FLECHAZOS
Existen. Yo los he vivido, varias afortunadas veces (al menos, al principio). Pero no me estoy refiriendo al amor o, al menos, no al amor de pareja. Me refiero a la amistad.
Ocurre que, a veces, conoces a alguien y antes de que transcurra demasiado tiempo, ya sabes que tienes un amigo. Alguien que, por las razones que sean, te inspira confianza enseguida, te resulta interesante, te aporta nuevos estímulos y con quien deseas pasar mucho de tu tiempo y jamás le dices que no a un café, una comida, un paseo o incluso a una larga conversación telefónica sentada sobre el mueble de marmol del pasillo congelándote tan nobles partes.
Me ha pasado algunas veces. Últimamente, varias veces seguidas. Y en eso radica parte de la felicidad que me embarga en estos días. Tengo dos nuevas amigas y un nuevo amigo con los que me lo paso pipa. Aunque lo cierto es que esa magia es algo que tiene mucho que ver con el smial. Es, como hablaba con H. hace un ato, algo que me fascina, que me encanta del smial. Es un lugar donde convergen personas que tienen al menos dos cosas en común, casi siempre: una necesidad de desarrollar su creatividad, por un lado, y algo muy difícil de definir que podríamos explicar como la búsqueda de algo más que, desgraciadamente, no es fácil de encontrar en otros lugares. Como decía H., hay ocasiones en que "con los colegas uno no sale de hablar rol y tías", que es como si dijésemos hablar de trapitos y la tele, o similares categorías.
En el smial, se encuentra. Sin despreciar rodo lo demás, que también compartimos, hay inquietudes que encuentran buen humus donde germinar, crecer y alcanzar la frondosidad en este smial. No importa que el resto de mi existencia sea algo anodina (me lo paso bien traduciendo, e incluso vendiendo zapatos y tal, pero no es la ilusión de mi vida). Así, el smial para mí fue un flexhazo, y tras varios años de relación, sigue siendo el gran amor de mi vida.
Zirbêth, pese a todo.
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