domingo, abril 16, 2006

SE ACABA YA

Se acaba ya la Semana Santa, a falta de un sólo día para que los críos vuelvan al cole y algunos de los padres (los afortunados de cinco comunidades que aún tienen festivo el lunes) a sus martirios profesionales. Pero para la tele, no se ha acabado aún. Llevan todo el día con escenas del nuevo Papa en Roma, y hace unos segundos (sí, estoy con el telediario puesto) han mostrado unas escenas de la infanta Leonor, toda rolliza ella, que al parecer la han sacado en público. Y, claro, ya que la sacan, pues hacen un breve recorrido por las otras ocasiones en que ha sido filmada. Entre esas ocasiones, la del bautizo.

Y a cuenta de esa imagen, y de una conversación anoche sobre religión y ateismo, me han venido a la cabeza dos anécdotas que mi madre me contara y que, de algún modo, se podrían considerar presagios de mi "irreverencia".

El día de mi bautizo, y mucho más rolliza, según tengo entendido, que la infanta, dejé sentado mi disgusto por aquella ceremonia y sus implicaciones de un modo que se podría considerar soez, de no ser por la tierna edad en que aquello ocurrió. Cuenta mi madre que, al exharme el agua fría por la cabeza con la que quedaba a ojos de la cirstiandad incluída en su "club", un olor horripilante salió de mi monísimo traje e inundó primero a los más cercanos (cura, padrinos, progenitoes...) y luego el resto del santo lugar, para disgusto de unos, sonrojo de otros y (imagino) sonrisas como mínimo de los demás. Y es que se ve que eso de que me batizasen así, sin consultarme ni nada, no debió hacerme demasiada gracia.

Pero, en fin, los años pasaron apacibles y aquello quedó en mera anécdota. Total, sólo tenía meses, así que se convencieron de que nada se ocultaba tras mi apestosa intervención.

Tres años aproximadamente más tarde, mi abuela me llevó a misa. Supongo que no era un hecho aislado eso de llevarme a misa, pero mi madre no me ha dado más datos. La cosa es que me llevó a misa y yo... Bueno, al parecer, el sacerdote se "enrolló" mucho, muuuucho rato. Y claro, cuando la cosa iba ya de más de media hora de sermón, me levanté y le espeté que se callase. "¡Callaté ya, pesao, que no paras de hablar...!". Mi abuela volvió a casa aún colorada, avergonzada perdida por lo que yo había hecho, diciendo que jamás me volvería a llevar a misa, que menudo bochorno le había hecho pasar.

Así, un par de años o tres después, no debía de haber extrañado a nadie que, estando en un colegio de monjas, yo le rebatiese a la hermana en las clases de religión eso de Adan y Eva, de haber sido creados por un dios, etc. Ni tampoco que me fuese de la catequesis (creo recordar que pidieron a mi madre que no me llevase más, pero eso tendría que ratificarlo ella) porque me parecía que lo que decían no era lógico ni sensato y más o menos decidiese que no quería hacer la comunión (aunque años más tarde la hice, por muy malas razones).

Así que, la Semana Santa se acaba ya. Pero lo que da rabia es que se acaben las vacaciones, porque, sin ánimo de ofender, a mí lo que me produce el fin de esta semana, es alivio*.

Zirbêth.

*Conste que, en Madrid, la Semana Santa puede "evitarse", y de hecho la evito. Porque en otras ciudades, no se puede lograr semejante proeza...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"¡Callaté ya, pesao, que no paras de hablar...!"

Jajajaja. Simplemente genial. Que niña más maravillosa debiste ser. Lo digo en serio. Pagaría por haber estado allí.

Un besote y suerte en el trabajo.

3:39 a. m.  

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