viernes, diciembre 30, 2005

DE LAS MEJORES

De las mejores partidas de rol de mesa que recuerdo, fue una en que jugamos mi primo Saruman y yo con un amigo. Éramos tres personajes, creo, un troll, el personaje de mi primo que creo recordar era humano, y mi soldado Arlin de Vries. La partida, de unas cinco horas, empezó con nosotros saliendo de una población (no recuerdo demasiado bien los detalles, pero creo que esta fue en la que nos cargamos a unos mercaderes orcos y nos fuimos por si acaso [en Runequest se puede ser orco sin ser malvado por narices]. Luego, en una de estas tiradas de encuentros, nos salió un gigante, y también unos cubos gelatinosos (unas de las criaturas más temibles que se pueda uno encontrar cuando se es de nivel bajo). El trol y yo salimos por patas y dejamos tirado a mi primo, juas; pero al final salió con vida... Para acabar los tres colgados en un...

Pero vayamos popr partes, que diría Jack el Destripador... El caso es que nos vimos abocados a descender por una escarpada ladera de montaña con altísimo precipicio a un lado. Y, para asegurarnos y tal, nos atamos con una cuerda, el trol delante, mi primo, yo y el burro de carga finalizando la comitiva. Por supuesto, el camino era tan impracticable que exigía contínuas tiradas de destreza. Bueno, en realidad, no tan contínuas, porque el troll falló la tercera y nos fuimos todos balate abajo...

Durante más de tres horas, la partida consistió en nosotros tres, y el burro, claro está, colgados de un árbol del precipicio que, debido al peso y al balanceo, se iba desprendiendo poco a poco de la pared en que tenía hundidas sus raices. ¡Ah! Mi primo era un mago, cierto, porque gracias a él permanecimos "pegados" al árbol algo más de tiempo. El justo, si no recuerdo, para conseguir idear el modo de salir de semejante entuerto. Pero que muy justo.

Fueron tres horas de estrés, de sentirnos completamente perdidos en la situación, de creernos realmente en ese árbol con tan sólo un abismo bajo nuestros pies. No recuerdo exactamente cómo logramos salir del entuerto, pero sí que, tras todas las penurias pasadas, cuando pocos metros nos quedaban para llegar a la cima de la montaña, el troll, a quien habíamos colocado delante para evitar que volviese a arrastranos, se cayó rodando y nos pasó por encima a nosotros, al burro, a las piedras y arbustos y nos llevó rodando con él los últimos cincuenta metros de cuesta abajo del camino de descenso de la montaña. Por supuesto, acabamos con heridas muy serias y casi nos morimos por la torpeza del troll.

Como veis, no os hablo de una gran aventura épica, de salvar el mundo o las ballenas, sino de una simple salida campestre de lo más accidentada. Y, sin embargo, fue una de las partidas de rol más intensas de mi vida. Que gran master Luisfe. Nunca habrá otro igual.

Zirbêth, añorando tiempos roleros.