TROPIEZOS

Desde que vivo en Madrid, me he tropezado, literalmente, con varios personajes conocidos del mundo del cine, la televisión y hoy de... Pero no, este último tropezón lo cuento al final.

Si no recuerdo mal, los primeros a los que me llevé por delante gracias a mis proverviales torpeza y despiste, fueron Máximo Pradera y Fernando Schwartz. Era invierno, hacía mucho frío y yo iba con los ojillos medio cerrados. Ellos salían de un edificio en Callao, y me tropecé con Pradera, que, si no recuerdo mal, iba hablando por móvil. Schwartz iba justo detrás y tan pegado a él, que se sumó al tropiezo. Me dsculpé, sonrojada, y seguí mi camino. ¿Qué iba a hacer si no?

Luego, un verano, en dos noches muy cercanas en el tiempo, a quienes casi arrollo por ir mirando hacia mi acompañante fueron a Santiago Segura y a Jorge Sanz. La culpa fue de mis respectivos acompañantes, por ser tan altos. Por más que lo intento, y pese a la posible ventaja que me proporciona el tener un ángulo de visión muerto, sigo sin ser capaz de ver en dos direcciones distintas a la vez. No soy un camaleón, leñe.

Unos meses más tarde, a quien casi barro fue a Almodovar. Menos mal que es majo y sonrió sin ofuscarse. Total, era un pub, y allí es más fácil lo de echarse sobre la gente, y no sólo por la posibilidad de ir bebido. Además, alguien con quien iba lo conocía de vista, así que se puso a hablar con él y se olvidó de mí. Una pena, porque iba con Eduardo Noriega...

Y lo de hoy. Lo de hoy ha sido ya el no va más, vamos. Iba atendiendo a una clienta y he tropezado con alguien alto. La disculpa salía de mis labios ya antes de conseguir girarme hacia la víctima, de manera que me ha dado tiempo a decir perdone antes de quedarme a cuadros: esta vez, se trataba de la Infanta Elena.

¿Quién será el próximo? Se admiten apuestas...

Zirbêth.