MENDIGAR AMOR
De peque vivía en Cádiz, y allí se solía decir del amor que es como una goma, "que te coge, te enrolla y te vuelve gilipollas". Y, caramba, igual fue oir esa frase a la tierna edad de ocho años lo que me ha hecho, digamos, autocumplir la profecía, o mejor dicho el chascarrillo. Me gustaría ser como T., que se enamora pero no se pierde en el amor, como hago yo, que parezco un mendigo emocional, a veces...
Bien, asumido que me agilipollo al enamorarme, como ser racional (al menos, parcialmente) tal vez debiera evitar dicho estado por todos los medios a mi alcance. Soy mucho más divertida, alegre y creativa cuando no estoy enamorada. Enamorada me vuelvo absorvente, pegajosa, callada y suelo mimetizarme con el objeto de mi enamoramiento. Vamos, un asco. No sé si gozaré de algunas de las ventajas que se suelen asociar a estar enamorado, como que te ven más guapa, más sonriente y no sé qué más. Pero, vamos, lo de que me atontolino es de lo más cierto.
Visto así, sería mucho mejor que pasase del tema como de comer espinacas (caca, ¡caca!). Pero, que se le va a hacer, tarde o temprano, acaba pasando... ¡Ya sé! Lo que tengo que hacer es aprender a equilibrar mis sentimientos, y quererle menos a él y un poco más a mí misma.
En fin, disfrutad de mi estado dicharachero mientras dura, que yo haré lo mismo.
Zirbêth.
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