martes, marzo 06, 2007

HERUSSA (2)

Del portazo, varias hojas muertas cayeron de sus ramas, y los once cuervos que vivían en la copa salieron revoloteando, indignados. Pero a Herussa todo eso le daba igual. De hecho, era parte de su trabajo, así que cumplía, más si cabe, con sus obligaciones. Un chisporroteo rojo y púrpura se le escapó por debajo del birrete sólo de pensar lo convenientemente complaciente de su enfado para con sus jefes. Debería echarle valor y hacer algo que de verdad les molestase. Debería salir y arreglar el pinchazo de la bici. Sí, e hincharle la rueda y recolocar la cadena. Así se enterarían de quien era ella.

Bajó por las escaleras del túnel hasta llegar a la cocina, abrió la nevera y se quedó allí, mirando obnubilada, mascullando entre dientes su terrible venganza. Cogió de la puerta una botella de zumo de alas de abeja y libélula y le dio un buen trago, dejando el borde de la botella lleno de saliva, lo cual pareció serenarla un poco: el chisporroteo ya sólo era ligeramente anaranjado. Dejó la nevera abierta y buscó en la estantería unos cereales, se llenó un bol y echó el resto del zumo que quedaba en la botella sobre ellos. Sorbió las últimas gotas de zumo y volvió a poner la botella en la nevera, la cerró y se llevó el bol con los cereales con ella. A Herussa le relajaba mucho comer en la cama, y esa noche estrenaba lecho, así que la perspectiva del la cena le hizo esparcir unas cuantas chispas verdes. Para ponerse más cómoda, se quitó el uniforme de trabajo, se enfundó su pijama lila favorito, encendió la lágrima y buscó su sintonía preferida. Le encantaba esa serie sobre humanos idiotas haciendo humanadas y creyéndose muy listos. Le gustaba porque podía reírse de los estúpidos guionistas que demostraban saber, mmmm, nada en absoluto de humanos. Pero ser absurdo era una opción vital perfectamente respetable, y no sería ella la que exigiría más documentación y fidelidad a la realidad. Ya tenía bastante realidad cada noche. Incluso dormidos, los humanos eran un auténtico aburrimiento.

Pertrechada, pues, con su pijama y los cereales, se tumbó en su chocolatina nueva y se dispuso a pasar una velada pasada por chocolate que, esperaba, la llevaría a un sueño reparador y un despertar pringoso y deleitante. La comida humana, si no prohibida, si estaba altamente contraindicada, pero eso lo decían esos que no sabían lo maravilloso que era despertarse a medio sueño y darle un mordisco a un tropezón y un lametón al chocolate puro de una buena tableta de chocolate con almendras. Además, los baños de chocolate eran estupendos para mantener la piel tersa y suave. ¡Ellos se lo perdían!

Zirbêth.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hola. Interesante blog. Yo estoy dando a conocer el mío: elblogdejuanjopolo.blogspot.com. Volveré a visitarte. Sube El Quijote en tu lista, verás como lo agradeces. Un saludo

8:14 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Se está poniendo interesante...

9:03 a. m.  

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