viernes, octubre 22, 2004

DETERMINISMO BIOLÓGICO Y ORDEN SOCIAL

Cuando mis amigos y conocidos me ven paseando este libro (lo llevo siempre conmigo, aunque las posibilidades de dedicar un rato a leerlo sean nulas), La falsa medida del hombre, el título les intriga. Bueno, y probablemente también la portada, un dibujo de una cabeza humana con cara de muñeca de porcelana sin pelo, cuyo craneo parece un mapa con fronteras y nombres de los estados de un país que me recuerda a los de Estados Unidos. Solo que no son nombres, si no números. Me miran intrigados y me preguntan, "¿De qué va?". Yo les respondo (emocionada, nerviosa, rara vez me preguntan sobre lo que leo por estas latitudes): trata de cómo a lo largo de los siglos, los hombres han buscado modos de justificar la opresión producto y sustento de la división en clases de hombres, principalmente de raza, sexo y condición de origen económico-social, y que uno de esos sistemas es el determinismo biológico, es decir, que por naturaleza, los blancos son más inteligentes que los negros o los indios, que los hombres son más inteligentes que las mujeres, que los ricos son ricos y los pobres pobres y eso es así porque, de nacimiento, al ser menos inteligentes no pueden aspirar a más, que los que ostentan el poder lo hacen porque son más inteligentes que lo que están sometidos a él. (Uso la inteligencia todo el tiempo, porque el libro trata este aspecto principalmente.) Es decir, que hay humanos mejores y peores de nacimiento, que la inteligencia es una medida estable no modificable ni alterable y que ser hombre blanco significa estar a la cabeza en la gradación de valor humano, seguido por ser hombre sobre la mujer, por ser blanco sobre cualquier otra raza, etc. Vamos, lo de siempre, solo que en este caso, el libro es una refutación de quienes han utilizado la ciencia como argumento, unas pocas veces falseándola claramente, otras manipulándola, otras de manera inconsciente pero con motivaciones sociales siempre.

La verdad es que mi respuesta suele ser bastante más sencilla y más corta. Cuando les digo que es un libro que demuestra que los que aseguran que los blancos son mejores que los negros, etc, mienten descaradamente y sólo están tratando de continuar explotando a los segundos, me suelen mirar con cara de "pero si eso ya lo sabemos", como si llevara unas gafas o un modelito pasado de moda. Pero aunque hoy en día esté mal visto pronunciarse en opiniones racistas, eso no quiere decir que el racismo se haya erradicado. Más bien al contrario, estamos pasando por una fase de racismo y xenofobia que va in crescendo, porque la ignorancia se está extendiendo como una mala hierba, (asuntos como este se dan por sabidos sin tratar de saber el por qué real, aceptando tan solo la opinión social establecida), síntoma del "buen estado de salud" de los movimientos que abogan por el pensamiento único totalitario y fascista, el bien común entendido como cifras macroeconómicas, beneficios de bancos y grandes empresas, pero no como el estado real de los individuos que forman lo que llamamos comunidad, si llegan a fin de mes y si pueden dedicar su tiempo a algo más que a trabajar para pagar facturas (por ejemplo, educar a sus hijos). Pero hay mucho racismo, sembrado en la tierra fertil del miedo a perder lo que se tiene o a no conseguirlo porque otros "nos lo quien de las manos". Si ser hombre blanco es ser mejor que el resto, merezco mejor trabajo, mejor sueldo y más consideración social, y quienes en competencia me "lo arrebatan", deberían volverse a su país, a su cocina o a su miserable vida. Que osadía tratar de mejorar sus vidas por encima de la mía... Pero yo no soy racista, no me insulte, oiga. Por eso, no creo que haya llegado el momento de creer que el racismo está superado, como tampoco me creería que la educación sexual actual es más que suficiente, a la vista de las cifras de embarazos no deseados, enfermedades venereas y abortos que hay en nuestro país. Por poner un ejemplo.

Porque entonces, si de verdad es algo que todos sabemos y que ya no hace falta hablar de ello ¿por qué las mujeres siguen percibiendo sueldos más bajos que los hombres por el mismo trabajo?, ¿por qué a los inmigrantes se les suele contratar para los trabajos que los nativos no quieren y que están peor pagados?, ¿por qué hay tanta violencia contra las mujeres que tratan de tomar las riendas de su vida? Mujeres, inmigrantes, ancianos, niños, son claramente menos valorados y menos tenidos en cuenta en la sociedad. Uno de los fenómenos que creo ratifican este hecho es la cantidad de gente que hay luchando por cambiar estas situaciones de injusticia.

Esta cita la he sacado de ese libro, y probablemente ireis leyendo (¿padeciendo?) más a los largo de los próximos meses.

Durante los últimos cincuenta años, un puñado de personas dedicadas a la investigación social y biológica han logrado que el público culto se hayan ido desprediendo de algunos de nuestros errores biológicos más flagrantes. Sin embargo, deben de existir innumerables errores de este tipo que ningún hombre ha podido detectar hasta el presente debido a la neblina en que nuestro tipo occidental de cultura tiende a envolvernos. Las influencias culturales han establecido nuestras ideas básicas acerca de la mente, el cuerpo y el universo; son ellas las que deciden que preguntas formulamos, las que influyen sobre los hechos que vemos, las que determinan la interpretación que damos a esos hechos, y las que dirigen nuestra reacción ante esas interpretaciones y conclusiones.
(Gunnar Myrdal, 1944).


El primer capítulo tras la segunda introducción, empieza así:

Order in Heaven´s first law; and, this confessed
Some are, and must be, greater than the rest.

La primera ley del Cielo es el orden; y, admitido esto, algunos son, y deben ser, más grandes que los otros. Alexander Pope, Essay on Man, 1733.


A lo largo de la historia se ha invocado con frecuencia la razón o la naturaleza del universo para santificar las jerarquías sociales existentes presentándolas como justas e inevitables. Las jerarquías solo duran unas pocas generaciones, pero los argumento, retocados para la justificación de cada nueva ronda de instituciones sociales, circulan indefinidamente.
(Stephen Jay Gould, La falsa medida del hombre,(1996, 1981), E. Crítica, 2003).


Zirbêth