NOCHE Y DÍA
¿Por qué de adolescentes nos atrae tanto la noche? Recuerdo auqellos días especiales en que me dejaban quedarme hasta más de las doce y vivía esas horas de más como si realmente algo increible estuviese pasando o, más exactamente, como si fuese a ocurrir algo excepcional. Porque estaba claro, de noche, sin nadie que nos vigilase ni nos viese, en ese tiempo habitualmente prohíbido, lo que ocurriese debía ser algo que no podía pasar a la luz del sol.
La noche, ese mito reservado a los adultos, ese otro secreto de la niñez, como el amor, o el sexo. Es más, de todos es sabido que el sexo y el amor son cosas que ocrren por la noche. Así que, estar fuera de noche era como una incursión furtiva y breve en la madurez (eso creíamos, que ingenuos).
Luego, ser mayor resulta estar lleno de complicaciones, y si es cierto que uno gana ciertas libertades (entre ellas, acostarse a la hora que le de la gana), no es menos cierto que la verdadera libertad está muy restringida. El cole sigue, sí, y aunque te pagan por él (más o menos) eso no te da ninguna independencia, sino más bien al contrario. Trabajo, alquiler o hipoteca, luz, gas, trabajar más y más para, de vez en cuando, disfrutar de esas cosas que tanto te gustan pero que, para variar, cuestan dinero, si no por si mismas, por el que no estás ganando al no estar trabajando.
Ya sé, ya sé, que pesimista estoy. Si vosotros hubiéseis trabajado doce horas ayer y, al cabo de siete, otras once, tampoco estaríais muy optimistas. Tendríais un dolor de pies y de riñones tremendo, por la de horas seguidas de pie.
Pensar que hasta finales de noviembre no cobraré nada, me pone de muy mala hostia.
Pero, volvamos a lo de la noche. Ahora soy mayor, adulta, vieja dicen algunos, me llaman abuela los muy gañanes. Te haces mayor y descubres que la magia de la noche la han mercantilizado y que, junto con lo de estar despierto y en la calle, ahora hay que vestir bien, maquillarse, depilarse llegado el caso, ir a lugares sociales donde te venden en botella la falsa energía para disfrutar de la magia que, la verdad, rara vez se encuentra en esos sitios.
Y pienso, ah, el día, el sol, la luz y el aire, el silencio en un bosque que no es silencio, sino ausencia de ruídos. Caminar sobre tierra y roca, leer, tumbarse al sol, sudar toda la sociedad por los poros de la piel y renovarse. Habrá quien diga que eso es otra de las opciones de consumo. No sé, ahora mismo me da igual la hora del día o de la noche, quiero descansar de las cosas de cada día, del dormir sola, del esperar lo que nunca sucede, del silencio de mis cuatro paredes y del ruído del exterior.
Ya sé. Me gustaría estar en un bosque con un riachuelo, tumbada y con las aguas pasándome por el cuerpo, el sonido del aire en las copas de los árboles y del agua sobre las piedras y la arena del río. Calor y frescor al mismo tiempo.
Aunque lo cambiaría todo, todo, por tenerle esta noche conmigo y que me dijese que me quiere, por una vez...
Zirbêth
1 Comments:
Bueenoo... La noche es tan comercial como el día, o tán mágica, según la vivas. Este verano me he vuelto petarda de nuevo, como hace 14 años, y he enocontrado un hueco donde sí se habla, se comunica, se liga... vamos, que encontrarme sin niño y sin trabajo me hizo jugar a ser adolescente de nuevo!!!
Y hay cosas que, siendo de por sí bellas, mejoran con la noche: pasear por la orilla del mar, recorrer el casco antiguo de tu ciudad en bicicleta, recostarte en una tumbona del CCCB viendo proyecciones de cortometrajes al fresquito en pleno agosto...
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