sábado, abril 28, 2007

UN OTOÑO TARDÍO

El pasado 2006 no tuvo otoño. No para mí. El tiempo pasó del verano al invierno, así, directamente, robándome mi estación preferida, expansiva, golfa. Mi amado otoño. Es la estación en que me libero del agobiante calor estival que me deja atontada y completamente apática, y renazco a la actividad. Adoro esos primeros frescos y lluvias que invitan sugerentemente a cubrirse el aún moreno (morenísimo) cuerpo; recuperar el placer de dormir de un tirón toda la noche, sin levantarse empapado en sudor y sin aliento, desesperado en busca de algo para refrescarse; de necesitar taparse por las noches y que, de dormir alguien a tu lado, puedas abrazarte a él y retozar sin deshidratarte. Del verano, lo confieso, me gusta el que se adelgaza más fácilmente y que hay que ir menos cargado de ropa.

Así que, como decía, el 2006 no ha tenido otoño. Pero el 2007 parece que está regalándome una primavera otoñal. Lluvia, mucha lluvia, mezclada con cambios de temperatura y toda esa energía que inunda cada poro de mi piel y cada recoveco de mi cuerpo, y me hace salir de la pasividad y esa especie de estado de aletargamiento que suelo relacionar con el verano pero que, en esta ocasión, ha tenido que ver más bien con un invierno del alma. Un otoño tardío, porque espero que esto no signifique que me quedo sin el otoño del 2007, que lo necesito, jo.

Otoño. Mi estación preferida, expansiva y golfa.

Zirbêth.