viernes, febrero 25, 2005

HACE UNOS AÑOS

Estaba harta de Granada, en todos los sentidos. Necesitaba un cambio y, de algún modo, mi ciudad natal me llamaba mucho la atención. Conocí a alguien en un chat. Me agarré a esa posibilidad de encontrar el amor y, con un trabajo de socorrista para el verano, me vine a Madrid. Por supuesto, la relación fue un fracaso, aunque como amistad sí funcionó y entre su apoyo y el de un amigo de Granada, puede empezar mi aventura en solitario. Irme de Granada era, por supuesto, irme de casa.

En agosto, este amigo se fue de vacaciones al otro lado del planeta. El trabajo de socorrista es agotador y tedioso, sobre todo en agosto, que es cuando la mayoría de las familias se van de vacaciones y te quedas más solo que la una frente al agua. Me encanta leer, pero llega un momento en que hasta de eso me canso. Es un agotamiento mental, más que físico.

Una tarde, agosto debió sentir pena de mi personita y me regaló una tormenta con aparato eléctrico. Como faltaba cosa de una hora para cerrar y no había nadie en la piscina, me pude ir antes. Y, feliz, me encamine a la Fnac, a proveerme de algunos vicios. Fui directamente desde la piscina, porque si iba a casa, me cerraban. Con el bañador puesto, una camiseta blanca y un pantalón corto, las botas de montaña, la mochila a la espalda, una camisa de verano muy fina, abierta, de cuadros azules y mi gorró de cuero africano, en un pequeño cuaderno de notas iba apuntando los libros que me parecían interesantes.

A la media hora o así, distinguí una figura masculina, alta y con una indumentaria casi idéntica a la mía, salvo que en su caso la camisa de cuadros era de tonos naranjas. También apuntaba en una libretilla títulos de libros. No llevaba las gafas puestas, así que intenté con un pobre disimulo echárle un vistazo. Pero, entre hombres y libros, la verdad, suelen ganar los segundos. Le perdí de vista y seguí explorando estanterías. Me lo volví a cruzar y le eché otra miradita. Mmmm, era muy atractivo. Volvió a desaparacer. "Esta vez", me dije, "si me lo vuelvo a cruzar le digo algo". Pero los minutos pasaban y no surgía la oportunidad. Durante esos mismos minutos, estuve ensayando mentalmente posibles modos de dirigirme a él, y me fui poniendo progresivamente nerviosa, de tal modo que, cuando de repente me vi frente a él, sólo me salió algo así como "Hola, me llamo Zirbêth, hace mes y medio que he llegado a Madrid, no conozco a nadie y me muero de aburrimiento. ¿Te apetece tomarte un café conmigo?"

Fueron el preludio de largas noches por las calles de Madrid. Un verano inolvidable.

Zirbêth.

1 Comments:

Blogger Devon Kentao said...

// pues a mi me ha parecido genial la anécdota. me hizo recordar esa escena de "Lucía y el Sexo" donde se le presenta/declara Lucía a Lorenzo... que gran recuerdo... //

12:10 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home