LO QUE DA DE SÍ UN METRO
Pues, siendo sólo cuatro paradas o cinco, que no recuerdo bien, no está nada mal eso de leerse tres actos de Hamlet. Por supuesto, ya he leído Hamlet antes. Dos o tres veces, al menos. Pero cada vez que lo leo, lo descubro. Tiene que ver en eso mi mala memoria, cierto, pero también el salto que supone leer con cada vez más años encima, más experiencias vitales, en general, y literarias, en particular. Sigo encontrando pasajes complicados de entender, sí. Noto las diferencias culturales, por país y por época. Pero, sobre todo, me solazo en lo que en común tienen las palabras de Shakespeare con mi humilde persona, con tantos cientos de años entre su vida y la mía. Me gustó mucho, por ejemplo, los consejos de Polonio a su hijo, Laertes, que no puedo evitar ver tan actuales hoy como debieron resultar en su día. Juzgad por vosotros mismos:
"¿Todavía aquí, Laertes? ¡A bordo! ¡A bordo!
¡Vergüenza! El viento sopla en tus velas,
y ya te esperan. Ea, mi bendición,
y graba estos preceptos en tu memoria:
que no esté tu pensamiento en tu lengua;
no ejecutes pensamientos sin mesura.
Sé amable, más nunca vulgar;
a quienes sean tus amigos, con amistad probada,
amárralos al alma con ganchos de acero.
Mas no canses tus manos con agasajos
a imberbes advenedizos. Mira
que no seas quien inicie las disputas, pero ya en ellas
que sea el contrario quien se guarde de ti.
Presta a todos oído, a pocos tu opinión.
Toma consejo de todos, pero guárdate el tuyo.
No gastes en vestiir más de lo que posees
pero viste buenas hechuras. Busca calidad, no ostentación,
puesto que el traje delata a quien lo lleva
y aquellos que son en Francia de más rango
se muestran en ello meticulosos y selectos.
No prestes dinero, ni pidas prestado
pues a veces vuelan amigo y dinero a la vez,
y si te endeudas mermarás tus rentas.
Y sobre todo, sé sincero contigo mismo,
que a esto seguirá -como el día a la noche-
el que seas sincero con todos los demás.
Adiós, y que mi bendición en todo esto te confirme."
(Hamlet, W. Shakespeare, Cátedra, Letras Universales, 1992-2005)
¿Actual? Si os fijais, en la actualidad no cumplimos ninguno de los consejos del viejo Polonio a su hijo. Al menos yo no los cumplo, salvo en alguna ocasión. Son consejos de prudencia, y me reconozco imprudente sin disimulos. Quizás me engañe, quizás sea víctima de mi tiempo.
Porque, veamos. Siempre digo lo que pienso, en vez de guardármelo. Seguro que me libraba de algún que otro problema si mantuviese la boca cerrada. Pero en determinados temas, es que me supera y no puedo evitar saltar cual muelle. Lo contrario, me parece hipocresía. Lo cual no deja de ser un medio estupendo de que otros puedan saber por donde voy, qué esperar de mí, etc. Es decir, una desventaja. Podría decirse que es un rasgo de inmadurez porque, con los años, uno se supone que aprende de los palos y va mesurando sus comportamientos. Lo hago, lo hago, pero no aquí, en el blog, o en confianza, con mis amigos. En el trabajo, con extraños, ya es otro tema... Los que aquí entrais, o no me conoceis, o me conoceis bastante bien.
Sigamos. Iniciamos disputas sin tregua. Al menos, esa es la sensación que tengo. Y, al menos en mi caso, suele tratarse de un proceso similar al de no callarme la boca: reventar de indignación, defender lo que creo que hay que defender. En fin, esas cosas.
A veces, me paso de generosa con desconocidos, mientras que, lo reconozco, otras es precisamente con aquellos que mejor me quieren con quienes menos me esfuerzo y más parca resulto en mis expresiones de afecto. Soy idota, se ve.
Lo de la ropa, ya es otro tema. Es que vivimos en la época del aparentar. No importa que la ropa sea horrible, siempre y cuando lleve la marca tal o cual, y tampoco importa que comprarla nos cause un auténtico desequilibrio económico: la cuestión es que parezca que podemos permitírnoslo. Yo ahí no encajo, menos mal. Salvo algunas veces, mi ropa es de marca la pava y voy siempre buscando lo más económico/clásico. Menos mal, de una me libro.
A ver, qué más. Lo del dinero. Ay, ay, aquí soy yo la endeudada, que doloroso y espinoso tema. Pero trato de pagar mis deudas, poco a poco. Tengo mala cabeza, lo sé. Lo cual me recuerda... Aunque, por otro lado, no estoy de acuerdo del todo: si tengo y alguien a quien quiero no tiene y necesita, se lo doy. Con la conciencia, muchas veces, de que puede ser a fonfo perdido, para no engañarme. Pero no me puedo quejar: sólo una persona ha abusado de mí en ese sentido, y teniendo en cuenta el desastre que yo soy, no tengo derecho a quejarme.
Y, finalmente, trato de ser sincera conmigo misma. Casi siempre lo soy, pero a veces me engaño. Y esto que digo de mí, es mal endémico de nuestra sociedad actual, me temo. Vivimos en el eterno autoengaño, al menos en ciertos aspectos de la vida. Tiene esto mucho que ver con lo que decía más arriba sobre el aparentar. ¿O acaso no estamos atravesando uno de esos tiempos oscuros en los que vivimos más para afuera que para adentro? ¿Más por lo que pensarán y dirán de nosotros que por lo que nosotros pensamos y sentimos?
No, en realidad, no. Desgraciadamente, el aparentar, como la violencia, son características que han acompañado al hombre a lo largo de los siglos. Ojalá consigamos cambiarlo definitivamente algún día.
Zirbêth.
2 Comments:
Estoy de acuerdo con Polonio, excepto en dos partes: la de prestar dinero, sin esperar cobrarlo y la de los consejos.
Sobre esto último, pues delata mi ignorancia enciclopédica, pero me parece qu elo hago en el afán de ayudar al Otro.
Interesante autoanálisis. Sin embargo, me parece un poquitín duro contigo misma. Lo importante es que te ayude a seguir caminando. ¡Ánimo!
Las personas somos tan absurdas y tan engreídas que no nos damos cuenta de que nuestros problemas son los mismos que tuvieron nuestros antepasados y lo que es peor, que las soluciones que ellos les dieron probablemente tambien nos valdrían a nosotros.
En lugar de tomar nota y no repetir errores nos empeñamos en creernos únicos y volvemos a tropezar.
Vicent.
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