sábado, noviembre 13, 2004

REALIDAD Y CERTIDUMBRE

La realidad: que no importa que él no me corresponda como a mí me gustaría, que no importa que nos separemos, que se vaya a las antípodas: le quiero. Y eso no va a cambiar de la noche a la mañana, ni de un mes para otro y, además, tengo mejores cosas que hacer que lamentarme por este final que se desliza sobre mí. Total, siempre he sabido que era así, aunque me empeñase en tratar de creer otra cosa.

La certidumbre: el que nadie entienda porque le quiero, porque no voy a dejar de quererle, porque no voy a pasar a odiarle, porque no voy a desterrarle de mi vida, porque en el fondo no me importa que este amor no me lleve a ningún sitio aparte de donde ya he llegado y estoy, porque no le exijo que cambie de planes, de vida, que cambie, en fin, porque no voy a cambiar yo los míos, mi vida, yo, en fin, que mientras pueda hacerle feliz y hacerme feliz compartiendo algún momento con él, lo voy a hacer aunque no sea lo más "lógico".

El amor no se puede medir por patrones, no se deja, por más que nos empeñemos. Todos buscamos la felicidad, pero esta es distinta para cada uno de nosotros. Además, uno puede saber que ciertas cosas le harán feliz, pero también debe recordar que hay muchas otras que le pueden hacer feliz y uno ni siquiera las imagina. Hay que ser capaces de adaptarse a la felicidad, estar preparados para descubrirla debajo de la máscara con la que elija presentarse ante nosotros. Rechazarla porque no lleva la indumentaria que queríamos que llevara es una gran estupidez.

Zirbêth, feliz.