viernes, marzo 11, 2005

LECTURA

Traducir la cosa esta que estoy traduciendo de aerodinámica de velas, aparte de consumirme demasiado tiempo por lo complicado que está resultando ser, no me aporta nada a mis conocimientos del idioma inglés, o casi nada. Lo digo en sentido práctico: es un vocabulario tan específico, que sé con casi absoluta certeza que no voy a usar nunca más y en ninguna otra faceta de mi existencia. Y si pensamos en cuestiones gramaticales, las estructuras son tan sencillas que, la verdad, hace tiempo que superé ese estadio. Y del aburrimiento, mejor no hablar.

Menos mal que pasa exactamente lo contrario con la lectura de The Lord of the Rings, del cual he alcanzado ya el tercer libro, es decir, el primer libro del segundo tomo de la trilogía, The Two Towers. Sigue habiendo una cantidad ingente de vocabulario que no sé, pues recordemos que este hombre es muy descriptivo en su literatura y era conocedor de miles de nombres de pájaros, plantas, etc. Bueno, era filólogo, y de los buenos.

(Voy por el zumo de naranja que mencionaba antes.)

Una de las ventajas de leerlo en inglés, es que el viaje me toma más tiempo, y más tiempo es, en este caso, más disfrute. Me enfadaba mucho de peque cuando los libros que me gustaban se acababan, y me sigue pasando de menos peque. Creo que es la sexta vez que hago este maravilloso viaje. De un tiempo a esta parte, lo leo al menos una vez por año. Y casi siempre coincidiendo con el principio del año.

Por cierto, el otro día, gracias a un ejercicio de clase, entendí de una vez por todas, y me parece que es la razón fundamental, porque durante años Tolkien fue mal visto entre sus colegas y, en general, en Inglaterra. En la sociedad inglesa, se considera la infancia el tiempo de la vida para soñar, para pensar en aventuras fantásticas, seres mágicos y demás licencias imaginativas. Lo de soñar despierto tenía una fecha de caducidad claramente establecida por las normas sociales. Ahora eso está cambiando, dado que lo más importante es hacer dinero y los productos para niños y la literatura a ellos dirigidos puede ser muy lucrativa. Pero antes no se veía así, de manera que un escritor de cuentos tenía una posición en la sociedad y de un profesor universitario se esperaba cierto comportamiento establecido tan socialmente como el prestigio. Y Tolkien se saltó las normas, y lo hizo doblemente. Primero, escribió un libro para niños que obtuvo un inusitado éxito. Supongo que aquello pudo tomarse como una excentricidad, y ser excéntrico está bien visto en Inglaterra (me encanta, por cierto, esta faceta de Valinor). Pero supongo que debió cruzar la frontera entre la excentricidad y la desfachatez cuando siguió escribiendo sobre el campo de la fantasía y, para colmo, lo hizo para lectores adultos. El Señor de los Anillos y El Silmarillion, de publicación póstuma, no son cuentos para niños. Puede que el primer libro de la trilogía así lo parezca, pero según uno avanza en el camino a Mordor, la historia se va volviendo más y más seria y complicada. Oscura, triste, real en el campo de las emociones si no en otros aspectos. A veces pienso que sólo los cínicos pueden leerlo y llegar a la conclusión de que es un libro para niños. Eso, por no mencionar El Silmarillion, que sólo algunos niños y no demasiados adultos son capaces de leérselo y disfrutarlo. Tolkien era filólogo, cierto, pero su campo de estudio era la épica. Y se tomaba muy en serio su trabajo. El Silmarillion está escrito en el lenguaje y estilo de las obras de carácter mitológico propio de las culturas del norte de Europa, y no en un estilo sencillo ni fácil de leer, donde sus leyendas están plagadas de muertes violentas, violaciones, incestos, asesinatos, un poco como en la Biblia, pero mucho mejor escrito. Y, además, sin pretensiones de que nadie crea que salió del puño divino, incluso cuando, de algún modo, él sentía que todo aquello era un regalo de Dios (era católico, otra excentricidad teniendo en cuenta en qué país vivía). Él, que tanto amaba la mitología y la épica, echaba de menos que Inglaterra tuviera la suya propia, y de algún modo trató de dársela.

Resumiendo: el gran pecado de Tolkien fue no hacer lo socialmente establecido. Escribió fantasía (épica), muy bien y para adultos. Y, encima, tuvo éxito. Inadmisible, vamos. Todo un profesor de Oxford perdiendo el tiempo en tonterías...

Zirbêth, tolkiendili hasta la médula.