viernes, enero 12, 2007

UN MANTO DE ESTRELLAS

Para E.

"Eran las veladas en el bosque lo que más echaba de menos. Su madre siempre le había acompañado de niño en sus paseos nocturnos bajo las estrellas. Le gustaba verla caminar, sus pies descalzos rozando el rocío de la hierba, y escuchar el suave murmullo de las gotas de rocío al acariciar su piel. Ella no reía mucho: la muerte de su esposo pesaba demasiado en su corazón. Pero en esos paseos nocturnos, ella le cantaba las viejas canciones de sus antepasados, y a él le encantaba seguirla, la luna reflejada en la larga melena que le caía más allá incluso de la cintura. Cuando soplaba la brisa del sur, los cabellos le flotaban y se mecían al ritmo cadencioso de los suspiros escapados de su pecho, mientras la luna se miraba en las hebras blancas que la pérdida del amor había sembrado aquí y allí, sin menoscabo a su belleza, su suavidad, ni su fragancia.

- ¡Cuéntame otra vez cómo Isildur rescató el fruto, mamá! – le pedía, alegremente ajeno a la congoja que timbraba la voz de su madre.

Gilraen suspiraba, recogía la voz en el silencio unos instantes y comenzaba de nuevo la historia de su ya lejano antepasado. Muerto su esposo, en ella recaía por completo la labor de que su hijo conservase la memoria de su estirpe. Era una labor amarga, pues aunque estaba orgullosa de pertenecer a la raza de los Altos Hombres, había en esa historia demasiados lecciones marcadas por la vergüenza, el fracaso y la pérdida.

Pero para un niño de diez años, eran aquellas narraciones de grandes aventuras, de batallas y hazañas, de magia y de leyenda. La inocencia de su corta edad suavizaba los errores que aquellos nobles guerreros de su misma sangre pudieran haber cometido. Así que no se cansaba de escuchar a su madre, ya fuese cantando por los bosques, sentados junto al hogar en invierno o a la orilla del río, sus pies sumergidos en las frescas aguas en aquellas largas noches de estío.

Otras veces, mientras peinaba con los dedos el sedoso y largo cabello de su madre, era él quien le cantaba o narraba las viejas historias, como si se tratase de una lección que debía dar a una bellísima maestra. Y era precisamente cuando ella permanecía en silencio mientras le acariciaba la melena, cuando Aragorn más se apercibía de la profunda tristeza de su madre. Sentía cada fino mechón como ríos de llanto mudo que corriesen por sus dedos, cada hebra blanca una lágrima seca inmortalizada en el espeso velo negro de su larga noche de duelo. La acariciaba hasta mucho tiempo después de agotada la última nota, permaneciendo ambos silenciosos en el discreto rumor de la espesura.

- ¿Mamá?
- ¿Sí, hijo?
- ¿Le robaste a la noche sus cabellos?- y su madre se giraba, sonriendo.
- ¿Cómo podría haber hecho eso?
- No lo sé. Pero si no se lo robaste, debió ser la noche quien te regaló un retazo de su manto de estrellas.

Entonces su madre se giraba, sonriendo con dulzura, y le estrechaba fuerte pero tiernamente entre sus brazos, su pelo cubriéndole y ocultándole las lágrimas que, esta vez sí, corrían húmedas y calientes por su rostro. “Las mismas palabras” –se decía-, “las mismas palabras que me decía su padre”.
Mucho hacía que su madre había marchado de Rivendel, y Aragorn había crecido, espigado y ágil, fuerte y flexible, sus rasgos ya madurando hacia el rostro del adulto en quien en breve se convertiría. Pero en sus ojos la inocencia seguía pugnando contra la tristeza y, aunque muchos motivos tenía que la congoja alentaran, la juventud de su corazón rebosaba de esperanzas. Aunque sin su madre, seguía yendo cada noche que podía a pasear bajo los árboles, descalzo como antaño lo hiciera Gilraen y contemplando el manto de estrellas de la noche con la brisa del sur acariciándole la piel.

Aquella noche era noche de luna llena, y el verano la hacía especialmente apacible y hermosa. El cielo despejado se le antojaba un mar de negrura donde peces de plata nadaban en perfecta armonía. La sangre le corría inquieta por las venas y el calor rodaba transparente por su piel aún lampiña. Cuando terminó de cenar, salió a la noche, a la espesura, y corrió hasta alcanzar el río. Se desnudó, dejó las ropas sobre una piedra brillante y limpia y se sumergió en las aguas cantarinas, permaneciendo allí hasta estar la luna bien alta en su curso. Salió entonces, bailando bajo sus rayos hasta secarse con su luz como si de la del sol se tratase. Después, se vistió y fue a caminar, pendiente sólo de la canción y las fragancias del bosque.

Ensimismado, no se dio cuenta de que no estaba solo hasta que escuchó una risa suave mecida por la brisa del sur. Todos sus sentidos se aguzaron, buscando el origen de aquella canción de sonrisas. Caminó siguiendo las huellas que el sonido le dejaba, silencioso como un gato que acechase una presa, escondiéndose en las sombras de árboles y arbustos, tras las rocas y los troncos de los árboles caídos.

Por fin, un movimiento desveló su objetivo. Una figura alta de negros cabellos giraba dando vueltas, riendo suavemente, la luna prendida en la seda blanca de su vestido, su luz reflejada en los finos hilos de plata y las gemas que cubrían su melena. Sin apenas darse cuenta de lo que hacía salió de la espesura y, dirigiéndose a bellísima desconocida, dijo:

- ¿Le robaste a la noche sus cabellos?–. La dama, de la estirpe de los elfos, le miró sin sorpresa y aún sonriendo.
- ¿Cómo podría haber hecho eso?
- No lo sé. Pero si no se lo robaste, debió ser la noche quien te regaló un retazo de su manto de estrellas.

Así fue como, por primera vez, Aragorn vio a Arwen, estrella de la tarde, tan hermosa como lo fuera la estrella de la mañana, Luthien. Y así fue como le entregó su corazón antes siquiera de conocer su nombre, preso por siempre de un manto de estrellas."

Zirbêth.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Es precioso el relato, ya te lo dije en su momento y ahora lo repito.

8:51 a. m.  
Blogger Erendis said...

yo quería que ganara... ese y el de Soldier (que a la postre fue el que ganó) me encanta y tengo mil ganas que hagamos tu idea ;)
muchos besos guapísima

10:35 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Tan hermoso que emociona. He llorado.

1:37 a. m.  
Blogger El caballero de ojos turbios said...

Me encanta de verdad. Escribe mas.

11:15 p. m.  
Blogger Guillermo Domínguez Cañizares said...

Sin duda un relato corto que arranca una sonrisa. Me gustó mucho. Anoto el piropo, aunque está feo copiar ;)

Onen i Estel Edain...

T.

11:18 a. m.  
Blogger Acuarius said...

Yo soy azul y mi padre es un rey...

4:43 p. m.  

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