jueves, mayo 08, 2008

TE QUIERES IR, Y AHORA SABES EXACTAMENTE PORQUE

Es lo que me ha pasado con el smial. No con la STE, aunque se me haya pasado el plazo de pago este año. A ver si el mes que viene, con mi economía normalizada al menos en cuanto a integridad de sueldo, me puedo escapar una mañana al banco y zanjar esa cuestión.

Encontrar el smial es como encontrar el amor a primera vista. Al menos, fue así
para mí. Llevaba un año y medio largo en Madrid y aún no había encontrado algo que me llenase: ni pareja, ni trabajo, ni amigos de esos con los que de verdad te apetece estar. Yo nunca he sido muy de salidas nocturnas de fiesteo y tal. Más bien, he sido de tener unos amigos con los que compartir aficiones. En Madrid probé grupos de gente que se reunían para ir al cine, al teatro y tal. Probé un grupo de teatro, con quienes me lo pasaba muy bien, pero por unas cosas u otras cada vez se hizo más difícil reunirnos. Quedadas de canales de internet me llevaron a hacer uno de los mejores amigos que tengo, y por él llegué a las partidas de rol en vivo organizadas y multitudinarias. Esto me iba más. Era como lo del teatro, pero más intenso: elegir el personaje, hacerte el disfraz, preparate el atrezzo y, finalmente, perderte con un montón de frikis todo un finde, conocer gente nueva, hacer amigos y, si hay suerte, amantes o algo más. Fue en un rol en vivo donde conocí a la gente del smial. Poco después, me estaba preparando para participar en una mereth, haciéndome mi primer vestido maravilloso (me lo hicieron, aún no sabía coser). El smial parecía ser lo que siempre había buscado: un grupo de gente enamorada de la fantasía, creativa, saludable, amistosa y, lo que me pareció casi increible, que te aceptaban tal cual eras.

Debí desconfiar de mis impresiones, porque estaban claramente mediatizadas por mis necesidades. Aquel lugar fue el mejor lugar en el que había estado durante un tiempo. Después, me fui a Valinor, y al volver las cosas habían cambiado. Las cosas, la situación y, sobre todo, yo misma. Muchos de quienes eran para mí el smial se habían ido. Otros habían entrado, la mayoría más jóvenes. Intenté integrarme de nuevo, pese a todos los inconvenientes de los acontecimientos de entonces. Durante un tiempo, me creí de nuevo en casa. Me entregué con pasión durante un tiempo, hasta que reventé. Una vez habiendo reventado, no me quedo otra que alejarme. Y cuando por fin me fui recuperando, el sentido crítico apareció, y dejé de ver el smial como un lugar maravilloso para verlo como algo mucho más normal, vulgarizado y, en algunos sentidos, francamente empobrecido.

Pero todo eso puede ser también fruto de la mediatización: ahora, el cuerpo me pedía cosas que el smial ya no podía darme. Desde la necesidad de centrarme en el mundo real y entregar mi pasión al trabajo remunerado en lugar de al "por amor al arte, a estar con personas más de mi edad, dado que la media del smial ha bajado bastante, o yo me he hecho demasiado mayor. Las amarguras vividas en mi último año de entrega a los proyectos del smial ya no compensaban. El smial había cambiado, pero yo más.

Los últimos seis meses, sin embargo, como observadora muy lejana y externa, he ido dándome cuenta de que, además de todo lo mencionado, decididamente había algo en el smial que no me gustaba nada, aunque no era capaz de concretarlo, de verbalizarlo. Y, a diferencia de las otras cosas que ya he comentado, esta siempre estuvo presente, en mayor o menor medida, aunque con el paso del tiempo se ha ido acentuando, agravando, o será que como yo he madurado y cambiado ese algo que antes me parecía bien, y hasta hermoso, ahora es lo que me repatea y ratifica en mi decisión de irme del smial.

Porque, sí, me he ido del smial. Se me acabó el amor, ya que el enamoramiento terminó mucho antes. La razón de para la separación es esa tan manida de "incompatibilidad de caracteres". El enamoramiento lleva una buena dosis de admiración y otra buena porción de ceguera. La estrella brilla tanto que quieres ser parte de ella. Los pavos reales son preciosos, pero tarde o temprano cierran la cola y entonces te das cuenta de que un puñado de preciosas plumas no pueden esconder para siempre lo que no es más que un pájaro como cualquier otro. El ideal pierde fuerza y aparece la más o menos triste realidad, y aún mareado por los perfumes y el maquillaje, descubres que lo que parecía ser no es, y lo que se ansiaba ser ni siquiera se roza. El ideal sigue siendo utopía, y por eso siempre estará en algún lugar inalcanzable, para uno mismo y para la corrupción. Las ideas sublimes resurgen tras librarse de la imperfección de los actos humanos.

Pero me voy por las ramas. Trataré de concretar. El ideal que creí encontrar y que, me parece, durante un tiempo breve pero precioso, realmente viví, era el haber encontrado un lugar donde se me aceptaba como era, idealista y soñadora, porque en cierto modo todos éramos así. Númenor era el lugar donde los hombres hacían grandes cosas que otros hombres, en otros lugares, sólo soñaban. Un lugar de amistad y lealtad, como la propia Tierra Media, donde la esperanza más allá de la esperanza era la norma, el amor verdadero y eterno el único tipo de amor, y los amigos eran leales a los amigos, procurando siempre su bien, tratando de no pisar a nadie. Sobre todo, creí haber encontrado un lugar donde nadie me haría daño, porque parecía que ante todo se quería preservar el smial del dolor, del miedo, la manipulación, el deseo de poder, la codicia. Veía como la admiración era algo mutuo: todo el mundo parecía haber hecho algo genial que el resto recordaba y admiraba. Insisto en que creo que, durante un tiempo, fue así: una especie de paraiso. Pensé que, con el tiempo, a mí también me admirarían y me querrían, y que mi esfuerzo y entrega se verían recompensados con la confianza y el reconocimiento.

Todo eso es así si y sólo si haces las cosas según una serie de normas no escritas que es difícil concretar. Es smial tiene, o tenía, un núcleo formado por una serie de personas que parecían ser el alma y darle sentido a ese paraiso, y su modo de comportarse, de hacer las cosas, el modo a asumir por todos. En muchos aspectos, desde luego me parecía y parece el modo de hacer las cosas. En otros, decididamente no. Las voces disonantes son pronto acalladas. No es que no se les deje hablar, es que sus voces pasan casi siempre inadvertidas. "Siempre lo hacemos..." Y si no es lo de siempre, probablemente no se haga.

No creo que nadie trate de obligar a nadie. Es sólo que las ideas, antes frescas y vibrantes, se han secado, solidificado. O quizás en algún momento se dejó de entender su significado. Algunas personas parecen apoyarse en las ideas como si fuesen escalones que les llevasen a una indefinible torre. Otros tratan de introducir nuevas ideas, es cierto, pero se dan contra el muro de piedra de ¿esa misma torre? Es tan fácil dejarse llevar por lo que te dicen personas a las que quieres. Tan fácil dejar de hacer las cosas como crees que deberías hacerlas porque quieres ser querido. Aprecio, de verdad, la sabiduría de muchas personas, pero a veces la sabiduría es tal porque seguir esos consejos te lleva a alcanzar una metra concreta. Pero si tu meta es otra, ese mismo consejo te llevará, posiblemente, a no alcanzarla. Ese camino es bueno, no cabe duda, pero sólo te llevará a un destino, que puede ser un buen destino, pero no el destino que tu quieres.

En el smial, en algunos aspectos, a veces sentí que los planteamientos eran los mismos que los que en las elecciones llevan a pedir el voto único. El smial está formado por personas, y las personas son lo que hace al smial. Para proteger al smial, hay que proteger a las personas que lo integran. A veces, para proteger al smial hay que ser duro con las personas. Porque el smial, al menos el smial que me enamoró, el que yo quería y sentía que era parte de mí y yo de él, no ha sobrevivido a ciertas personas, porque en su momento esas personas apelaron al ideal para protegerse a sí mismas. De un modo retorcido, las personas se valieron de los ideales del smial para alcanzar torres de dudosa existencia, y en su escalada hicieron daño a otras personas del smial y, con ellas, al propio smial. Es duro amputarse un dedo, lo sé, pero es peor aún dejar que la infección alcance todo tu cuerpo. Si llega al corazón, será mortal.

Hay cosas que uno no debe hacer jamás. De las más importantes, jamás poner las ideas por encima de las personas. Nada hay más importante que las personas.

Ya no me sienro numenoreana. Sigo queriendo hacer cosas creativas, actuar, leer a Tolkien (y a tantos más...), disfrutar con lecturas de cuentos, con amigos de gustos afines. Pero no quiero tener que ser diplomática por imposición, no quiero tener que callar cuando veo a una persona aprovecharse de otra, quiero poder reclamar reconocimiento a mis méritos sin que por ello se considere que he dejado de merecerlo. Quiero que mis opiniones cuenten, pero no que se constituyan en la voz a escuchar. No quiero tener que hablar con gente a la que detesto porque "es lo correcto", ni callarme una verdad porque lo más diplomático es callar. Prefiero que alguien me odie por ser sincera a que me admire por ser obediente. Prefiero arriesgarme a errar a dejar que otros decidan por mí.

Zirbêth, "... cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?".

1 Comments:

Blogger Naranek said...

He! Aquí haciendo la ronda bisemanal de blogs...

Tengo que decir que estoy de acuerdo contigo en... digamos ... un 90% de lo que has escrito. El mayor problema es que el smial (cualquier grupo de gente) está formado por personas, y éstas indefectiblemente cambian con el tiempo. Aparte de que uno mismo también cambia, y su percepción de las cosas.

También estoy de acuerdo con tu final de la exposición. Lo resumió muy brillantemente Lao Tsé: "Las palabras elegantes no son sinceras, las palabras sinceras no son elegantes". Yo soy de los que procuran valorar las formas de hacer y decir las cosas, pero nunca anteponer las formas a la verdad.

7:31 p. m.  

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