jueves, enero 21, 2010

¿QUIÉN?

Feliz año nuevo. Sigo aquí. O al menos eso creo.

¿Soy yo? Me hace gracia cuando la gente asegura, convencida, que las personas no cambian. Supongo que es de esas cosas que se dicen porque es más cómodo pensar que no se puede cambiar a esforzarse en hacerlo. Porque en nos gusta que, al etiquetar a la gente, esta no nos venga luego con mudanzas que nos descoloquen. Por más que nos traten de vender que la vida frenética llena de emociones es lo que debería gustarnos a todos, en realidad somos animales (unos más que otros) de costumbres. Necesitamos tener un mapa de nuestro pequeño mundo y que no nos lo varían,. Es un latazo andar con revisiones y ajustes. Somos unos seres tremendamente adaptativos, y sin embargo nos hace maldita la gracia tener que hacer esfuerzos por adaptarnos.

Estoy sentada frente al ordenador, que me compré hace un año y por fin he terminado de pagar. Está en una mesa que lleva conmigo desde que vivía en Maracena, pongamos que entre quince y veinte años. Quince o veinte años. Media vida, más o menos. La mesa no ha cambiado, salvo por algún desconchón, y son pocos, la verdad. Ojalá tuviese yo tan pocos desconchones de esos. Pero la vida te socaba, te malea, te estira y te revuelve. En definitiva, te cambia.

Me joden (¿os joden?) los cambios evidentes, los físicos. Me jode la falta de energía, la piel no tan tersa, los kilos de más, ese hueso empeñado en estropearse. Me jode el descuento de mis días, de mis noches, de mis pasiones. La latencia, el no importarme lo que antes era algo irrenunciable (sí, hablo de sexo). ¿Me jode de verdad?

Me rodean cuatro paredes distintas, casí mías. Pago por ellas, por lo que encierran y permiten: la soledad, la independencia. Seguro que estas cuatro paredes me cambiarán. Ya lo están haciendo. Ilusamente, tal vez, espero que me devuelban alguna cosa perdida. Mis ganas de escribir, que la soledad alimenta.

La soledad, que me solza y me maldice, la maldigo yo a ella, pero la necesito. ¿Desgana? Seguro que habrá quien considere este silencio mío de los últimos días como algo negativo. Creo que en la soledad me encuentro a mí misma, y me gusta. Con canas, arrugas, silencio. Adoro el silencio. Tanto ruido impide pensar. La soledad y el silencio hacen mi mente fertil, aunque vulnerable.

Pero hablaba de cambios. Es uno de mis temas recurrentes. Ahora, me estoy adaptando a este cambio que es haberme ido a vivir sola. Creo que es un acto de locura y valentía a partes iguales, aunque dentro de él me siento como en una ola que va de la cresta al valle: la satisfacción, el miedo, la pasividad, el desvelo. Creo que lo que más me asusta es lo poco que echo de menos. Básicamente, echo de menos precisamente eso, echar de menos.

¿Cómo lo hacéis los demás? ¿Dónde encontrasteis esa necesidad de otros, de un otro que comparta vuestra vida? Mira, algo en que he cambiado, o he vuelto al principio, el miedo al compromiso. O no al compromiso, sino al dolor que puede acarrear. Tampoco, creo que no es al dolor en sí: es a volver a perderme a mí misma. ¿Y si me vuelvo a enamorar de verdad y vuelvo a abandonarme en esa otra persona? A perderme. Con lo que me costó encontrarme...

Pero siento una enorme añoranza de sentimiento. Quiero sentir. No soy nada enamoradiza. ¿Cómo lo consigue la gente, eso de encontrar a alguien a quien necesita sin disolverse en ella y...? Me siento una completa inculta. Como si todo lo vivido, en este aspecto, no me siriviese de nada. Memoria emocional de pez. Recuerdo la intensa felicidad, el intenso dolor. La nada, el vacío, el renacimiento. Sigo en el renacimiento. Quisiera tener diez años menos. Siento que debería tener diez años menos, que diez años me han sido robados. Me los robó esa otra que fui, soy, seré, porque va conmigo. Me los robó la vida, esa otra vida, la de antes, la de otros.

Nostalgia. De sentir, de emocionarme. Va de la mano del miedo, del rechazo. Y, sin embargo, soy feliz. ¿Añoro sentir porque se supone que es lo que se debe hacer? A mi edad muchos ya están más o menos emocionalmente ubicados, emparejados, hipotecados. ¿Quiero eso realmente?

Empecemos por algo más sencillo. Encontrar a alguien a quien de verdad desee. Sí, empecemos por ahí, por el sexo. Pero...

Demasiados peros para enumerarlos. A mi colmada vida le queda aún espacio para la insatisfacción.

Zirbêth.

Pd/ No os preocupéis, que estoy bien. Es solo que la soledad tiene una ventaja: te da tiempo para pensar. Y una desventaja: te da tiempo para pendar.