viernes, junio 03, 2005

CITA

El libro que me estoy leyendo ahora (por las noches, para dormir, que si no me dedico a dar vueltas en la cama como una idiota), Nerópolis, me está gustando mucho, aunque reconozco que podría haber a quien le resultara ofensivo en demasiados momentos. Kaeso, el protagonista, un joven hermoso e inteligente pero un tanto puritano, avanza en su vida a sobresaltos de carácter sexual. Primero se siente fuera de lugar durante su efebía en Atenas, porque no se siente inclinado a tomar un amante de su mismo sexo. Primorosamente educado según los preceptos romanos de castidad, la vida le da un vuelco cuando, al regresar de Atenas, encuentra a su madrastra casada con el mismo hombre que le patrocina y quiere adoptarlo, descubre que su madrastra y su padre eran, en realidad, primos, que su madrastra, para colmo, de quien realmente está enamorada es de él y que su padre adoptivo, a fuerza de resignación por amor, le empuja al pseudoincesto. Para evitarse tamaña deshonra, recurre a una ingeniosa artimaña: Silano, su padre adoptivo, además de para asegurarse a la concupiscente madrastra, necesita un hijo que vele por los ritos a los antepasados de la familia. Así que Kaeso, n corto ni perezoso, trata de ser convertido primero al judaísmo y, fracasado, más tarde al cristianismo. Para ello, empieza a frecuentar a Pablo, el Apostol, y se inicia entre ellos un debate sobre el cristianismo y el judaismo desde la perspectiva de un romano de pura cepa educado en las escualas filosóficas de Atenas.

Muchos podrán pensar que este libro es blasfemo e insultante, pero a mí, sencillamente, me resulta hilarante. La lógica pragmática de Kaeso no para de chocar con la fe y la doctrina irracional cristiana, y sin embargo él no para de intentar convertirse (o, mejor dicho, hacerse merecedor del bautismo) usando la misma lógica para ello y una sinceridad aplastante que sacan constantemente de sus casillas a Pablo, a quien Lucas trata de calmar pacientemente: saben ambos lo bien que les vendría un empujoncito conversor de fieles desde la aristocrática posición de todo un Silano, pariente de emperadores.

Pero el puritano Kaeso no tiene suerte: cuando ya se creía libre de la adopción que le enviaba directo a los brazos de su madrastra, aparece el príncipe Neron y se prenda de sus encantos. Y ahí ando, testigo de sus desesperados esfuerzos para no verse arrastrado por la lascivia una vez más, pero sin perder su punto de vista romano del asunto: total, si va a ser el "tomador", su honra quedará a salvo. Y si es el tomado, como la hermosa esclava Selene le recuerda, Nerón tiene atributos más bien pequeños... Y Kaeso duda incluso de sí mismo, escondido en el ludus familiar (donde su padre tiene a los gladiadores que fueron el inicio de todo este embrollo).

"De día, Kaeso conseguía no pensar demasiado en sus problemas, pero por la noche, en la oscuridad de su cuartito, le asaltaba la angustia, y las pesadillas le hacían gritar hasta que Myra se levantaba de su jergón de paja para ponerle una mano fría en la frente. ¡Ay, ella no podía hacer mucho más para aliviarlo!

En este nuevo ambiente, uno de los aspectos más obsesionantes del desconcierto de Kaeso era que llegaba a preguntarse si la gravedad de su caso era real, si lo más agudo de su sufrimiento no era fruto de su imaginación, cual un enfermo incapaz de determinar si tenía un resfriado o la lepra. La inmensa mayoría de los jóvenes romanos habrían pasado alegremente de los brazos de Marcia a los del Príncipe. La parálisis que pesaba sobre Kaeso, ¿era de origen divino o humano, una manifestación de santa dignidad o de ridículo lujo humano?

El trato diario con estos gladiadores de apetitos elementales le revelaba claramente a Kaeso hasta que punto dependían de la opinión y la sensibilidad las nociones de bien y de mal. Ahora bien, la opinión se hace y se deshace al capricho de los vientos y la sensibilidad varía con los individuos. El escepticismo era, por desgracia, la última de las doctrinas que podía facilitar una decisión cuando era absolutamente necesario tomar una."

Así, Kaeso, ahora que tiene en su poder la prueba escrita de un bautismo cristiano que le libraría de la adopción y, por ello, del incesto, duda si dejarse adoptar o no por miedo a las represalias que una negativa a los avances de Nerón podría acarrear. En busca de consejo, en una ceremonia cristiana encuentra a Eunomos, "servidor" de Nerón y, para sorpresa de Kaeso, cristiano.

"Eunomos acompañó cortéstmente a Kaeso, que aprovechó para opreguntarle:
-Nerón, ay, se ha encaprichado de mí y me ha invitado a Nápoles, cosa que me fastidia enormemente, como ya podrás imaginar, tú que tampoco llevas una vida fácil. Conociendo al Príncipe, ¿crees que me guardaría rencor si declinara sus avances?
-No te guardaría rencor si estuviera completamente persuadido de que no te gustan los hombres o de que actúas siguiendo un impulso moral. Desgraciadamente, nuestro Príncipe, cuya mentalidad es más griega que romana, se imagina que las tendencias homosexuales son naturales, y por otra parte está profundamente convencido de que la virtud no gobierna la vida de nadie. Si lo decepcionas, sospechará en tu actitud una animosidad de naturaleza política, y desde ese momento puedes temer cualquier cosa.
-¡Roguemos pues por que el Apocalípsis sobrevenga antes de mi viaje a Nápoles!
-Eres un hombre libre.
-Tengo un padre, un hermano, una madrastra a la que amo, y el noble Silano me ha tomado cariño.
-Entonces, sólo puedo compadecerte." (Hubert Monteilhet, Nerópolis, Tusquets Editores, 1985 [para ambas citas])

Tanta descarada sinceridad hace que me derrita de risa.

Zirbêth.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Eso es un culebrón y no los de la tele. Es broma, se que es mucho mas pero me gusta meterme contigo de vez en cuando.
Un besote, ya me lo pasarás.

9:29 p. m.  

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