lunes, septiembre 24, 2007

ENAMORADA

Pues sí. Estoy enamorada. Qué le vamos a hacer. Las cosas vienen como vienen, y una no puede controlarlas.

Fue hace unos días. Fui a recoger al Corte de Mangas unos pantalones que había comprado y dejado para que me acortaran la pernera. Me hicieron perder mucho tiempo, los malditos. Así que, mientras esperaba, segunda parte, fui a la planta de perfumería. Quería oler una colonia de Kenzo que le gusta mucho a un amigo y que en otras perfumerías me había dado esquinazo. Busqué y busqué el puesto, y cuando lo encontré... estaba cerrado y los probadores bajo llave. Cachis la mar.

Reinicié mi peregrinación hacia las escaleras a ver si habían encontrado ya los vaqueros, cuando decidí darme una vuelta por el puesto de Christian Dior: Mi colonia, desde hace años, es Dune. La descubrí cuando me enamoré de Carlos, y como ese amor, aunque truncado, siempre fue hermoso y nadie hizo putadas a nadie, pues no le cogí manía a la colonia, sino todo lo contrario. Llevo desde los diecinueve años usándola. Sin embargo, al llegar a mi oloroso destino, en vez de recrearme en mi eterna colonia, me dediqué a olisquear otras. La mayoría las conozco, ya que siempre que voy a comprar Dune, me dedico a probar las nuevas colonias de mujer y, para deleitarme, Fahrenheit, la colonia de hombre que más me gusta de todas. La colonia de Carlos. Es un perfume que lleva mucho almizcle, y el almizcle me vuelve loca. Actúa como un afrodisíaco, me pone la carne de gallina y parece que anduviese en una nube. La cabeza se me va, corriendo tras los recuerdos…

Llegué y descubrí un bote que no me sonaba. Era azul, así que, casi seguro, si hubiese estado la última vez que probé colonias, lo habría visto. Lo cogí, se llamaba Adict (creo). Eché un poco al aire, como hace mi madre, para dejar que se dispersase. Olí. Almizcle. Mucho, mucho almizcle. Y canela, según la vendedora. Pero, con tal cantidad de almizcle, la canela queda en un quinto o sexto plano. Pese a llevar otra colonia puesta, me embadurné entera, prácticamente me bañé en ella (la vendedora se había ido). El precio, exorbitante. Lo pagaré, en cuanto me lo pueda permitir. A ver si puede ser para Juego de Tronos. Sería el aroma perfecto para Lady Valeria Boggs, Señora de Punta Zarparrota.

Con mis vaqueros, por fin, en una bolsa, y el vello de punta por tan embriagador olor, salí de la tienda como flotando. Es lo que tiene estar enamorada.

Zirbêth.