martes, agosto 09, 2005

TROTAMUNDOS

Si mi economía y mi estabilidad mental me lo permitieran, me dedicaría a vivir una temporada en cada ciudad o lugar del mundo que me apeteciese. Llegaría a una ciudad, pongamos hoy por ejemplo Florencia, con los conocimientos básicos del idioma del lugar y me quedaría allí, trabajando de camarera o de cualquier cosa, hasta que sintiese la necesidad de irme a otro sitio. Aprendería la lengua de cada país por el método de inversión y, probablemente, me quedaría allí mientras el lugar me inspirase algo que escribir.

El problema es que ni me sobra el dinero ni tengo demasiada estabilidad mental ni emocional (la una va con la otra, ya sabeis) y, sobre todo, no tengo una voluntad de hierro de esas que hacen que acabes haciendo lo que decides contra viento y marea. Me cuesta incluso mantener la voluntad del día a día cuando se trata de hacer cosas que no me llenan. Y eso que sé que es absurdo, porque a poco que me pongo con algo sin hacerme la pregunta "¿me apetece?", le encuentro el gustillo y disfruto de casi cualquier cosa.

Pero no he sabido eso tan simple que es valorar la constancia. Aquí donde me veis, hasta hace relativamente poco no me he dado cuenta de muchas cosas tan sencillas como el poder manipulador y cohercitivo de la sociedad, me creía aquello de que había que ser rebelde, pero sin darme cuenta de que la rebeldía no era más que una fase por la que la sociedad espera que pases. Él solía decir "si eres rebelde porque se supone que estás en la edad de la rebeldía, pues vaya porquería de rebelión" (vale, no son palabras textuales, pero la idea era esa). Y es cierto, lamentablemente. Por más que traten de hacer que lo creamos, el mundo no es de los impulsivos, sino de los comedidos, de los reflexivos. El rollo ese de que descontrolar es lo más divertido no es más que un sucio y vil truco para mantenernos en el redil de lo manejable. Nos quieren niños que no saben esperar a ver sus deseos y caprichos satisfechos, porque así somos mucho mejores consumidores en el engranaje del capitalismo.

Pero volvamos a lo de ser trotamundos. Supongo que en parte el que ahora no sea lo que quiero se debe a mi falta de constancia. Me rindo con facilidad en ciertos aspectos (en otros soy de lo más persistente y testaruda) y tengo que aprender a mantener el esfuerzo continuado sin venirme abajo o dejarme convencer por la desidia de que no soy capaz de hacer tal o cual cosa. Para ser trotamundos, por ejemplo, debí haber sido más previsora, haber planificado mis pasos y haber sido constante a la hora de cumplir las diferentes fases. A cada proyecto ilusionado, casi, le ha seguido una rendición por aburrimiento, falta de seguridad en mis posibilidades, distracción con cualquier otra cosa, todo bien disfrazado de cambios de opinión, eso sí. Bueno, y de otras cosas.

Ahora bien, también es cierto que una ha ido cambiando y también mis necesidades lo han hecho, así que, por ejemplo, aunque siga queriendo ser trotamundos, ahora sé que también quiero formar una familia y tener un sitio al que llamar hogar. Ya ha pasado un tercio de mi vida, y sigo en la fase de proyectos. Necesito algo más.

Zirbêth.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Una agarradera interior sobre la que sujertarte y construir tu vida, algo que te permita no zozobrar cuando las mareas del destino, si es que existe algo así, te sacudan, creo que es eso lo que necesitas, por que amigos que te ayuden desde fuera de ti los tienes siempre que los necesites.

P.

5:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El resultado reinante de imponerse no ver la tv es positivo cuando ningún valor impositivo estuvo presente en la paulatina sino taxativa decisión de ir supliendo dicho acto por otros contenidos vitales de forma espontanea; buscadores de estímulos enriquecedores y halagos al tiempo.

8:20 p. m.  

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