viernes, octubre 15, 2004

HIDROPEDAL, QUIERO UN HIDROPEDAL

Esta mañana cuando salí de casa hacía sol y una temperatura estupenda. Me fuí dispuesta a pasar por la farmacia, pero demasiado tarde me di cuenta de que me había dejado la cartera en casa*. Así que, nada, me fui a leer un rato antes de entrar a trabajar. Me tocó en la planta de abajo, y me puse a ordenar del último rail de ropa nueva que quedaba. Llegan nuevos productos cada día, así que hay que ponerles perchas, la talla y la alarma y luego distribuirlos por la tienda. Apasionante, ¿verdad? Al cabo de media hora tenía un dolor de cabeza de campeonato, porque es megamareante eso de ir buscando donde van los pantalones cortos y camisetas, con tanto colorin y todo tan abarrotado. Así que, cuando la chica que estaba en la caja de descambios me ha pedido que la sustituyera un momento (menuda cara dura, media hora ha tardado), yo feliz. Estaba harta de dar vueltas cual peonza. Luego, con la ayuda de un bendito paracetamol, me he quedado allí, ordenando. Hola, me llamo Zirbêth y soy una maniática del orden. Así que yo, feliz, ordenando el área de caja, que lo he dejado como una patena, oiga. No ha habido casi clientes, así que la última hora la hemos pasado de charla amistosa, enseñándo a Denis a decir cositas prácticas en español y contándonos cotilleos. En fin, una delicia. Dentro de tres semanas estaré al borde de un ataque de nervios del aburrimiento supino. A ver si regresa Paul, el manager, y me da poderes, que así podré alternar: ordenar, gritar, ordenar, gritar.

También ha sido durante la última hora cuando la venta de paraguas ha experimentado un alza bastante impresionante. Así que, más que volver en bici, he vuelto a casa en hidropedal. He llegado completamente calada y llena de barro. Mi bici no tiene guardabarros, pero vamos, que aunque los tuviera, porque está claro que los conductores de vehículos de cuatro o más ruedas no están precisamente usando la empatía al conducir en días lluviosos. Bien pensado, nunca lo hacen. Así que he ido dejando charquitos por el suelo, he empapado la moqueta y me he metido en la lavadora. Bueno, la ropa en la lavadora** y la nena en la ducha, calentita calentita. Porque, faltaría más, la lluvia estaba helada. Para mi regocijo y alborozo, me han dicho hoy que a partir del lunes, ola de frío. Que este invierno va a ser de los más duros de los último treinta años en Inglaterra. Eru bendito, gracias por la calefacción central (que está inclída en el alquiler) y por los pantalones térmicos. A la salida del trabajo me he ido primero con Sandra y Regina a comprar leche, y las tres empapaditas haciéndonos la firme promesa de llevar de ahora en adelante siempre el chuvasquero en la mochila (también en la lavadora en estos momentos).

Así que, nada. Calentita, duchada, pegada a la estufa. Cenando queso azul y uvas. Con una cama enorme que me espera, solícita. Vamos, que si mi Calvo estuviese aquí, el día redondo. No pasa nada, a leer, que en los próximos quince días quiero dar el golpe de gracia a tres libros más, al menos. Debería escribir menos y estudiar más.

Umm. Naaaaaa.

Zirbêth

*Uf, que miedo he pasado, no la encontraba...
**Más me vale darle al botón, o ni mochila, ni uniforme, ni nada de nada para el sábado, que es cuando curro de nuevo.

1 Comments:

Anonymous Nautica said...

Que lindo texto, muy interesante y la imágen del costado es bastante bonita!!!!

10:17 p. m.  

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