sábado, noviembre 13, 2004

LA INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL DESPISTE Y LA MANÍA POR EL ORDEN

Hoy he llegado al trabajo y me han endosado una de esas tareas que ayudan a que el tiempo pase considerablemente más rápido: reordenar accesorios. Así que me he montado una pared de accesorios de fútbol, otra de juguetes y luego me he puesto con el pilar de equipos de futbol. Y en él me he quedado, porque era sábado, ese pilar está al lado de las cajas y no me han dejado decicar más de diez minutos seguidos a una misma cosa. Así que, enfrascada como estaba en mi tarea de decidir dónde y como poner todo (blocks de notas, lápices, bolígrafos, conjuntos de escritorio, ratones de ordenador, anuarios, toallas, sábanas, escudos, bolsas de gimnasio, mochilas, llaveros...), se me ha pasado el tiempo tan volando que, al llegar mi hora de irme, las cinco, me he dicho "Ya, me voy ahora, y mañana me vuelvo a encontrar todo echo una pena. Nada, me quedo una horita más y termino." Exacto, no he terminado, aunque ya sólo me falta mover las gorras y traerme cosas de abajo para rellenar huecos.

Estaba tan enfrascada, tan concentrada, que me han tenido que advertir de que mi hora extra había acabado y no ha sido hasta que he formado que me he acordado de un pequeño detalle: ¡tenía un concierto a las siete y media! Horrible, de verdad. Me regaló Victoria la entrada, me la compró y la mandó por correo, me llamó ayer para recordármelo, me dejé la ropa preparada y el cojín que me habían recomendado llevar para combatir la dureza de las bancas de la iglesia. Pues nada, no he llegado. Sábado y, claro, las calles abarrotadas y el autobús yendo lentísimo. He llegado a casa a las siete, con la lengua fuera. He mirado los horarios de autobueses para ir hasta la citada iglesia, pero no ha habido manera. Así que, nada. Aquí estoy, contando esta absurdez en vez de estar relajada escuchando el Requiem de Verdi.

No se puede ser a la vez despistada y maniática del orden.

Zirbêth.