MANDAR Y OBEDECER
[...] Los gobiernos actuales en las democracias están formados por representantes elegidos por los ciudadanos, que se ocupan de resolver los problemas prácticos de la administración de la comunidad de acuerdo con la voluntad expresa de la mayoría y son pagados por ello. Lo malo es que tales representantes muestran una evidente tendencia a olvidar que no son más que unos mandados -nuestros mandados- y suelen convertirse en especialistas en mandar. Los partidos políticos tienen una función en la democracia moderna que no me parece hoy fácil de sustituir; pero por medio de las listas electorales cerradas, la disciplina de voto en el parlamento y otros procedimientos autoritarios acaban por volverse casi impermeables a la crítica y control de los ciudadanos. Y por tanto los ciudadanos se desalientan cada vez más de reflexionar sobre los asuntos públicos ("total, ¿para que molestarse si van a hacer lo que les dé la gana?") y se desinteresan de la política. A esto se debe también, a i juicio, la corrupción que se da en tantos países democráticos entre los políticos profesionales: fíjate que en la mayoría de los casos son personas que consiguen dinero por medios ilícitos pero no para su lucro personal (¡aunque también los hay!) sino para financiar la buena marcha de sus partidos. , Y es que estos partidos, que no son más que un instrumento para facilitar que todos podamos participar en cierta medida en las tareas de gobierno, terminan convirtiéndose en fines en sí mismos y decidiendo lo que está bien y lo que está mal: todo lo que se hace a favor del partido es bueno, lo que perjudica al partido es malo. Una creencia muy peligrosa que debe ser combatida de tres modos:
a) aplicando con toda severidad las leyes y no dejando inpunes los delitos de nadie por alta que sea su situación en la jerarquía política del país;
b) procurando relativizar el papel de los partidos políticos, quitándoles privilegios e importancia, no aceptando los mecanismos autoritarios que impiden a las voces críticas que hay en ellos expresar y hacer valer sus opiniones;
c) desarrollando otras formas paralelas de participar en la vida pública de la comunidad, como colectivos ciudadanos, asambleas de vecinos, agrupaciones laborales, etc.
En una palabra, evitando que se forme una costra de inamovibles especialistas en mandar, bajo la cual todos los demás tengamos que ser resignados especialistas en obedecer. (Fernando Savater, Política para Amador, Todos para uno y uno para todos, pags. 131-133, E. Ariel, 2003)
A poco que hagamos un esfuercín de nada, vendrán a nuestra memoria cosas como el que Pinochet siga libre siendo un asesino, el que Bush ande matando gente en nombre de un pueblo que no le eligió y se le consienta, que Aznar ande hablando de cadáveres de otros sin reconocer los propios, que se haga callar a Gallardón por ser crítico con su partido, que... La lista es, desgraciadamente, interminable.
Zirbêth
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