martes, febrero 22, 2005

RUIDO Y FRÍO

Normalmente, para una distancia de dos paradas de metro, hubiese ido andando. Pero hace un viento gélido de esos que se meten por todas partes, especialmente en las que peor llevan el frío (pobres orejitas mías), así que he ido en metro. No iba con prisa, mi intención era averiguar dónde y cómo tener una consulta médica cerca. De paso, si me daban hora, pues mejor que mejor. Noto la garganta irritada y me encuentro un poco pocha. ¿Fiebre otra vez? Mi mami dice que somatizo el estrés en forma de fiebre y resfriados, y podría ser.

La cosa es que, al subirme en el metro, me ha seguido un acordeoncista. Yo no soy el protagonista de Corazón tan blanco, de Javier Marías, así que no le he pagado para que se fuera con la música a otra parte (nunca mejor dicho), pero me he bajado en la siguiente estación y he disfrutado de una página de lectura mientras aparecía el siguiente tren, casi inmediatamente después. Pero fu poner un pie en el vagón y un amplificador me asaltó con una música espantosa y ni siquiera tocada, si no de un reproductor de cds. He corrido como alma que lleva el diablo y me he montado justo a tiempo en un vagón silencioso y acojedor, donde ni el frío ni la música (léase ruído) podían alcanzarme.

No, no me gusta nada que vayan tocando música en los vagones de metro. De vez en cuando, algún violinista o flautista se gana mis simpatías, pero por lo general me molesta muchísimo. Es raro que vaya enchufada a unos auriculares, probablemente por la sencilla razón de que, para escuchar música, necesito cierto estado mental que no se ve favorecido precisamente por los lugares cerrados subterráneos. Pero vamos, cuando la música es en un vagón de metro y encima pasada por el filtro de un amplificador, de verdad, me pone de muy mala ostia. No es ya que me interrumpan la lectura, es que me da dolor de cabeza. La música, por favor, en lugares abiertos o espaciosos, al volumen adecuado y cuando realmente me apetezca.

Menos mal que, en esta ocasión, como no iba con prisa me he podido permitir el lujo de bajarme del vagón y esperar al siguiente. Eru, que cruz.

Zirbêth.

1 Comments:

Blogger Juan Ignacio Gil said...

A mí, si superan un mínimo de calidad, me encantan...
Anoche, un músico tocaba el Rondó alla Turca, de Mozart, con un instrumento desconocido (luego le pregunté qué era, pero no le entendí), y durante dos paradas, le escuché embobado.

3:09 p. m.  

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