jueves, octubre 23, 2008

LA ZORRA NO SABE NADAR, PERO POR SUS SANTOS OVARIOS ME QUIERE ECHAR

Quien vive en este país, sabe que aquí la gente es de rajar mucho y cabrearse y quejarse en el bar o con los colegas, pero de enfrentar la situación injusta sobre la marcha, más bien poco. O nada, nada.

De nadar va la cosa. El primer día de piscina, al llegar le pregunté a la socorrista, creo que ya lo he contado, qué cuál era la calle para los que llevaban diez años sin nadar. Entre sonrisas, me explico que había tres carriles, como suele ser usual en las piscinas con calles de nado libre: lento, intermedio y rápido. Probé en el lento, era demasiado lento, me metí en el intermedio, me quedé un tiempo, propbé envalentonada el rápido y, al ver que fastidiaba a los buenos nadadores, me volví al intermedio.

El intermedio es el popurrí de la piscina, y siempre anda petado. A veces me meto en el rápido, si no hay mucha gente y veo que no molesto, pero por lo general no queda otra que quedarse en el intermedio. Desgraciadamente, no todo el mundo se para a pensar si su ritmo de nado es el adecuado para un carril y se adapta. Por eso, el carril intermedio está petado y te encuentras a gente que nada bastante bien pero no muy rápido, como es mi caso, pero también a gente que realmente no sabe nadar ni medianamente bien, por lo que, aunque puedan aguantar moviéndose sin parar, el ritmo es tan lento que los demás vamos teniendo que esperar a que avancen y seguirles sin apenas desplazarnos. Debido a ello, hay quien, como yo, cuando se los encuentra delante, espera en el extremo a que se alejen lo bastante para poder hacer al menos un largo seguido. Hacer más de tres largos a ritmo normal, es imposible.

En una piscina, hay que tratar de adaptarse, hay que entender que somos gente muy diversa y que cada cual tiene su capacidad, experiencia, etc. Y normalmente se hace sin demasiado problema, porque afortunadamente la gente es comprensiva y tiene modales, de manera que el que va más lento le cede el paso al que va más rápido, y el rápido le deja espacio para que no se agobie. La gente habla, cede el paso, se dicsculpa. Lo normal, vamos. Como normal es también a veces darte con el que pasa nadando al lado, tocarle los pies al de delante con las manos o que el de detrás te toque a ti. A veces, incluso se pega uno unas tortas...

Pero, lo lógico, lo que en otras piscinas que he nadado se hacía, era que el socorrista daba indicaciones a la gente según su velocidad y habilidad. El problema aquí es que los socorristas están a la vez dando clases, y por tanto no pueden estar pendientes de si hay nadadores en carriles que no les corresponda y que entorpezcan el nado de los demás. Además, otra cosa que genera problemas es que al carril intermedio le llaman de nado constante, y por muy constante que seas si tardas cinco minutos en hacerte un largo, lo lógico, lo sensato, lo que el sentido común dicta es que te vayas al carril de los lentos. Pero, como bien sabéis, el sentido común es el menos común de los sentidos. A eso, súmalé que hay determinadas personas que se creen que porque llevan más tiempo que tú yendo a una piscina, tienen más derechos que tú, mindungui, que llevas apenas tres semanas. Si a eso añades lo que decía al principio de la entrada, que en este país la gente raja mucho, pero afronta poco, pues ya tenéis el cuadro casi completo.

Ayer, a los quince minutos de meterme en el agua, una señora de unos cincuenta años que nada fatal, me montó un pollo porque le había tocado un pie al alcanzarla. Como una fiera se me revolviío y me gritó que no la tocara, que la estaba tocando siempre, que la estresaba y que ella venía a la piscina a relajarse. Cuando le contesté que es que iba muy lenta y que se pasase al carril de los lentos, me dijo que no, porque ella nadaba de manera constante y ese era el carril de nado constante. "Y tú te paras mucho", me espetó. "Pues claro, señora, para conseguir espacio para poder nadar el largo de continuo y no tener que ir medio parada esperando a que usted llegue". Además, yo nado aplicando lo que aprendí cuando me saqué el título de socorrista: hago series y escaleras de fondo cambiando de estilo. Cien metros, descando de medio minuto, doscientos metros, otro descanso breve, etc. Me siguió gritando y advirtiéndome que no la volviera a tocar. Os juro que al principio ni la entendía, pero me gritó tanto que le dije que si es que le daba alergia...

Como a cualquiera, a veces me entra agua en las gafas, y paro lo justo para colocármelas bien. Hablo con los demás nadadores, para conocerlos y averiguar datos que me ayuden a orientarme y hacer la hora de piscina más agradable. A veces, me he tenido que parar porque se me monta un tendon en el pie del Halus Valgus (que no es un centurión romano de Asterix y Obélix, sino un juanete que me está saliendo y duele). Y ayer, concretamente, se me salió el gorro.

Pues la muy zorra se salió de la piscina al rato a quejarse a la socorrista de que yo llevaba días y días impoetunándola, que me había dicho muchas veces que no la molestase, que yo debería ir al carril de los rápidos... Y que yo era una molestia y ella llevaba cuatro años nadando en esa piscina y nunca la habían molestado ni nadie se había quejado de que ella fuese lenta.

Como yo seguí nadando, me dio tiempo a pensar un poco antes de hablar con la socorrista. Quería, básicamente, hablar con ella para preguntarle qué era eso de nado constante y pedirle que, por favor, echase un vistazo a los carriles y evaluara dónde era mejor que estuviésemos. El socorrista, para quien no lo sepa, es la máxima autoridad en la piscina, como si fuese la policía. Por ley. Desgraciadamente, cuando traté de hablar con ella, estaba soliviantada por la otra y al principio se mostró un tanto agresiva. Cuando hablé con ella, tras explicarle un poco lo que ocurría y mi experiencia, me dijo que es que la otra mujer le había dado una versión bien distinta, pero que haría lo de fijarse en la siguiente ocasión. Yo le dije que acataría su decisión, pero que igual que le decía que la otra mujer era muy lenta, yo me sé demasiado lenta y con poca forma para no entorpecer el ritmo del carril rápido.

Pero me jode. Me jode porque entre adultos la gente debería poder hablar, para lo cual hay que escuchar al otro. Cuándo entré en los vestuarios y me la encontré, estaba poniéndome a parir diciéndole a otra señora que llevaba molestándola hacía días y días. Me empecé a indignar de nuevo, pero como me había dado tiempo a pensar y quería darle la oportunidad de decirme las cosas y yo quería explicarle mi punto de vista, al irme me acerqué y traté de hablar con ella. Craso error, me diréis, y con razón. No tardó ni un momento en ponerse a gritar. Le dijese lo que le dijese, ella repetía su canción, poniéndose chula y borde, hasta que llamó la atención de la socorrista, que trató de hacernos callar. No supo mediar, y posiblemente no hubiese servido de nada.

Aparte de que, si lleva cuatro años nadando, perdóneme que le diga pero menudo desperdicio de tiempo, porque apenas si flota y de lado, le diré que varios de los otros nadadores que coincidimos a esa hora están también hartos de su lentitud y su cabezonería de permanecer en en esta calle pese a que muchas veces nos lleva a todos detrás casi parados y que, encima, rara vez cede el paso a quienes la superan en capacidad, conocimiento y velocidad. No se quejan porque la gente es, demasiadas veces, prudente en exceso y prefieren callarse y joderse a arriesgarse a que le llegue una chula idiota acostumbrada a aprovcharse del silecio prudente de los demás para hacer su santa voluntad, y que se cree que el haber ido más tiempo a esa piscina le da derecho a pasarse por el forro a los demás clientes que, fíjese, pagan exactamente lo mismo que usted.

Y si se ha acostumbrado a que nadie le diga nada, vaya desacostumbrándose, porque yo soy de las que habla alto y claro y no se dejan avasallar (aunque me den tembleques de la tensión). ¿Y sabe qué? Que el mundo es un pañuelo, y esta mañana he descubierto que un amigo es amigo del dueño de la piscina, así que si la cosa va de privilegios, como me toque mucho las narices haré uso de mi as en la manga.

Zirbêth, hasta los ovarios de cretinas con aires de superioridad.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

XDDDDD que bueno, lo malo es que si os teneis que tirar de los pelos con el gorro es mas complicado XDDDD

En fin, seguro que esa señora es de als que se cuela en las filas del supermercado XDDDD

Si el socorrista no se moja pues tu te vas al carril rapido y a los de alli les dices que te ha mandado el socorrista, que le digan lo que sea que tu entiendes que deberias estar en el otro carril... asi le tocas las pelotas XDDD



Snaga

11:07 a. m.  
Blogger Old.Urobros said...

¡Hola chiquita!

Pues vaya :) No sé, yo creo que más de uno, en vez de aumentarle la capacidad de razón y buen jucio con los años lo que le aumenta es la capacidad para las "rabietas" y la subjetividad.

Que acabe eso prontito y se termine el lío (y que no haya que llegar a extremos)

Besitos

8:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Lo que tienes que hacer es "que parezca un accidente"... seguro que le haces un favor a la humanidad.
Un beso!! (Rafa O.)

6:55 a. m.  
Blogger Aldebarán said...

A leguas se nota que la señora anda un poco perdida. Mira que no darse cuenta cuando está frente a la realeza de Rohan y no hacer al menos una reverencia.

Pobrecita, necesita de "su" carril para sentirse alguien.

4:34 a. m.  

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