sábado, septiembre 25, 2004

VIOLENCIA POLÍTICA

"No tolerará [el Estado], pues, que la dosis de violencia baje demasiado en la sociedad que administra, ya que en tal caso la coartada que le justifica y el instrumento amenazador de que se sirve para reforzar su administración se verían en peligro. El Estado vende seguridad : para que tal oferta sea apetecible, la presencia de la inseguridad y su irrupción esporádica en el primer plano de la vida pública no debe nunca abolirse del todo; para que su oferta sea creible, la inseguridad no debe crecer tanto y de modo tan indiscriminado que la población llegue a añorar el caos puro y simple. El enemigo exterior es la solución más clásica y la que ha dado mejores resultados, pero últimamente es un poco difícil de garantizar: la política de detente y el relajamiento de la guerra fría habían acabado por anestesiar a los ciudadanos respecto a los peligros inminentes de la violencia, hasta el punto de hacerlos peligrosamente emprendedores en lo tocante a reivindicaciones democráticas (esto es, antiautoritarias y antiestatales), tal como pudo comprobarse en la efervescencia de los años sesenta, que culminaron con el estallido de Mayo del 68. Era hora de que rebrotase de nuevo la lógica militar, primero con la "invención" del terrorismo (lanzado al mercado por los servicios secretos italianos el año 69, con el atentado de piazza Fontana), luego con su extensión y mantenimiento, más tarde con el rebrote actual de la guerra fría. La lógica militar tiene de nuevo su vida asegurada. ¿Cuáles son las características de esta lógica? Maniqueísmo, simplificación extrema de posturas, ausencia de término medio entre adhesión fervorosa y complicidad, jerarquización autoritaria, situación permanente excepcional que muestra poca delicadeza por los derechos individuales o con las consideraciones éticas suprapartidistas, información restringida o deformada, acumulación ilimitada de armamento e invención progresiva de nuevas técnicas de destrucción, doctrina del "ojo por ojo", escalada permanente de las acciones de "castigo", supeditación de los representantes civiles a los especialistas bélicos, insensibilización progresiva ante ante la brutalidad y la muerte, encomio de los "valores superiores" que justifican tales violencias ("honor", "patria", "revolución", etc)... El terrorismo ha venido a brindar a ciertos Estados el enemigo interior que necesitaban para el desarrollo y consolidación de su lógica militar. No cabe pensar en todos los casos en infiltraciones o manipulaciones por parte de los propios servicios de seguridad del Estado (en muchas ocasiones son evidentes), sino en una adhesión espontánea de los terroristas a la lógica militar, que se revela en su gusto por denominaciones como "ejército", "comando", etc... Ellos también han llegado a la conclusión de que la lucha armada es "necesaria", cosa que el Estado sabe desde hace muchísimo..."

(Fernando Savater, La tarea del héroe, capítulo decimotercero, La violencia política: represión, reformismo, revolución, pags 298-299, Ediciones Destino S.A., 2004.)

No hace falta esforzarse mucho para identificar, uno a uno, los síntomas de la enfermedad totalitaria que nos amenaza desde Estados Unidos y que el ex-Gobierno de Aznar, con él a la cabeza, estaban tratando de contagiarnos. Para quienes las palabras "honor", "democracia", "paz", "libertad", etc., son algo más que secuencias de letras a utilizar como eslóganes, el uso que de ellas hace Bush debería provocarnos arcadas y un sudor frío. Si gana las elecciones, ¿quién va a poder disfrutar de su significado? ¿Reaccionarán sus ciudadanos? ¿Por qué, al mirar al horizonte del tiempo, no puedo dejar de ver la oscuridad de la guerra que se nos acerca?

Zirbêth