domingo, diciembre 25, 2005

ESCUCHAR

Es curioso eso de escuchar, porque muchas veces no lo hacemos. Y cuando lo hacemos, a veces sólo estamos escuchando a medias. Pero luego, cuando somos nosotros lo que queremos ser escuchados, bien que pedimos oídos completamente abiertos.

No siempre escuchamos, seamos sinceros. A veces, estamos rodeados de demasiado ruido, por dentro y por fuera. A veces, pedimos que se nos escuche sin tener en cuenta si realmente lo hacen o no, y eso se debe a que en realidad no estamos pidiendo que se nos escuche, sino que se piense como nosotros.

Por eso, hay veces en que nos escuchan, nos contestan, pero como no están de acuerdo con lo que decimos, pues la cosa no trasciende de el mero "se os ha escuchado". Aunque cueste creerlo, uno no siempre tiene razón, por mucho que a uno le parezca que así es. Incluso aunque haya otra persona que sea de la misma opinión y razón. No, hay veces que nuestra razón y opinión no llega más allá de la conversación, no trasciende, no cambia el parecer de la gente. Y eso, hay que entenderlo, Hay que aceptarlo. Porque lo que no puede uno pretender es que la propia opinión se convierta por el hecho de que la repitamos una y otra vez, en la razón de todos. Y tampoco que se nos escuche decir lo mismo una y otra vez sin que la gente, finalmente, opte por ignorarnos.

Y es que hay que aprender a aceptar que a los demás nuestra opinión y razones pueden no importarles, que incluso importándoles pueden no compartirlas y que eso no significa que ellos estén equivocados. No es de extrañar que, llegado cierto punto, se cansen de escuchar y no nos hagan ni caso. Por lo cual, hay que entender que llega un momento en que es mejor dejar de dar la brasa. Porque en eso nos arriesgamos a convertirnos: en unos brasas.

Zirbêth.