estudiar (me llevo los libros, aunque no todos) yyyyyy... Bueno, lo de los blogs y cortarme el pelo lo dejo para la vuelta.

Lo mejor del día: ya tengo la maleta casi lista y mañana, cuando solvente lo de devolver las llaves del trastero, lo del Inem, depilarme las axilas y, mmm, ahora no caigo pero fijo que hay algo más... Mañana, por fin, y después de mucho tiempo ¡ME VOY DE VACACIONES! Playaaaaa, nadaaaaaar, soooool, dar paseos, estrenar la ropa de verano que me han regalado, adelgazar a base de dieta y ejercicio y, si la pasta me da, después de Castel me iré a Valencia, que Moria me ha dicho que la puedo invadir.

¡¡¡¡¡¡YUUUUUHUUUUUUUUU!!!!!!

Zirbêth, FELIZ.

Pd/Evidentemente, estaré unos días sin escribir, así que felices vacaciones a todos, o no vacaciones, lo que sea. ¡Hasta la vuelta!

viernes, julio 13, 2007

YA NO ME ABURRO

¿Cómo hacerlo, sí ya me he traído todo lo que restaba por traer del trastero y tengo que ordenar cientos de libros y mogollón de trastos?

Zirbêth, asediada por el caos.

ME ABURRO

He terminado las traducciones, y hasta mañana no me van a dar el siguiente capítulo. Para entonces, en cuatro días espero traducirlo y enviarlo, a fin de irme de vacaciones sin tareas pendientes. Si, además, me pagan, pues miel sobre hojuelas. Aunque me voy en plan de pegar la gorra, me gustaría no estar sin un duro. Además, previsiblemente me tendré que dar de alta en agosto en autónomos, así que necesito la passssssta. Tampoco es que vaya a ser mucho, unos doscientos euros. Hasta que no cobre el libro grande no podré empezar a resolver asuntos de verdad.

Sol, playa. Paseos y nadar, para recuperar la forma física y dejarme en sudor y grasas todos los kilos posibles en unos quince días. Estudiar y leer, también. Espero gastar lo menos posible. Me vendrá bien el cambio de paisaje y de paisanaje, aunque me da pena que sólo unos días coincidiremos mi madre y yo.

La espera me aburre.

Zirbêth.

jueves, julio 12, 2007

POR OTRO LADO...

Qué perdida he estado esta media vida que llevo vivida. Soy capaz de recordar cuando dejé de ser buena estudiante, de esas que se echaba piques con los compañeros de clase a ver quien se sabía mejor la lección, que participaba en competiciones escolares de empollones (con poco éxito, pero con entusiasmo), que disfrutaba con cada sobresaliente y para quien un suspenso era una cuestión de honor. Otros detalles están más borrosos. Los primeros dos años de instituto aquello más que un centro de apredizaje fue para mí un lugar de tortura. Me dan envidia esos que recuerdan sus años de instituto como los más felices. Cambié tres veces de centro, dos de ciudad, y mis notas iban y venían cual aguja de osciloscopio loco. Mejoraron mucho en tercero, pero salí de COU en septiembre y sin demasiado buenos resultados. Tercero, ese verano, fue cuando se me fue la olla y me dediqué a la evasión en cuerpo y alma. Y cerebro. Dejé de usar el cerebro, me temo. Pero eso es otra historia.

Cuando salí de COU, no tenía ni idea de qué estudiar. La universidad se suponía el siguiente paso y, tras un año perdido en una FP que en realidad no quería hacer, acabé dando con mis huesos en Magisterio, que en realidad tampoco me atraía nada. En fin...

Jamás se me ocurrió dedicarme al turismo. Supongo que entonces no me interesaba. La vida de adulto no me interesaba lo más mínimo. Tenía un amigo estudiando turismo, pero el inglés se me daba de pena, así que me desalentaba mucho eso de la obligatoriedad de los idiomas. La verdad, no tenía ni idea de lo que significaba estudiar para tener una profesión. No tenía ni idea de lo que iba a exigir la vida de mí. Tenía la cabeza llena de miedos, de problemas, de sueños, de idealismo, de confusión... Pero ni una sola idea clara. Una mierda.

Ahora, cuando me cuentan en qué consiste el trabajo de guía del que os hablaba antes, pienso que probablemente me hubiese ido de maravilla. Viajar, conocer gente nueva a cada oco, pero con esa libertad que da el no estar obligada a verles de nuevo si no quiero, independencia, soledad. Seguro que me hubiese ido bien...

O tal vez no. Tal vez sea ahora cuando me vaya, cuando mi personalidad y mis preferencias sean las perfectas para un trabajo así.

Necesito pensar.

Zirbêth.

EXPLORANDO

Estoy explorando una nueva profesión. De momento, y sin cambiar de objetivos a largo plazo, necesito trabajar y ganas passssta. Así que voy a iniciarme en una profesión que nunca antes había tanteado, ni siquiera planteado: guía acompañante.

Pedro, mi "padre", me ha presentado a sus jefes e introducido un poco en su empresa, para que tantee y pruebe eso de ir con un montón de turistas en un autobus recorriendo Madrid y contándoles cosas de la ciudad, sus edificios, sus costumbres... A mi entender, un trabajo fácil y relativamente cómodo. Para ello, ayer fui con uno de los guías acompañándole en el trayecto. El tipo, un gay de esos muy peripuestos que se ha creído el rollo de que vestir caro es tener clase, fue poco amiable. Cuando le pregunté sobre dónde informarme para los exámenes de guía de la Comunidad de Madrid, comentándole que no había encontrado información en la página de la comunidad me soltó: "Mejor, así somos menos". Me desanimó por todos los medios a su alcance en el poco tiempo compartido, fue un borde y un maleducado.

Lo que pasa es que soy hija de mi tiempo y tierra, así que le entendí perfectamente. Vivimos en un país de lo más credencialista: para todo has de tener título, debes haber estudiado y has de haber pasado por el aro de cursos, carreras, masters y demás sacapelas. Con tanto paro, una buena parte de la población, esa con aspiraciones a algo más de los mil euros de condena, pero que no se quieren deslomar en una obra ni pasarse la vida vendiendo cosas que tal vez el cliente ni necesite ni pueda permitirse pagar, esas personas, decía, se dedican a estudiar y acumular tantos títulos como pueden, en una carrera por la eterna formación que eleve su curriculum y le abra puertas. Este chico, como todos los guías acompañantes y correos profesionales, ha estudiado su carrera de turismo o Historia del Arte (por ejemplo), ha hecho los exámenes de la Comunidad de Madrid, los de patrimonio y a saber cuantos más que no conozco, y le debe joder mogollón que llegue yo, o cualquiera, sin títulos homologados, sin experiencia, etc., y le quite oportunidades laborales y, lo que es más, abarate un servicio que, al parecer, tiene unas tarifas oficiales que no consiguen que les paguen porque hay gente que está dispuesta a trabajar por menos.

Le entiendo. Me pasa algo parecido. Llevo demasiado tiempo en el sistema para no ser así. Soy una intrusa, para él, y para muchos otros, seguro. A fin de cuentas, no tengo titulación de traductora, y trabajo como tal. No tengo título de administrativo, y he trabajado como tal. No he estudiado para atender al público, ni para ser secretaria, ni recepcionista, y sin embargo he trabajado en todas esas cosas para las que mucha gente se prepara. Mi titulación es de Magisterio, de socorrista, de informática de gestión, de monitora sociocultural. Curiosamente, no he trabajado apenas en esos campos (salvo socorrista, que me he inflado).

Sin embargo, también he vivido en Inglaterra. Y allí, para hacer algo, por lo general importa más que quieras hacerlo y te atrevas, la experiencia que puedas aportar, que el título que llevas bajo el brazo. Evidentemente, no para grandes puestos de responsabilidad: médicos, enfermeros, economistas, etc. siguen teniendo que tener titulación, pero el valor dado a la experiencia es mucho mayor que en España, o esa es mi impresión. Supongo, además, que el que no haya el paro que tenemos en España influye bastante. Por eso, por haber vivido allí y haber logrado puestos de trabajo pese a mi bajo nivel de inglés y a no estar técnicamente cualificada mediante títulos académicos, de algún modo escapo parcialmente al credencialismo. Creo que quien lleva años estudiando y esforzándose por aprender para lograr un trabajo tiene razón al mosquearse cuando le llega alguien que no se ha dejado los cuernos como él y le quita el puesto por enchufismo o morro. Pro también entiendo que todo el mundo ha de tener su oportunidad, y que no todas las personas han podido, por las circunstancias que sean, invertir dinero y tiempo en su formación. Para llegar a traducir, aunque no tenga título oficial, he pasado muchas horas estudiando, he vivido dos años en otro país, he trabajado y practicado durante años. No tengo un título que lo acredite, pero traduzco. A los hechos me remito. Y, sintiéndolo en el alma, ahora voy a ver si esta profesión me gusta y, si me dan trabajo gracias a mi inglés, que no es perfecto pero no está mal, a que sé cosas de Madrid, de Historia, etc., porque he estudiado dos años de Historia, porque leo mucho y me lo curro, aunque de momento no tenga el título oficial..., si me dan trabajo en puestos para los que no sea obligatorio tener el tñitulo, pues trabajaré. Y ningún idiota malencarado y malafollá me va a decir que no puedo.

Zirbêth, modo "vamos, hombre" on.

lunes, julio 09, 2007

VERANO

Hace calor, pero aún refresca por las noches, y esta mañana hacía una brisa fresca que invitaba a caminar y disfrutar de ese olor tan especial del verano, incluso aquí en la ciudad. Aunque tal vez llamar ciudad a Aranjuez sea una exageración, y el aroma dulce sea cosa exclusiva de sus jardines, su río y sus huertas.

Da igual. Huele deliciosamente bien.

Zirbêth.

domingo, julio 08, 2007

CON LAS TRIPAS REVUELTAS

Me gustaría saber quien ha sido el pedazo de gilipollas que ha decidido que es buena idea montar un programa casposo como el Dolce Vita ¡con niños! Es una vergüenza, y no sólo que monten el programa, sino que haya padres dispuestos a dejar adoctrinar a sus hijos en crear basura televisiva. Vaya mierda, de verdad. Qué vergüenza más grande.

Zirbêth.

jueves, julio 05, 2007

HABLAR, CLARO... ¡PERO HABLAR CLARO! (2)

En aquella fiesta, nos descalzamos para tumbarnos en cojines y mantas a ver pelis frikis. A alguien le olían los pies a rayos. Nos miramos todos un poco apurados, tratando de averiguar quien estab en posesión de los pies pestosos. De repente, la hermana mayor de la anfitriona entró en la habitación y soltó, cláramente y sin tapujos, "¡Qué peste a pies!". Un chico se sonrojó y se calzó. Yo, que soy la señora de los calcetines, me acerqué y le propuse dejarle un par extra que había traído si se lavaba los pies. Así se podría descalzar y estar más cómodo. Lamentablemente, no quiso.

No sé si le resultó muy traumático, la verdad. En cuestión de minutos estábamos viendo pelis y no se volvió a tocar el tema. Pero creo que ambas hicimos bien, incluso aunque se podría haber dicho con algo más de delicadeza. En este grupo de amigos, al que él no pertenecía pero se nos unió en aquella ocasión, nos decimos esas cosas con cierta tranquilidad. Hay una intimidad bastante buena y muy buen ambiente. Nadie lo dice con ánimo de herir ni ridiculizar, sino para que el ambiente sea el mejor posible. Con otros amigos, en otros ambientes, supongo que es más complicado. Pero sigo pensando que es lo que hay que hacer.

Dentro de lo malo, los olores corporales molestos son quizás lo más fácil de solventar. De algún modo, un mal olor es una "agresión" sutil, de la que hablando claro uno puede defenderse y ayudar a quien lo padece. Hay que hablarlo. Decirlo con delicadeza, con una sonrisa, con humor, con empatía, pero decirlo. Incluso en las peores situaciones, es esas que hacen que el otro se pueda sentir humillado. Quizás la peor que se me ocurre es la del olor de genitales de las mujeres. Porque, por desgracia, se ha usado demasiado tiempo la genitalidad femenina para degradar a las mujeres, para utilizarlas, para hacerles daño físico y moral. No conozco una sola mujer que, en la cama, no esté preocupada por cómo le huele la vagina, que no esté tensa ante la idea de que un hombre se le acerque para hacerle sexo oral. Siempre tendemos a pensar que es desagradable para ellos, que sabemos mal, hasta que se cansan... Así que decirle a una mujer que de verdad tiene un problema de olor corporal, es una situación que no le envidio a ningún hombre (o mujer, pero entre nosotras supongo yo que es más sencillo). Sin embargo, por favor, decidlo. Con cariño, con cuidado, mirándo a los ojos, con delicadeza, pero decidlo. Pese a que temáis la reacción, es mejor que ella sepa qué le pasa y lo solucione. Y si es pareja o rollo continuado, con más razón aún. Pero aunque no lo sea, aunque se trate de un achuchón con una amiga, decidlo.

Pensareis los hombres: "Anda, mira tú que lista. Menudo marrón nos sueltas". Pues ajo y agua: el sexo es cosa de dos, para lo bueno y para lo malo. Si no hay problema para sobarnos, besarnos y penetrarnos en todas las posturas que os apetezcan, pues para esto tampoco. Hale. O, ¿qué pensáis? ¿Qué nosotras no tenemos que lidiar con vosotros? Pues sí, y menudo marrón es muchas veces.

Yo, en los asuntos pestosos de carácter íntimo, suelo ir al grano. "O te lavas los pies o no hay nada que rascar. Chico, hueles y sabes a rayos, ya te estás lavando." Todo esto con una sonrisa y miradita prometedora, para que no se desanime. En realidad, a los que se lo he dicho lo han llevado bastante bien. Aunque que reconozco que, para curarme en salud, suelo mandar directamente al baño a quien sea, al igual que hago yo. Casi siempre. Yo recurro al humor, más que a la delicadeza, pero depende siempre de la persona y la situación. Sin embargo...

Desgraciadamente, las personas estamos marcadas y subyugadas por una serie de estupideces que cuesta creer que puedan con nosotros. Las llamo estupideces, no por quitarles importancia en sí mismas, sino porque nos convierten en idiotas vulnerables, idiotas porque, la mayor parte de las veces, sólo se trata de asuntos relacionados con el aspecto. Esos complejos tan fructíferos para las compañías farmaceuticas, para las revistas sobre dietas, para las compañías médicas estéticas. Y sin embargo, menudos problemas llegan a ser.

Estoy gordita últimamente (ya va para un año), más gordita de lo que me gusta soportar, porque no quepo en la ropa que me gusta ni me siento poderosa (no nos engañemos, ser atractivo, o sentirse atractivo, da poder). Me cuesta desnudarme delante de un chico. Antes, solía experimentar una sensación extremecedoramente placentera por tan sólo ver la expresión de un hombre cuando me veía desnuda. Ahora, en fin, intento pasar de puntillas frente al espejo, para que su reflejo no destroce la imagen mental que tengo de mí misma, esa con la que camino por la calle, erguida, casi desafiante, con la que me relaciono con las personas y que es una de mis armas de seducción. Me sobran mis buenos veinte kilos, que espero desterrar pronto, aunque poco a poco. Desde que mi autoestima ha salido de la sima en que se encontraba, reconozco que me da algo igual mi peso. No me da igual de verdad, pero no me siento mal conmigo misma. Pero hay gente para quien eso es una losa insalvable. Tengo amigas que consideran que nadie las va a querer jamás porque están gordas.

Con las gorduras, nadie tiene problema en expresar su desagrado. Nadie se corta demasiado a la hora de criticar (cosa nada deseable), y muchos son capaces de decirle al obeso que debe cuidarse y tomar medidas. La gordura, pasados ciertos límites, se convierte en un problema serio de salud. Cuando de salud se trata, hay que recurrir a los medios para solucionar esos problemas. Lamentablemente, la gente acude antes por estética que por salud a esos medios. No me parece mal querer estar guapo, estar bueno, etc., pero es una pena el control que la imagen tiene sobre nosotros, y lo infelices que llega a hacernos no cumplir con esos modelos estéticos con que nos bombardean. La perfección estética, esa enfermedad que empezó en el siglo XX, afecta sobre todo a las mujeres, aunque también los hombres están cada vez más a merced de esta esclavitud.

Si para una mujer estar gorda o lo de oler mal sus partes es una cuestión peliaguda, para un hombre lo es todo lo relacionado con su pene, salvo, quizá precisamente, el olor. Para las mujeres, su éxito y valor está relacionado con su aspecto físico y su capacidad de atraer a los hombres gracias a él. Para los hombres, tener un pene que les identifique como machos es la base de mucha de su identidad y su autoestima o, al menos, de la autoestima más básica. Las mujeres siempre somos muy cuidadosas con los temas relacionados con los penes, y con saña todos atacamos a la hombría que otorga/depende del pene en momentos de furia. Así que, cuando en tus relaciones con un hombre el pene falla, decirlo se convierte en un escollo de dimensiones olímpicas.

Uno de los tíos más guapos y atractivos con los que jamás he estado resultó tener un problema en el pene. A veces, el cuerpo cavernoso no se desarrolla simétricamente, y al llenarse de sangre para la acción, se produce una descompensación que lleva a que la forma del pene no sea la correcta: en vez de recto, se queda cual alcayata. Y el cuerpo femenino está diseñado para introducirle una l, no una L (para que me entendáis). Al principio, no sabía qué le pasaba, pero dio la casualidas de que vi un programa documental en la tele que hablaba justo de ese problema. Así que me armé de valor y se lo dije. Pensé, "Su padre es médico, lo entenderá". Me equivoqué. Lo negó. Dijo que no le pasaba nada de nada, y me cambio de tema radicalmente. No sé si acabó haciendo algo al respecto, porque no me atreví a volver a sacarle el tema. Es una de esas veces en que, pese a hablar claro, no conseguí hacerme oir.

Como véis, no suelo cortarme. Me he encontrado varias situaciones similares, y siempre he dicho lo que pensaba, creo que incluso cuando aquello era un polvo de una noche y nada más. Pero aún hay algo que no sé como decirle a un hombre, porque dada la estrecha relación pene-identidad, temo que decirlo sería soltar una bomba tremenda. Sin embargo, debería decirlo. Precisamente por ser algo tan difícil, debería decirlo. Pero, mientras que para los malos olores, los problemas de forma, de tacto, de sabor del semen, de sobra de pellejo en el prepucio..., en fin, ese tipo de eventualidades, soy capaz de afrontarlas, todavía no sé como decirle a un hombre que la tiene pequeña.

Siento tener que decirlo, pero el tamaño importa. No el largo, que da más o menos igual, salvo casos patológicos. El ancho, el grosor, es lo que importa. Nunca me he topado con un hombre que no llegase a los catorce centímetros de largo. Sin embargo sí que he conocido hombres que la tenían muy fina. Es decir, pequeña. Los problemas por el tamaño, por cierto, se dan en ambos sentidos. Una muy pequeña no la notas, pero una muy grande hace pupa. Sin embargo, si le dices a un hombre que la tiene enorme, no se siente mal. El problema es decirle que la tiene pequeña. ¿Cómo se lo dices? Reconozco que no sé como afrontarlo. En este aspecto, agradecería cualquier tipo de sugerencia.

(Continuará)

Zirbêth.

OBSESIÓN

Esta canción, la banda sonora a la que pertenece, la película para la que se hizo y la obra de teatro de la que es hija, me obsesionaron durante meses. Pero esta canción, es la que más.

Talk Show Host

I want to
I want to be someone else or I'll explode
Floating upon this surface for the birds
The birds
The birds

You want me?
Fucking, well come and find me
I'll be waiting
With a gun and a pack of sandwiches

And nothing
Nothing
Nothing
Nothing

You want me?
Well, come on and break the door down
You want me?
Fucking come on and break the door down

I'm ready
I'm ready
I'm ready
I'm ready

I'm ready
I'm ready

Radiohead

Es pura sensualidad.

Zirbêth.

SEXO EN EL MERCADO

El otro día, tachaaaaan, descubrí las paraguayas. Tras años de no encontrar melocotones decentes, he encontrado un dulce, dulcísimo, consuelo. Así que hoy me he acercado al mercado a comprar unas pocas (kilo y medio, jeje), y no a cualquier mercado: al mercado de abastos de Aranjuez. Es un edificio histórico precioso, con mucho ambiente, el mejor mercado que conozco, y que sigue adelante sin que las grandes superficies puedan con él.

Cuando hoy he entrado, he descubierto que había una pequeña exposición de fotografía, así que, entre mirada y mirada al precio de las paraguayas, me he dado una vuelta para disfrutar de las fotos. Las que han captado mi atención inicialmente han sido unas que parecían cuadros, dignas de ser portada de un buen cómic de Neil Gaiman: escenas muy logradas de situaciones poco creibles, mezcla entre cuadros prerrafaelistas y galería esperpéntica. En especial uno de una mujer con un vestido negro de finales del siglo XIX principios del XX, en una habitación recargada y acorde con la época del vestido, desordenada, una niña con un sombrero y vestido corto sentada en una silla, aparentemente dormida, mientras la mujer agita una escopeta para ahuyentar montones de palomas que revolotean por la habitación. Las palomas y el brazo de la mujer están ligeramente desdibujados, la expresiín de la dama es increible, indescriptible. El cuadro, digo la foto, cuenta una historia, muchas, en realidad, y te deja llena de dudas. Preciosos. Lástima que hubiese más. A ver si vuelvo y memorizo el nombre del fotógrafo.

Las siguientes, me han sorprendido. Qué idiota soy, lo admito, pero me he quedado a cuadros al ver fotos con tan alto contenido sexual en un mercado lleno de viejecitas, niños, etc. He de superar esos estúpidos prejuicios... No me han gustado tanto. Bueno, había unas bastante curiosas, personas desnudas, pocas, entre un mar de cubiertos, de cables, de ordenadores destripados, de película cinematográfica. Estaban muy bien. En cambio, otras eran de esas crudas que me dejan siempre con sesación de haber pillado a alguien en el baño con la bragas o calzoncillos bajados. De esas que muestran a los humanos en momentos muy íntimos, no necesariamente sexuales, con cierta predilección por un enfoque de miseria, es decir, como tratando de mostrarnos a nosotros mismos como ya sabemos que somos. Supongo que por eso no me atraen como temática. Si quiero ver a una mujer rellenita sujetándose la falda y enseñando su cuerpo con unas bragas feas, para eso tengo el espejo del armario.

Algunas, en cambio, me han sorprendido por ser excenas de sexo explícito que no transmitían ninguna sensación erótica en absoluto. Una secuencia completa de un empuje en postura a cuatro patas, ligeramente movidas todas. Otra de lo que parecía una pareja en el misionero, pero tan abrazados que al estar la foto también movida, uno no acababa de saber quién era quien. Ninguna de esas fotos me inspiró nada. Ni las demás de la exposición salvo una: una mujer tumbada con las piernas abiertas, de piel muy blanca, desnuda, vista como si estuviese tumbada a la altura de nuestros hojos y nosotros a sus pies. Pero un brazo de hombre de piel muy oscura tapaba las partes íntimas de la mujer, perpendicular, apoyado justo delante de su vagina. Esta foto sí me ha llamado la atención, aunque, como el resto, no me transmitía erotismo alguno. Sin embargo, tampoco me parecían soeces o miserables, cosa que sí me pasaba con las otras que, sin ser de sexo, transmitían un sexo sin amor de lo más descarnado. Esa es la clave, quizas. Transmitía un desamor tremedo: el de la chica por su cuerpo. No sé. Al ver la foto pensé: yo no me mostaría tan vulnerable ante nadie, con tal desapego por mi persona física, con tal desprecio por el propio cuerpo en la mirada.

Tal vez penséis: esa foto, la más desagradable, es probablemente la mejor, pues es la que más te hizo sentir. La definición de verdadero arte siempre se me ha escapado.

Zirbêth.

lunes, julio 02, 2007

CALOR

Es lo que he pasado hoy cuando he ido a hacer la declaración de la renta. Porque, en mi línea de ser un desastre burocrático con patas, he salido corriendo para entregarla cuando quedaban quince minutos para que cerrasen. ¡He sido la última! Y los que he corrido. He vuelto a casa veinticinco minutos después, empapada en sudor.

Mañana, iré a Madrid a pasar calor, porque he terminado la traducción y quiero pasarme por el museo del ejército a comprobar unos términos. Así que, a sudar otra vez. Y el miércoles, de nuevo iré a sudar a Madrid, a ver a mi terapeuta. Espero, para esa tarde, ser libre para empezar la siguiente traducción que tengo sobre la mesa, pero esta vez sin tanto agobio de tiempo. ¡Y tengo silla nueva! Un poco alta para mi mesa, que es de las de bandeja baja para el teclado, pero cómoda. Más contenta estoy. Me la ha comprado mi mami.

Esta casa es más fresquita. Se nota según entras por la puerta. Incluso me tapo con mi adorada manta de camping para dormir, a veces incluso en la siesta. Es una gozada. Puedo con el calor durante el día, no me importa sudar lo que haga falta, pero por la noche necesito tregua térmica. Eso de llegar a casa, darse una buena ducha y quedarse fresquito sin hacer nada es de lo mejorcito del verano.

Hay que seguir, sin embargo, adelante. Me muero de ganas de irme a la playa unos días, pero no sé si debo. Necesito trabajar lo antes posible.

Bueno, seguiré los sabios consejos de mi madre, en concreto este: las cosas, de una en una, y una detrás de otra.

Zirbêth.