lunes, octubre 18, 2004

JULIETA

Seguramente, Julieta no pudo dormir en toda la noche, o sólo al final, cuando la rindió el agotamiento, pues incluso la excitación del primer amor tiene sus límites. Entraría en su habitación y daría las buenas noches a su ama. Ya sola, se quedaría mirándose en el espejo, como tratando de descubrise a ella misma, sabiéndose cambiada, distinta para siempre, pero aún la misma. Se sonrojaría al acariciarse los labios con las yemas de los dedos fríos de la noche, los mismos labios que recibieran apenas unos minutos atrás sus besos. Esos besos que ya siempre echaría de menos, que recordaría como la fragancia más embriagadora, como si ellos sólos fueran un universo aparte. ¿Cómo puede una caricia volver el mundo del revés, disolver el tiempo y a ella misma en un nota tensa en la madrugada?

Buenas noches, buenas noches... La despedida es tan dulce pena, que diré buenas noches hasta que amanezaca.

Seguramente fue así como se durmió. Murumurando buenas noches hasta su último aliento consciente. ¿Cabe acaso mayor gozo?

Zirbêth