sábado, mayo 12, 2007

PERO QUE ASQUITO DA

Cuando me vine a vivir a Madrid, estaba más o menos recién salida de una dieta que me cambio, para bien, los hábitos de alimentación. Procuraba cocinarme cosas sanas, hacer la compra contando con verduras y frutas, no pasarme con los dulces ni las cochinaditas de comer. Vamos una alimentación más o menos equilibrada. Lo cual conllevaba cocinar, y cocinar significaba tener la cocina limpia.

La memoria se ha inventado un sistema para eliminar de cuajo los malos recuerdos, por eso no recuerdo cómo de asquerosa estaba aquella cocina, aunque curiosamente sí recuerdo el resto de la casa, que estaba hecho polvo y que pinté en cuanto pude, pues las manchas en las paredes eran absolutamente escandalosas. Imagino que la cocina no se quedaría corta, y como no había extractor de humos, seguramente los muebles cercanos a la hornilla, así como el horno y la propia hornilla, debían de estar como para quedarse pegado a ellos. Pero, ya os digo, mi memoria ha borrado recuerdos tan escabrosos.

Sin embargo, esta cocina la tengo ahora mismo delante, con su capa de grasa incrustada que cubre, en estratos, sedimentos de roña de procedencia inimaginable. Los muebles, para colmo, no son lisos, sino que tienen tablitas y adornitos donde la mierda se atrinchera y hay que sacarla a golpe de bayoneta. Muebles que, por cierto, están destrozados del mal uso, de pasar de limpiar, chapuceados aquí y allí con medidas de emergencia utilitaria. Eso no es una cocina, es una hecatombe.

Se supone que la van a cambiar, pero como no nos han dicho cuando, la limpieza nos la estamos comiendo con patatas, sobre todo mi mami, que yo, lo reconozco, me he decantado por el baño, con menos mugre, pero lleno de restos de pintura y obra. La bañera resultó tener un centímetro más de profundidad de lo que aparentaba tras cuarenta minutos de casi obscenos frotamientos.

Este finde, supongo, la cocina quedará lista, y si me apuro, los muebles del que será mi dormitorio. Me vendrá bien, pues necesito ir guardando la ropa de invierno y trayendo la de verano. Hay que quitar ya el edredón, que hace mucho calor.

Tras la mañana de limpieza, la que se va a pegar un fregao de arriba a abajo soy yo. Tengo chorreones de roña por los brazos del frotar con estropajo, y no quiero pensar en cómo estárá mi pelo. Como para ir de boda, vamos.

Zirbêth.