jueves, marzo 02, 2006

LA CAJA DE PANDORA

No deja de ser curioso como el asunto de las caricaturas de Mahoma ha dado alas a que muchos otros intolerantes se dediquen a perseguir manifestaciones creativas contrarias a sus "creencias". En los carnavales, demandan a unos chirigoteros por la letra supuestamente antimusulmana de sus canciones burlescas. ¿Acaso no saben que el carnaval se hizo precisamente para mentar de chanza hasta lo más sagrado de cualquiera? Y lo de anoche ya, es espeluznante: una bomba contra un autor de teatro regalito presuntamente de los ultracatólicos, por meterse con sus creencias...

De las caricaturas, la ultraderecha danesa ha salido reforzada. Pero parece que la intolerancia se va extendiendo cual mancha de aceite (que ni la del Prestige, vamos) y la respuesta violenta y fanática en ciertos países musulmanes está teniendo su equivalente aquí mismo, en la piel de toro. Y es que hay mucha gente que entiende lo de la libertad de expresión sólo a medias. La parte de "puedo decir lo que me parezca", esa, la pillan sin problema. Pero cuando se trata de "los demás también pueden decir lo que les parezca", ahí ya no, mira por donde. Eso de que haya gente que opine que, por ejemplo, dios no existe y se atreva a decirlo o a hacer crítica al respecto, eso es una barbaridad y ofensivo para ellos. Así que, hala, hay que callarles la boca.

El animal que anoche puso la bomba en el teatro Alfil para que explotase cuando la obra estaba en plena representación, seguro que se perdió la clase en que explicaban eso de la libertad de expresión. Seguro que de los derechos humanos, no ha oído hablar jamás. Y sospecho que fue de los que se rió con las dichosas caricaturas de Mahoma.

Tal vez sea infantil por mi parte, o "peliculero", pero a mí todo esto me parece fruto de un plan bien estructurado (bueno, la parte española más chapucera, seguro) para meter el miedo en el cuerpo a cuantos más mejor y hacernos, de ese modo, más manipulables.

Zirbêth.