¡DESPIERTA!

¡Por fin! He necesitado más de 18 horas para que se me pasara el efecto de la dormidina, que espanto. Trataba de leer y no me enteraba de nada, notaba como un velo delante de los ojos, una vibración que incitaba al balanceo en barca cual cuna. Pero ya estoy despierta. Por fin.

¡Ayer llovió! Fue genial, refrescó un montón y limpió el siempre asqueroso cielo madrileño. Lástima que haya sido una cosa esporádica, y que las gotas fueran gordas y cayeran tan a lo bruto. Así es como se desertizan los terrenos, pues las gotas arrastran la tierra, en lugar de que sea ésta quien la absorba pacíficamente.

Me muero de ganas de comer algo rico en sal y luego algo rico en azucar. Ayer comí fuera y me salté un poco el régimen, entre otras cosas porque anduve mucho y no es lo mismo estar sentada en casa frente a los libros que de arriba a abajo pateando bajo el sol de justicia madrileño. Cuando por fin nos sentamos a comer, aquello fue un auténtico y genuíno acto de supervivencia. Pero hoy me lo he pasado durmiendo, así que eso de que el cuerpo me pida un helado de nata y chocolate no es más que vicio. Nada, que hay que rebajar michelines, que no hay pasta para comprar más ropa (ni ganas, la verdad).

Ayer me enseñó D., en el metro, una noticia en un periódico sobre que el 90% de los madrileños (creo recordar) estamos a régimen. La llamada Operación Bikini de la que soy participante. Y es que, ya sé, soy alta, se me reparten bien los kilos, vale. Pero necesito perder seis de ellos. Deberían ser más, que peso más de diez kilos más de lo que pesaba cuando me fui a Valinor hace dos años. Además, no he dejado de comer, sólo trato de controlar no comer demasiadas cochinadas. ¿Por qué trato de justificarme?

En fin, a trabajar.

Zirbêth.