viernes, junio 04, 2004

MIGRAÑA

Ayer era mi día libre, pero me llamaron de la tienda: necesitaban que fuese. Así que, cuando conseguí despertarme, me duché y me fui, eso sí, en zapatillas de deporte, porque estoy de los zapatos hasta las narices. Menos de un mes he tardado en hartarme de ir con traje de chaqueta.

El caso es que, tal y como yo lo vi, en realidad no necesitaban a más gente. Tuvieron un día estupendo y vendieron ordenadores como rosquillas. Desgraciadamente, a la hora y poco de estar allí, me empezó a doler la cabeza. Me tomé un paracetamol, pero la cosa no resultó y, para una hora más tarde, me lloraban los ojos y sentía mi cerebro como un barco a la deriva que fuese chocando con rocas y arrecifes, encarnados en las paredes de mi craneo. Vamos, una experiencia poco divertida.

No me enteraba de nada, madre mía. Así que me fui a casa y me quedé como un tronco. Debían haber pasado unas tres horas largas cuando llegó el Calvo y, con cierto tonillo de reproche, me dijo: "¿Ya estás durmiendo?"*.

Por la mañana mi dolor de cabeza seguía tan intenso como la tarde anterior, así que llamé diciendo que no iba a currar. Pero me fuí a sacar el dinero del alquiler y a por agua (punto A de mi plan para perder el excedente de peso). Pero fracasé en lo de la pasta, porque aunque en mi balance dice que hay, la amable cajera me informó de que no se había hecho efectivo el cheque que ingresé una semana antes. Alguien debe de estar especulando con mi dinero. Cabrón. Así que, fracasado mi acto de buena voluntad, me compre un cubo de fregar, una mini tabla de planchar y un colador gigante. A ver si así me animo a dejar de ser el desastre de ser humano en que me he convertido en lo que a labores del hogar se refiere.

Sin embargo, en lo de ir a por agua tuve un notable éxito y ahora atesoro unos siete litros de agua bebible (la del grifo es infumable) entre los otros trastos dispersos en el suelo de mi habitación. En fin. Eso sí, fracasé de nuevo en el punto B de mi plan para perder el excedente de peso (eliminar dulces y grasas de la dieta), y me jamé un megahelado de pastel de queso y fresas, jo, que débil es la carne humana, y la mía también.

Luego, me acerqué a una tienda de segunda mano y me llevé algún que otro librillo a muy buen precio, entre ellos la edición de Tolkien de Sir Gawain and the Green Knight, para la biblioteca de Númenor, y una edición muy bonita en tres tomos de El Señor de los Anillos, en inglés (¿hay edición en inglés en la biblioteca? Si no la hay me pensaré si la dono, o la dejo en depósito...).

Lo siguiente que hice fue volverme a casa con varios kilos de congelados en un día bochornoso, sólo para descubrir que en algún momento me debía haber dejado las llaves de la casa en algún sitio de mi itinerario. Pero que no cunda el pánico, no perdí mi flamante llavero de Tolkien que atesoro desde la Estelcón de Uclés: me lo había dejado en el mostrador de la librería y, dado que ya me he llevado otras veces libros tolkinianos, se olieron que la despistada había sido yo.

El resto del día lo he pasado leyendo, quedándome dormida leyendo, demasiado rápido para mi gusto, despertándome atontolinada y limpiando la mugre del baño, en la que sospecho que ya se estaba desarrollando un modo de vida inteligente microscópico, porque ese modo de estructuras en el moho no me parecen producto del azar.

En fin, ya os he dado la brasa por hoy. A ver si mañana consigo sentarme un rato (ausencia del Calvo frente al ordenador para ver el vídeo de Yodaaa Cooolaaaa mediante), y continúo con el cuento, que ya sé que estáis impacientes.

En fin, nos vemos por aquí,

Zirbeth

*En el último año he desarrollado una habilidad pasmosa y pasmante para quedarme dormida en nanosegundos en las posturas más absurdas y dejando con la palabra en la boca a quien quiera que me esté hablando. A veces, luego hablo, pero suelo estar inconsciente y no resulto demasiado coherente.

Cada día me parezco más a mi madre. Que miedo.