jueves, septiembre 06, 2007

COSAS DE GATOS

Volvía a casa tras el examen oral de hoy (aprobrado también, por cierto), con toda la solanera cayendo sin piedad, cuando una gata me ha salido al paso. Desde lejos se me ha quedado mirando y en sus pupilas rectilíneas me ha parecido ver indecisión. Conforme me acercaba, esperaba que saliese corriendo o se escondiese bajo algún coche de los muchos cercanos. Para mi sorpresa, seguía quieta y mirándome. Yo he empezado a maniobrar para rodearla tratándo de no asustarla. Finalmente cuando sólo mediaba un metro y medio, la felina (era hembra, lo sé porque sólo ellas tienen tres colores, los machos, como mucho, dos) ha emprendido la muy no apresurada huída. Desde esa mínima distancia, aún la podía ver frente a mí, titubeante. "¿Qué extraño?", dije para mí. Pero, al mirarla irse, me he dado cuenta de que lo que le pasaba a la minina, la causa de su indecisión, era la irrestible atracción que ejercía sobre ella el bamboleo de los cordones desatados de mis zapatillas.



Zirbêth.