sábado, mayo 30, 2009

JO, PORFA, QUÉ SÓLO ES MAYO

No es justo, no señor. Con el magnífico invierno que hemos tenido, crudo, frío y lluvioso, el verano debería haberse sentido amedrentado por su poderío y haberse quedado bien lejos... al menos hasta que fuese oficialmente verano. Pero no, ea. Ha tenido que venir apenas si mayo arrancaba. ¡Qué va a ser de nuestras pobres vidas!

Mmmm. De momento, a finales de junio, si ningún jefe me lo impide, me iré una semanita entera a la playita. Caminar, nadar y ponerme cual conguito, esos son mis planes y objetivos. Me voy a comprar un palet entero de la crema esa que han sacado que evitar que las medusas te piquen. Y como el agua estará previsiblemente fría aún, espero, ni habrá demasiadas medusas, ni tampoco demasiados turistas pesados en el agua. A reafirmar las carnes se ha dicho. ¡Señor, sí señor!(esas han sido mis carnes, jeje).

Creo que vuelvo a sentirme bien. La medicación hace pleno efecto otra vez y vuelvo a ser la alegría de la huerta. Ya sé que luego a lo peor me desdigo, pero creo que no volveré a dejar la medicación a menos que sea para tener descendencia (alguien tendrá que heredar mis castillos, mansiones y vehículos de lujo). Aunque cada vez ando más cerca de la certeza que de la impresión de que no sirvo para tener pareja, lo cierto es que sí que me gustaría tener una hija. En fin, el tiempo dirá. Y en breve, porque tampoco me queda ya tanto tiempo...

Aunque vosotros no lo hayáis notado, acabo de hacer una pausa de casi dos horas para ver cocinar a P. un estupendísimo pisto. A ver si se me pega algo de sus artes culinarias y de su gusto por cocinar, porque mi salud me lo agradecerá. Quiero mimarme gastronómicamente hablando, aprendiendo a cocinar lo mejor posible y cositas sanas y buenas. Sobre todo, las verduras y hortalizas, que son mi asignatura más pendiente. Con la carne me manejo bastante bien, y el pescado lo mismo. Pero aparte de ensaladas, lo cierto es que verduras, legumbres y hortalizas me superan. No paso de las ensaladas y de aliñar todo con aceite, vinagre y sal.

Mimarme, eso hago últimamente. Mimo mi piel a base de no dejar una noche sin huntarme en crema de la cabeza a los pies. Hay que aprovechar que he encontrado la mejor crema del mundo, o al menos la mejor para mi piel. No puedo descuidar mi piel ahora que estoy perdiendo peso y volumen. Bueno, no quiero volver a descuidar mi piel, y ya está. Mimo mi cuerpo eliminando de las comidas la sal, las comidas precocinadas, el azucar y todo lo que lleve harinas refinadas. Nunca había leído tanto en un supermercado, pero no quiero comer nada que no sea beneficioso para mi organismo. ¡Muerte al glutamatooo! ¡Viva la fructosaaa! Ejem.

Me sigo mimando con perlas de aceite de hígado de bacalao, con dos litros de agua al día, con té verde, con caminatas siempre que puedo, con duchas que terminan en agua fresca, con ciertas pastillejas que ayudan a drenar toda esa agua que tiendo a acumular. Me mimo leyendo todo lo que me pide el cuerpo, lo cual supone páginas y páginas de asesinos, policías, fantasmas, vampiros, niños especiales, ciudades conovidas e inventadas, realidades científicas y fantasías delirantes. Me mimo comprándome de vez en cuando ropa con la que me sienta guapa, incluso aunque espero que en unos meses ya no me sirvan porque se me caiga de grande. Mi madre va a heredar ropa, jajaja.

La soledad, de verdad, me sienta bien. Estoy un poco agobiada por estar en casa de mi madre, porque lo que realmente me apetece es vivir sola. Pero estos meses son el precio a pagar por esa independencia domiciliaria. Ya podría tocarme un pellizquito en la lotería que abreviase la espera, leñe. Pero trato de verlo lo más positivamente posible, y eso, tratándose de mí (debidamente medicada) es muchísimo. Mi cabeza se llena de imágenes de gatitos, de mis libros otra vez reunidos en una misma casa, mis telas y vestidos ordenados, planchados y colgando a la altura necesaria para que no rocen el suelo. ¿He mencionado ya los gatitos?

Bueno, como ya son las diez, y seguro que hay alguna peli que dormir, creo que voy a dejar de escribir. Una sonrisa para todos.

Zirbêth.

domingo, mayo 24, 2009

DEBERÍA ESCRIBIR

Quiero decir, contar algo. Pero la primavera (a algo habrá que echarle la culpa) llena de flores el campo y esteriliza mis dedos.

Mentira. Es que llevo unas semanas de no parar. Mudanza, trabajo, buscar casa para vivir sola, brazo en cabestrillo. Ayer recogí la moto, que ya anda, pero me puse chorreando porque no puedo conducirla hasta que no tenga seguro y demás. Me cayó una colcha de agua (de verano). Luego, la manta cuando fui a la farmacia casi se lleva mis zapatos (los más caros que jamás me he comprado).

Da igual.

Ver pisos es un latazo. Cuando, como yo, tienes demasiada imaginación, enseguida te ves haciendo allí todo aquello que te gusta, para minutos después bajarte a la realidad y ver todos los defectos e inconvenientes. Atrapada estoy en casa de mi madre hasta agosto, calculo. Si de mi madre dependiese, mucho más. Comprar o alquilar, esa es la cuestión. Me muero de ganas de vivir sola.

También de miedito. No miedo de verdad, en plan pasar las noches sola y que los ruidos o el maniaco loco de turno me fije en su objetivo. No, me refiero a que mi adicción a la soledad se vaya haciendo cada vez mayor. Si me aislo en un piso compartido, imagináos cuando viva sola. Lo temo y lo deseo. Ya tengo edad de probar esa experiencia. Soledad, soledad, soledad. Silencio. Gatos.

Cuando tenía trece años, mi profesora, a la que llamaré María Isabel porque no me acuerdo de su nombre, era una mujer de treinta y pico años, o tal vez cuarenta y pico, soltera y con una hija de mi edad o algo más pequeña. Nunca, decía ella, quiso casarse. Tampoco renunciar a la maternidad. Aquello me pareció fantástico. Cuando en casa de mi madre lo menciono, la posibilidad de ser madre soltera, por mi cuenta y riesgo, P. se horroriza. La sociedad me machacará, según él. Yo creo que no lo hará la sociedad, sino mi flojera, jeje. Con lo vivido, me parece mucho más plausible que me joda un hombre que el que lo haga la sociedad. Se me va a pasar el arroz, ya veréis.

En resumen:
Que no voy a decir que venirme a casa de mi madre haya sido un absoluto error, pero lo cierto es que no veo el momento de irme a vivir sola, que es lo que realmente quería y quiero.

Que las primeras semanas ha sido tremendo estar aquí, porque P. no puede con la gata. Ya sabéis lo mal que llevo la tensión emocional.

Que, decididamente, no sirvo para tener pareja. Una vez más, estrés emocional. Y otras cosas que no os contaré, pero que hay quien, como me conoce bien, se imagina.

Que mi tendencia al aislamiento es cada vez mayor, y lo lamento porque alejo de mi a la gente, pero la soledad es mi modo de ser. Os quiero, de verdad, pero soy como soy. Seguramente debería cambiar, pero... De momento no quiero. Ansiedad social.

Voy a desayunar. Hace un mes o más que desterré de mi vida el azucar, las harinas refinadas, los dulces en general, y la sal de casi todas las comidas. Llevo bien este cambio en la alimentación, y es curioso como ahora lo salado me molesta y el dulce casi siempre me sobra. Lo llaman dieta Montignac. De momento ya he perdido volumen y creo que me estoy liberando de los líquidos retenidos. Lo ayudo con hierbajos y aceite de hígado de bacalao. No sé lo que habré perdido de peso, aún no me he pesado tras dos semanas de régimen a base de carne, pescado y naranjas. El martes, si acaso. Lo que quiero es perder volumen, y el peso me va a dar más o menos igual. Cuando me vuelva a sentir bien y quepa en la ropa del pasado, independientemente de mi peso consideraré conseguido mi objetivo.

Miedo me da contarlo aquí, lo vaya a gafar. Lo dicho, me voy a desayunar.

Zirbêth.