martes, octubre 05, 2004

A GRITO PELAO

Hace unos años, el verano antes de venirme a Valinor, hice un curso de monitor sociocultural, que me encantó y estuvo genial y fue la primera vez que asistía a clases de algo estimulante en mucho, mucho tiempo. Un día, la clase consistió en que nos visitaron unas chicas de una asociación llamada Hetaira, dedicada a luchar por los derechos de las prostitutas y por hacer ver a la sociedad que el hecho de que existan es parte de la sociedad misma, y no algún tipo de perversión de mentes oscuras para tratar de molestar a las "buenas gentes" que no dudan en deshumanizarlas (y deshumanizarlos), convirtiéndolas en las culpables de que haya quienes utilizan sus servicios y de que las calles sean "peligrosas y poco decentes".

Bien, pues que queréis que os diga, me alegra que esta asociación exista. Uno de sus objetivos, creo recordar, es tratar de hacerles sentir a estas personas que su profesión es eso, una profesión, y que no por eso son menos personas, aunque la sociedad entera, empezando por sus clientes, no cejen en tildarlas de lo contrario. Sin embargo...

Sin embargo, al final de la clase la tuve, y gorda, con el resto de mis compañeras y un compañero (aunque no recuerdo que este metiera mucha baza en el debate). Y es que, aunque entiendo que el tratar de desestigmatizar la profesión es tratar de hacerla ver como eso, otra profesión más, es decir, como una alternativa de forma de vida y demás, pues jo, yo es que debo ser una idealista y, sobre todo, una cabezota, pero sigo pensando que lo que hay que hacer no es desestigmatizarla, sino hacerla desaparecer.

¿Cómo se puede pensar que de verdad es una alternativa, una elección libremente tomada, cuando resulta que es la vía de escape de situaciones mucho peores, como esas niñas que se ven en la Casa de Campo de Madrid que vienen de lugares como Sierra Leona, donde las posibilidades de sobrevirir son ningunas, donde serían violadas y luego asesinadas sin contemplaciones? Hombre, eso no es una elección, es un acto de supervivencia. Es un "no queda otro jodido remedio".

Lo siento, no puedo estar de acuerdo con ninguna actividad humana que consista en denigrar a un ser humano en un útil, que consista en cosificar al ser humano. Y es que en eso consiste, me temo, en la mayoría de los casos, el "irse de putas". En utilizar a otro ser humano como un instrumento, convertirlo en un "usar y tirar" de lo más espantoso, en el que esta persona renuncia a su libertad durante un tiempo, para luego desentenderse de él o ella. Y no es sólo así para la prostituta. También el cliente se cosifica a si mismo, al utilizar a otro ser humano para descargarse de una necesidad que no puede asumir de manera natural como algo suyo, como parte constituyente de su ser, sino que lo convierte en algo que hace de manera más o menos oculta, como algo de que avergonzarse. Si de verdad es vergonzosa, es decir, es algo malo para sí mismo, caramba, que trate de mejorar, no de ocultar y satisfacer a costa de la libertad de otros y de la propia.

Se podría decir lo mismo de otras profesiones, que vas, usas y te vas, pero los riesgos que la prostitución conlleva para quien la ejerce, la total indefensión en que se encuentran por parte del Estado, la marca social indeleble que deja, todo eso, las hace incomparables. Así que, sí, estoy a favor de que la prostitución se legalice, se equipare en la Seguridad Social y a todos los efectos de sanidad y fiscales con cualquier otra profesión. Porque una vez normalizada desde el Estado, una vez que el Estado la trate como una prodesión más, tal vez tendremos una verdadera oportunidad de, primero, desestigmatizarla y, segundo, hacerla desaparecer.

Tal y como están las cosas ahora, es un riesgo tremendo para todos. Porque, aún habiendo de verdad quien elija ese modo de vida, quien se plantee que es cosa de un tiempo, que se puede hacer mucha pasta y que luego uno se puede dedicar a otra cosa y seguir adelante, los riesgos que rodean a esa profesión son enormes: puedes caer con demasiada facilidad en manos de consumidores desaprensivos y perturbados que las desprovisten de cualquier trazo de humanidad que les impida utilizarlas de maneras absolutamente vejantes, cuando no directamente mortales. Y para esos, cualquier chica, mujer o incluso niña o niño (lo siento, siento que las mujeres son más víctimas que los hombres) puede ser sacado violentamente de su vida y obligado a llevar esa otra que yo no puedo catalogar de tal. O, simplemente, pillar alguna enfermedad de esas que te joden la vida para siempre.

Así que, imaginaos la bronca que tuve, donde todas pensaron que es que yo consideraba a las putas menos personas, que estaba llena de prejuicios y que con esa actitud ayudaba a que el problema siguiera ahí, sin resolver. Pero no, leñe. Lo que pasa es que no me conformo con hacer pasar lo socialmente malo por socialmente bueno, lo que pasa es que no me gusta disfrazar las situaciones y convertirlas de un problema en otro distinto. No creo que se trate de tranquilizar conciencias, sino de luchar por la libertad. De convertir nuestra sociedad en una sociedad mejor.

Supongo que sí, que soy una idealista y que, cuando defiendo mis ideales, mis sueños, puedo resultar muy inflexible.

Pero nunca olvido lo que Kurt me dijo una vez. Estaba trabajando para una revista, haciendo reportajes de temas que, en realidad, no le interesaban. Y me dijo que algún día dejaría de ser una pluma prostituída. Y vaya si lo logró. A la carta que me mandó el otro día me remito.

Zirbêth