domingo, mayo 06, 2007

TETRIS

Hay dos modos de convertirse un experto en el tetris.

La primera es viciarse salvajemente con la maquinita, el ordenador, la videoconsola o el aparato de turno y a mano. Hay mil modalidades, aunque todas sean en sí el mismo puzzle. Es una gozada, se puede hacer cómodamente sentado frente a la pantalla o tumbado en la cama, sólo o con amigos, a cualquier hora del día o de la noche. Puedes acabar con agujetas en los pulgares y los ojos derretidos, pero merece la pena.

La segunda es hacer mudanzas. Frente al juego tradicional, hay que decir que esta modalidad tiene una serie de inconvenientes cuya lista es más larga que la de ventajas del juego. Para empezar, nadie quiere jugar así al tetris. Es agotador, se traga polvo, se desordena (desmontar todo) para ordenar (meter en cajas), volver a desordenar (sacar de las cajas) y tener que ordenar de nuevo (montar y rehubicarlo todo). Ensucia mucho: objetos, lugares y a uno mismo. Como las fichas son reales, el peso también lo es, y en ocasiones tanto que por fuerza necesitas ayuda. Mientras que con el juego el tiempo pasa volando, con las mudanzas se te hace eterno, el condenado. Con el juego estás deseando tener un rato para viciarte; con las mudanzas no ves el momento de escaquearte y librarte del marrón. Si encima te muda a un sitio ya amueblado, te ves forzado a hacer un tetris aún más salvaje: meter todo lo que no quieres o necesitas en una sóla habitación aprovechando al máximo hasta el más mínimo rincón (que es el caso que nos ha tocado esta vez). Y así, un laaaargo etcétera.

Por otro lado, mientras que con el juego puedes echar culo de panadero por la inactividad, las mudanzas colaboran a la eliminación de toxinas y michelines, aunque incrementan notablemente el estrés. Si el juego te podía proporcionar agujetas en los pulgares, las mudanzas te dejarán todo el cuerpo dolorido, sobre todo si se te escurre un mueble grande y te pillas alguna parte sensible del cuerpo con él. Mientras que los amigos se apuntarán sin problemas a jugar contigo, si les hablas de mudanzas el número de voluntarios descenderá notablemente (aunque siempre hay amigos geniales que te ayudan). Además, siendo sincera, no me gusta nada enmarronar amigos para las mudanzas (aunque lo he hecho más de una vez).

De todo lo dicho, se deduce: que odio las mudanzas y que, otra vez, estoy inmersa en una. Menos mal que esta vez tenemos todo un mes para ir haciéndola poco a poco.

Zirbêth, puuuuuuffffffffffff.