martes, octubre 12, 2004

AHORA SÍ

No he necesitado más de una hora de trabajo para recordar que es lo que me saca de quicio de ese sitio. Cuando lo diga, me contestaréis, "pues como en todas partes, maja", pero me dan igual los otros sitios, me jode este, que es en el que yo trabajo. Y, en resumen, es que la mayor parte de la gente se toca las narices y se pasa las horas de charla, empezando por la ayudante del jefe y una de las supervisoras. Estas dos chicas, que cuando las conocí trabajaban estupendamente, aproximadamente después de la Navidad pasada empezaron a no hacer nada. Llegaron dos suecas y cada una empezó a salir con una de las guiris, así que más que supervisar, mariposeaban acá y allá, sonrosaditas y felices, pero trabajando nada. Y, claro, si ellas se relajan, imagínate el resto. Así que, de ser un sitio donde todo el mundo trabajaba mucho y bien (salvo excepciones, claro), pasó en muy poco tiempo a ser un sitio donde unos venían a charlar y ligar (de verdad, se enrollaban en los almacenes, sin problemas) y otros a trabajar como animales. Y el nuevo jefe era un desastre, de esos que mete caña a los que no hace falta y con el resto, hala, a hacer bromitas y de buen rollo. Y un sieso.

Ese fue el quiz de la cuestión, que se nos fue Sara, la jefa increible mega humana aunque muy exigente. Y se instauró el caos, no ya de desorden, si no de mal rollo. Porque, claro, los que trabajabamos más estábamos hasta el gorro de los que se tocaban las narices, y Sandra, que fue nombrada por aquel entonces supervisora, alucinaba, porque claro, si las dos supervisoras más antiguas no hacían nada y pasaban de regañar a los vagos, pues lo vagos se decían "me da igual, paso también de esta". Y el jefe, para colmo, le decía a ella una cosa y a los demás otra. Más flojo y más sin seso...

Bueno, pues hoy he podido ver que el clima, aunque ha mejorado en cuanto a lo de los malos rollos, sigue por el estilo en lo demás. Qué ganas tengo de que me den poderes, es decir, de que les digan a los niños que la menda manda, porque voy a poner firme a más de uno o, si están en periodo de prueba y no reaccionan, a la puta calle. Que hay mucha gente trabajadora y responsable buscando un sitio donde trabajar, coño. Que si te parece que te pagan poco y te aburres, lo que tienes que hacer es irte, no pasar allí el día con cara de malas pulgas y sin hacer ni el huevo.

La clave de la cuestión es la frustración: si tan solo pudiera ordenarles lo que tienen que hacer y vigilar que lo hiciesen, las cosas cambiarían. Entre Sandra y yo, este sitio volvería a ser el que era. Y, de verdad, no es por soltar un tópico, ni dos. Pero, por un lado, los hispanos son los que más trabajan, aunque hay excepciones. Pero por el otro, cuando han visto que he llegado, las que no me conocían de antes (ellos tan tranquilos y los veteranos en general, lo mismo) se han puesto de uñas y casi no me hablan. Y no lo digo por decir, que otras veces, cuando he pasado por allí de visita, no veas lo majas y parlanchinas que estaban. No, ahora que se han dado cuenta de que me quedo y que, es más, lo que ellas saben lo sé yo de más y que, además, me han puesto a supervisarlas (sutilmente, porque al parecer hay alguien sisando de caja y están tratando de encontrar pruebas), no veas como están. Y está la zona de cajas echa un completo desastre, desordenada, sucia, llena de trastos, y la tía está que dice que "ella es la reina de las cajas porque lleva mucho tiempo" (a sí me dijo textualmente, pero no lleva más que cuatro meses), tiene una pachorra tremenda, y en dos días ya la he pillado pasándose de tiempo en los descansos y alterando los horarios de los mismos para favorecer a sus amigas y a sí misma.

Se avecina un recuento nocturno de artilugios, así que lo del caos de los estanes y demás, lo arreglaremos, más o menos, en breve. Pero hoy se me ha ocurrido ordenar unos cajones grandes con ruedas que están llenos de calcetines en paquetes de tres, y era un caos, estaban llenos de mierda, he encontrado zapatos, basura, pendientes, gafas, juguetes, muñequeras, de todo, y la mitad de uno de los cajones estaba lleno de calcetites desemparejados y desempaquetados. En el año que trabajé en la tienda, jamás habían estado así. Y me dice la ayudante del jefe que bueno, que ya lo sabe.

¡Aaaarrrg! Qué me den un látigo, que les voy a pornes firmes a todos.

Zirbêth