miércoles, mayo 17, 2006

ABDUCCIÓN Y CITA: DESESPERACIÓN

Pues sí. Mi dormitorio me la ha vuelto a jugar. Se ha zampado alegremente el libro que me estoy leyendo, León el africano. Y como no sé vivir sin leer, he tenido que buscar algo de picoteo. Primero han caído unos comics generosamente patrocinados por G. Y esta mañana, en mi desesperación, he agarrado Desesperación, de Vladimir Nabokov. Permitidme que os torture un poquito y me ría un mucho.

"Mi padre era un alemán de habla rusa, y nació en Reval, donde fue alumno de un famoso colegio agrícola. Mi madre, rusa pura, procedía de una antigua familia principesca. Los días calurosos del verano, lánguida dama envuelta en seda lila, solía tenderse en su mecedora, abanicándose, mordisqueando chocolate, corridos todos los visillos que, impulsados por el viento llegado de algún campo recién segado, se hinchaban como rojas velas.
Durante la guerra, fui internado como súbdito alemán... Negra suerte, la verdad, teniendo en cuenta que acababa de ingresar en la Universidad de San Pertersburgo. Desde finales de 1914 hasta mediados de 1919 leí exactamente mil dieciocho libros... llevé la cuenta. De camino hacia Alemania me quedé colgado durante tres meses en Moscú, y allí me casé. Desde 1920 he vivido en Berlín. El 9 de mayo de 1930, cumplidos ya los treinta y cinco...
Una leve disgresión: este detalle sobre mi madre ha sido una mentira deliberada. En realidad era una mujer del pueblo, sencilla y tosca, sórdidamente vestida con un blusón que le colgaba suelto por encima de las carderas. Hubiese podido, desde luego, tacharla, pero la dejo ahí aposta, como muestra de uno de los rasgos esenciales de mi carácter: mi garbosa e inspirada tendencia a mentir."

Un poco más adelante, el sinvergüenza protagonista de este libro dice de sí mismo...

"Un listo letón al que conocí el año 1919 en Moscú me dijo un día que las nubes de tristeza reflexiva que me asaltaban ocasional e inmotivadamente eran señal segura de que terminaría mis días en un manicomio. Exageraba, por supuesto; durante este último año he puesto plenamente a prueba la notable capacidad de claridad y coherencia mostradas por la mampostería lógica en la que se recreaba mi mente, tan desarrolladísima pero también tan absolutamente normal. Las travesuras de la intuición, de la visión o inspiración artísticas, y demás cosas maravillosas que le han prestado a mi vida toda su belleza, quizá le parezcan al profano el prólogo de una leve chifladura. Pero que no se preocupe el lector; mi salud es perfecta, mi cuerpo está limpio tanto por dentro como por fuera, mi paso sigue siendo ligero; no bebo ni fumo en exceso, ni vivo amotinadamente."

Palabras con las que de un modo que no voy a explicar me siento muy identificada.

Y es que Nabokov, como ya dije en alguna ocasión, es uno de mis dos escritores favoritos. Y me gusta en parte por razones perfectamente opuestas a las que me gusta Tolkien. Sus personajes e historias no son nada moralizantes. Más bien, al contrario, derrochan desfachatez y defectos de lo más humanos, son egoistas, egocéntricos, bastante estúpidos en su brillantez. Pues aunque parecen muchas veces tipos de los que se espera cierta inteligencia práctica, al final no pueden evitar meterse hasta los muslos en cenagosas situaciones de lo más inmorales. A veces, incluso reconociendo la inmoralidad que les embarga, la mostruosidad, si se quiere. No hay aquí ética, ni héroes, ni derroches de valores. Hay, simplemente, una historia muy bien contada. Porque Vladimir es un maestro del lenguaje, crea imágenes de una belleza espectacular que es contrapunto a la fealdad moral de sus personajes. Es contraste constante que hace resaltar aún más la brillantez de sus metáforas, casi imágenes vivas. Eso, por no mencionar que me encanta lo provocador y gamberro que es.

Él mismo decía de sus escritos lo siguiente:

"Desesperación es como el resto de mis libros, no brinda comentario social alguno, ni trae entre los dientes ningún mensaje. No eleva el órgano espiritual de los hombres, ni le señala a la humanidad cuál es la salida más apropiada. Contiene muchas menos "ideas" que esas suculentas y vulgares novelas que tan histéricamente suelen ser aclamadas en el breve paseo que separa la pura propaganda del abucheo. El objeto de atractivas formas o el sueño Wiener-schnitzel que algún vehemente freudiano quizá crea distinguir en los remotos rincones de mis yermos resultará, inspeccionado desde más cerca, un burlón espejismo organizado por mis agentes."
(Desesperación, Vladimir Nabokov, Anagrama 1989)


Zirbêth.