jueves, junio 10, 2004

MARIA ENCARNASION FLORENSIA

Ese fue el nombre que le dio su padre adoptivo. La pobre criatura, apenas recien nacida, protagonizó una de esas tragedias truculentas que acaban marcándo la vida de sus protagonistas: la separaron de sus padres y jamás pudo volver a reunirse con ellos. Me gustaría poder decir que es este un caso aislado, pero la historia de la humanidad está plagada de crueldades de esa índole.

Pero volvamos a nuestra protagonista. Separada de sus padres al poco de ver su primer amanecer, fue llevada con otras desgraciadas como ella, hacinadas todas en lo que parecían unos tétricos y oscuros vagones, hasta un enorme edificio a las afueras de una ciudad y lo siguiente que supo es que estaba en un mercado para ser vendida como una vulgar mercancía a cualquiera que se fijase en ella. Junto a ella sólo había un cartón con su precio. Ni siquiera se habían molestado en ponerle un nombre.

Tampoco su compradora, una jovencita a todas luces insesible y caprichosa, se molestó en dárselo. Simplemente la llevó a su casa y la dejó allí, en un rincón, dándole lo justo para que sobreviviera y sin prestarle casi atención, sólo para mostrarla a sus invitados como quien enseña un nuevo cuadro o unas cortinas monas.
Así que no le extrañó mucho que al cabo de un tiempo su propietaria, como solía llamarla en sus pensamientos, desapareciese de repente con todas sus cosas, dejándola tan solo a ella atrás, sin siquiera una mirada de despedida.

María Encarnasión Florensia fue el nombre que le puso su rescatador, su héroe o, como a ella le gustaba llamarle en secreto, su papi. La recogió de la desvencijada habitación en que la encontró sumida en la tristeza y, al averiguar su penosa historia, decidió darle ese nombre, no sin cierto humor negro, como homenaje a las telenovelas sudamericanas.

Ahora, María Encarnasión Florensia vive en una casa grande y tiene su propia maceta con tierra especial para cactus situada junto a una ventana, y la riegan y la miman tan a menudo como es bueno para su cactil salud.

(María Encarnasión Florensia es un catus típico de desierto mexicano, de tres columnitas que crecen a ojos vistas y que, después de que una compañera de piso del Calvo se la dejará al abandonar la universidad, se mudó a vivir a mi casa. Os manda saludos, pero os recomiendo no ser muy efusivos, o ateneos a las pinchosas consecuencias.)

Besos,

Zirbeth