domingo, octubre 24, 2004

FIN

Todo termina en esta vida, desgraciadamente, y hoy tengo el cuerpo con sensación de final. Que estado mental tan complejo y desábrido sea fiel reflejo de la prosaica última cucharada de colacao y del culillo de aceite de oliva que me queda, no la hacen menos real y, no dolorosa, pero sí molesta. Tengo un ataque de "se acabó" de lo más desagradable, sobre todo porque no sé que es lo que se ha acabado. Aparte del colacao, por supuesto.

Hoy he tenido un mal sueño. Por algún motivo, estaba de vacaciones con mi madre y su ex-marido, al que de ahora en adelante identificaremos por su título real, El Capullo, y también estaba mi hermana, a la que no veo desde hace unos tres años, tal vez más, y por quien tengo unos sentimientos que suben y bajan en la escala emocional de la pena al desprecio, pasando por diversos estados de perplejidad, curiosidad, odio, rabia y cabreo de los gordos (entre otros, pero esos son los que el sueño ha dejado frescos en la memoria). No sé porque estabamos allí, no sé a cuenta de que venía que de mis abuelos perdidos me llegara un regalo carísimo e inexistente en la vida real (tecnológicamente hablando). El lugar de los hechos era una amalgama de mis localizaciones oníricas habituales, cambiantes y mezcladas, probablemente por eso fue que las sentía adulteradas. Eran y no eran mis lugares de sueños, era y no era mi familia, era y no era real. El desajuste de la situación se concretó en que mi hermana decía estar embarazada (pero tenía solo dieciseis años, cosa descolocante, porque tiene ya veintidós casi), y lo estaba a vista de la barriga que correspondía a un embarazo de unos cuatro meses. Tal vez más si pensamos en que tiene (o tenía la última vez que la vi) un estómago plano y musculado que más quisieran muchos y muchas para ellos. Discutíamos con ella la locura de ser madre tan joven, aunque reconocía el absurdo, pues ya era demasiado tarde para tales planteamientos. No sé como terminaba el sueño. Me desperté empapada en sudor y con muy mal sentir. Lo último que recuerdo es estar cerca de Julie Andrews, que estaba malita y vomitaba, mientras yo discutía con mi hermana y sentía esas emociones descritas dominadas por un principio de impotencia que multiplicaba la tensión cual potencia de diez.

Todo esto viene a propósito de una conversación en la cena de anoche y de la calma tras la tempestad que deja por fin valorar los destrozos del huracan y las olas. Un hombre encantador que conocí anoche, sin querer pero sin poder evitarlo, recordó su infancia llena de malos tratos que le dejó un poso de tristeza en los ojos y a mí me retrotrajo a mis propias experiencias. Nos reconocimos en el fondo de nuestra pena y en el dolor enterrado o superado, dependiendo de los días y las ocasiones. Lo que contó fue hecho desde la perspectiva del dolor, por eso la sensación de entierro y duelo. Yo suelo contarlo desde la victoria y la rabia, que me inducen a creer en la superacíón. Mi vida tiene ahora mucho amor que no sustituye, claro está, pero sí llena y se hace gozoso él mismo y a la vida que tengo. Porque se que es ahora cuando tengo una vida que me reporta sensación de plenitud en muchos momentos, aunque siempre tenga que tirar, arrastrar de esa sensación de abandono y pérdida, de soledad y desamor.

Pero no quise seguir hablando cuando, otro comensal, desvió sabiamente la conversación que se estaba volviendo triste y dolorosa para ese dulce caballero que conocí anoche. Así que me he debido llevar a la cama la tristeza y ella se ha manifestado en ese sueño. El sueño ha terminado, pero yo sigo teniendo una sensación de fin, de derrota, que no sé que hacer con ella. Se me ha juntado con un cansancio enorme, el de esta semana casi de espera de noticias y de nervios nerviosos.

Todo va bien, me digo, va razonablemente bien. El Capullo casi ha salido de nuestras vidas, el tiempo puede que cure la herida de mi hermana (la suya, no la que me haya podido inducir a mí), mi madre es cada vez más fuerte y feliz. Y yo también. Solo necesito relajarme un poco.

En fin, no todos los días se puede soñar con Hugh Jackman.

Zirbêth

1 Comments:

Blogger Juan Ignacio Gil said...

A veces los sueños pueden hacernos tanto daño como cualquier evento de la vigilia. Yo también conozco esa sensación de "Fin", de despertar sabiendo que algo, algo inidentificable por ti, ha terminado. Y es espantosa. Ánimo.

12:58 p. m.  

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