miércoles, marzo 09, 2005

COMO EL DÍA Y LA NOCHE

He recibido carta de mi-casero-que-es-un-sol, Charly. Me dice cosas preciosas, como que la casa no es lo mismo sin mí, que la gente que le busqué para las habitaciones son encantadores, que sus nietas me echan de menos. Es un cielo y siempre lo será, y cuando haya terminado con las opos, espero que se venga de visita para llevarle a conocer sitios geniales en España. Me pide que vaya a visitar Brighton y le escriba, y le he escrito para decirle que voy a finales de este mes y para contarle cosillas.

Es, vaya, la cara de la moneda donde mi nuevo casero es la cruz. Mezquino hasta la médula, se nos rompe la caldera (que se cae a cachos de vieja que está) y dice que es de mal uso y que la paguemos nosotros. Pero no es de mal uso, es de vieja, y así nos lo ha dicho el técnico. En fin, estuvimos discutiendo con él, con las leyes en la mano (aunque, la verdad, no las tengo todas conmigo) donde dice que los arreglos en asuntos que sean características de habitabilidad de la casa, son a cargo del casero. Nos llamó de todo sin demasiadas sutilezas, al mismo tiempo que nos pedía un acto de fe en su generosidad, manda huevos, esa misma generosidad que le dictaba que si nos quedábamos sin calefacción en una casa alquilada como con calefacción, era cosa nuestra.

En fin, me han llamado por teléfono y me he tirado como una hora con la oreja pegada y se me ha olvidado lo que os estaba contando. A ver, releo.

Bueno, creo que queda ilustrado que, en materia de caseros, he salido perdiendo. Si alguien tiene en Madrid un piso para alquilar de tres dosmitorios a un precio asequible, que me lo diga, eso sí, allá por agosto. A saber donde andaré yo en agosto y a dónde me habrán destinado tras las oposiciones. Mientras tanto, Eru querido, que la caldera aguante hasta entonces.

Zirbêth.